17: Enzo

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"La quietud no resulta acogedora cuando la conciencia se encarga de reprochar todos tus pecados en un mismo instante".

Veo como aprieta sus piernas, como si tratase de ocultar sus deseos impuros. Restriega sus palmas contra la tela gruesa de su falda negra.

—No hay mucho que saber sobre mí. Lo poco que puedo decirte, ya lo sabes. Soy licenciada en informática, me despidieron de mi empleo, vivo mis días de aquí a la iglesia y por ahora estoy viviendo de mis ahorros y mi jugoso cheque con mis prestaciones. Oh, y tengo un gato llamado Bombón —la bola de pelos se ensarta sobre su falda y ella lo acaricia inconscientemente—. ¿Qué hay de ti? Seguro tienes mucho que contar —arremete contra mí—, ¿a qué te dedicas?

—Tengo una academia de Jiu Jitsu Brasileño y MMA.

—¿MMA?

—Artes Marciales Mixtas —rectifico.

—¿Es algo así como peleas y golpes por doquier solo por placer? —rio con su comentario.

—No, no, por supuesto que no. No es sólo golpes por placer. Las artes marciales proporcionan control personal, tanto físico como mental a quien las práctica. Es una disciplina de enfoque y concentración, no se trata únicamente del mero placer de zafarse a patadas y puñetazos.

—Pensé que eras un asesino en serie —ríe. Suelto una gran carcajada.

—No el día de hoy —suelto la broma.

—¿Lo practicas?

—¿El qué? —pregunto extrañado, esta conversación toma un rumbo extraño.

—Eso del MMA...

—Oh, no. Ahora soy un peleador retirado. A mis Treinta y Ocho ya soy un viejo cansado.

—Treinta y Ocho no es ser viejo, para mí no lo es —los colores se le suben al rostro. Sus mejillas se tiñen de carmesí y voltea su cara para buscar la botella de vino y servirme un poco más. Tomo de un trago lo que resta de mi copa.

—¿Qué edad tienes tú, Adelise?

—27.

—Eres muy joven —me mantengo grabando en mi mente el contorno de su rostro, sin dejar de mirar fijamente sus ojos hipnóticos, siquiera un instante, son como una bahía en los que me puedo perder. Luce tan inocente, tan indefensa, tan celestial, que si llegase a tocarle aunque sea la punta de sus cabellos, fuese una mancha perpetua para su ser—. Me recuerdas tanto a alguien, esos ojos... —no puedo evitar recordar aquella mirada, esos grandes ojos fijos en mí. Tendré que investigar si Thiago ha sabido de esa mujer. Disperso mis pensamientos y mi tarea siguiente invade mi mente, recordándome que debo salir de inmediato de aquí para afinar detalles—. Me tengo que ir.

—Sí, debes irte —corrobora.

—¿Cómo lo sabes?

—No es correcto que estés aquí, soy una señorita que vive sola. Las señoritas no podemos estar en espacios cerrados con hombres —no puedo contener una leve carcajada.

—¿Y qué si la señorita quiere estar con ese hombre?

—¿A qué te refieres con "estar"?

—¿No tienes idea? —sonrío al notar su desconocimiento sobre el asunto al que me refiero.

—No.

—Reformulo la pregunta. ¿Y qué si el hombre y la señorita tienen ganas de un rato a solas? ¿Si quieren jugar? ¿O si quieren coger? —se lleva ambas manos a su boca ocultando su indignación.

—¡Lo reprendo! —grita fuerte mientras se persigna—, ¡eso es para fornicarios!

Rio.

—Ya veremos. ¿Qué tal si mañana te muestro mi academia? —cambio el tema bruscamente para despejar la nube de pecado que se ve a su alrededor.

—No, no. Es mejor que te vayas, Enzo. Debes irte —su voz se desvanece cuando mis manos se posan en sus rodillas descubiertas, baja la mirada y aprecia mis movimientos en círculos sobre ellas. Avanzo un poco más y acaricio la delicada piel de sus muslos. De momento, reacciona y se pone de pie—. Debes irte —reitera.

—Paso por ti temprano, Adelise —estamos uno frente al otro. Inclino mi cabeza y acerco mi boca a la suya, atrapo su labio inferior, carnoso, húmedo y rosado, con mis dientes, lo suelto de inmediato y abandono el apartamento. Saco las llaves de la moto de mi bolsillo y envío un mensaje de mi teléfono de ocasión a Fernanda.

V14: Llego en 15. Espérame desnuda.

Me han tocado vueltas largas, pero manejar tantos kilómetros dentro del mismo condado, me hastía, quizás para la próxima, no tomaré trabajos que no sean para ir en avión, o en tren.

***

La verdad no sé cómo las mujeres acceden a un mandato tan idiota e inseguro. Esperar en pelotas a un hombre es la cosa más estúpida, ilógica, innecesaria y expuesta que se ha hecho alguna vez, si yo fuese una fémina mandaría al diablo al hombre que me lo pidiera. Aquí está expuesta Fernanda delante de mí, a mi merced para hacer todo lo que quiera. Lo único que viste son sus pantis medias que llegan hasta sus muslos.

—Como me pediste —dice cuando se acerca a mí pegando sus pechos al mío. No evito acariciar su espalda. La invito a darse la vuelta y la coloco de espalda a mí exponiendo su trasero. Tomo sus piernas y deslizo sus medias para luego envolver ambos extremos en mis manos. En un movimiento fugaz, subo sobre ella y acerco la delgada piel beige a su cuello.

—¡Maldita sea! —grita y logro callar el sonido apretando más fuerte.

No deja de tratar de golpearme con sus caderas, araña mi piel con sus uñas de felino, sin embargo, siento como levemente sus pulmones dejan de luchar y cada vez cumplen más lento con su tarea. Ella penetra sus uñas en mis brazos en el momento justo antes de expirar. Evito a toda costa que las gotas de sangre rueden a las sábanas. Suelto un extremo y absorbo con mi boca las gotas que amenazan con caer sobre la cama. Ella está debajo de mí, inmóvil. Verifico rápidamente su pulso, confirmando que no quede nada de latido en ella. Cargo su cuerpo hasta la suculenta bañera que tenía preparada para nosotros. Lavo cada parte de su cuerpo asegurándome que el único indicio que quede en su piel, sean los aceites aromáticos. Corto las uñas de sus manos y meto los desechos en una pequeña bolsa para deshacerme de ellas. Dispongo su cuerpo en la bañera y tomo la navaja, no sin antes pensar qué brazo tomaría ella. Sostengo su mano y con su ayuda, hago un corte transversal en su muñeca. Es hora de irse. El día no es mi momento preferido para estas cosas. Me escabullo despacio por la puerta y camino hasta encontrar el taxi más alejado. Mi teléfono suena insistentemente.

—¿Hola? —un vacío es la única respuesta.

Letargo I: SOPORUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum