Capitulo 18

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Decidimos que no queríamos seguir escuchando todas esas malas noticias, seguramente eran importantes y serían necesarias más tarde, pero lo último que queríamos en ese momento era llenarnos de preocupaciones. Con la Caravana sin combustible, nos habíamos visto obligados a "descansar" en aquel pueblo durante cinco días para pagar las reparaciones. Si íbamos a estar esos cinco días allí encerrados, al menos trataría de aprovecharlos al máximo y sacar lo mejor de ellos. Y estoy seguro que "lo mejor de ellos" no son un montón de cosas que no me dejaran dormir.

Rawvanna nos llevó un rato a la bodega para seguir practicando nuestra puntería, después comenzó a hablarnos sobre los escases de armas, y me di cuenta de que tenía demasiada razón. En ese momento nos encontrábamos bien armados, pero en algún momento se nos acabarían las municiones y nos veríamos indefensos. Y algún día, todas las armas y municiones se habrían acabado para siempre. Teníamos que aprender que cualquier objeto podía servir para defendernos, así como lo habíamos hecho en aquella tienda en Búfalo.

Así que el resto del día nos dedicamos a utilizar palos de golf, bates de béisbol, escobas, hachas y etc. contra sacos de harina y arena. Definitivamente las armas de fuego eran mucho más divertidas. Cuando guardábamos los objetos para ya marcharnos, pude ver una gran colección de cuchillos, incluso, una atractiva espada que llamo mucho mi atención. Recordé esas clases de Esgrima a las que alguna vez asistí, me prometí que la próxima vez que practicáramos me atrevería a utilizarla y a comprobar que después de tanto tiempo aún recordara algo de aquel deporte.

Al atardecer nos asignaron un par de habitaciones pues Hosmar se encontraba en el taller. Una para chicos y la otra para las chicas. No era la gran cosa, una estancia promedio con un par de literas, una cajonera y un pequeño cuarto de baño. La casa donde estábamos se encontraba bastante cerca del centro de la ciudad, y al parecer la compartíamos con otros tres grupos de forasteros de los pueblos vecinos que recién habían llegado.

A media noche nos encontrábamos aún despiertos con la única luz proveniente de la luna, víctimas del insomnio provocado por toda la información que habíamos recibido de golpe por la radio durante la comida. ¿Cómo sabía que no era el único despierto? Escuchaba claramente a cada uno de mis amigos revolviéndose en sus camas intentando encontrar la posición adecuada para poder conseguir el sueño.

- ¿Cómo creen que estén las cosas en casa? –preguntó de pronto Austin.

Un silencio que parecía ser aún mayor al anterior invadió la habitación mientras todos considerábamos la respuesta.

-Probablemente estén todos frente a un televisor observando imágenes desde helicópteros que sobrevuelan las zonas afectadas, observando a sujetos hablando y señalando mapas-pensé.

-Quizás estén evacuando-sugirió Alex.

No hubo respuesta, mil ideas me pasaron por la mente. No todas eran malas, pero el hecho de tenerlas me hacía recordar todo lo que estaba pasando. Me esforcé por hacerlas a un lado, por intentar concentrarme exclusivamente en nada. Como me hubiese gustado que existiera un botón de pausa, así apretarlo y no tener que saber nada del mundo en un buen rato.

-Jafet...tu... ¿estás bien? –preguntó Alex, no hacía falta que dijera que se refería a Janet para saberlo.

-He estado mejor-fue lo único que dijo.

-Jafet...siento lo de Janet-soltó Austin.

No hubo respuesta.

-De verdad lo siento, era una...una buena chica. No la conocí tan bien, pero no hace falta para saber que era de esas buenas personas con las que uno se cruza-siguió el chico.

-Una vez...en la excursión al Gran Cañón, en el viaje de regreso...Alex, te quedaste dormido-recordé-Te balanceaste de un lado a otro hasta que caíste contra la venta... ¡que estaba abierta! Ahí estabas tú, dormido y con el rostro rojizo por el sol. Intenté cerrar la ventanilla y acomodar tu cabeza, pero era difícil al mismo tiempo...la ventana se había atascado. Janet me ayudó...fue la primera vez que hable con ella.

-Supongo que tengo que agradecerles, de no ser por ustedes me habría tostado-río Alex por lo bajo.

Voltee a ver a Jafet, a ambos nos había tocado una cama de arriba. El chico miraba el techo en silencio.

-Si quieres hablar...

-Cuentas con nosotros-terminó Austin.

Jafet no dijo nada más que un "gracias" antes de girase hacía la pared dándonos la espalda. No lo culpaba, hacia dos días había perdido a su novia, necesitaba tiempo para terminar de superarlo. Alex y yo conversamos un poco aún un par de horas más hasta que el chico se quedó dormido. Yo aún continué despierto un buen rato. Después de quedarme solo una especie de ansiedad se apoderó de mí.

Decidí que tenía que hacer algo, cansarme y así quedar dormido. Después de mucho pensar, me arrastré por la cama hacia la orilla. Estiré la mano para tomar mi mochila que se encontraba sobre una horrible cajonera. Corrí los cierres y metí la mano buscando. Al final tomé una libreta con cubierta de cuero con una hebilla para mantenerla cerrada. Y claro, un bolígrafo.

Me había dado cuenta de que hacía bastante que no escribía. Me gusta escribir. Había comenzado a hacerlo cuando terminé de leer a Julio Verne y caí en la idea de que nunca más volvería a leer algo de él. Que se había terminado. Comencé a buscar con que llenar este vacío y entonces me di cuenta de algo sumamente importante: si el libro que quieres leer no existe, escríbelo. Así pues, comencé a hacerlo y me di cuenta de que era realmente grandioso.

Comenzó por simple gustó, pero en algún momento, me sirvió para soltar todo lo que tenía encerrado dentro de mí. Ideas, pensamientos y emociones que golpeaban y rasguñaban mis paredes, exigiendo salir de alguna forma. Redactaba pequeñas historias o alguna que otra vez, grandes novelas. Lo hago cuando me siento inspirado, sensible o muy aburrido. Y lo que escriba, su profundidad y el que tan largo sea; depende de las emociones que predominen en mí en aquel momento. Y es bastante extraño, ¿sabes?

Puedo estar demasiado feliz, y escribir las cosas más tristes. O estar triste y escribir cosas felices. Algunas veces, cuando me sentía enojado, simplemente escribía historias que terminarían en desgracia. O hago que el feliz personaje cuya aventura llevo redactando un buen rato, tenga un nuevo y mayor obstáculo. En alguna que otra ocasión, mataba un personaje solo para desahogarme. Me hacía sentir terrible, pero al mismo tiempo aliviado.

Normalmente, solo escribía cuando estaba completamente a solas. Pues no me gustaba que las personas me interrogaran u observaran mientras lo hacía. Me siento acosado. Pero en más de una ocasión. Alex y Vanessa habían sido una excepción. Me comentaban que les había agradado y que escribía demasiado bien. Aunque sinceramente a veces pienso que exageran demasiado.

Busqué alguna página en blanco, tomé el bolígrafo y me quedé observando la hoja durante un buen rato. Estaba ocurriendo de nuevo, lo que más odio. "Crisis Creativa" cuando simplemente no puedes pensar en nada con que comenzar. También está la "Depresión del Escritor", cuando ya tienes todas las ideas y por más que lo intentas, simplemente no puedes iniciar. Sin duda la última era la más frustrante de todas. Me ocurrían tan seguido, que hasta las había nombrado de distintas formas para poder sobrellevarlas de alguna forma "cómica".

Después de minutos y más minutos, caí rendido sobre el librillo.

PandemiaWhere stories live. Discover now