Capitulo 2: Una mujer

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-¿Te duele? –Gaya pregunto terminando de coser la herida.

No hubo respuesta.

Tampoco ella insistió con la pregunta.

Aclair tenía la vista fija en la entrada de la sala, estaba sentado en el sillón principal, mientras ella, de pie a su lado curaba su herida. Sintió su mano rozando su piel y apretó la mandíbula.

-He terminado –Gaya se aparto, dejando la aguja en el cuenco de madera

-Puedes retirarte –No la miro, al hablar. Escucho sus pisadas por el salón, el sonido de la tela de su vestido al cruzar el lugar.

Permaneció allí sentados con la mirada fija en la otra puerta.

Dareck había obedecido su orden, inmediatamente habia buscado el caballo del Laird, habia ordenado al resto de hombres que permanecieran en el campamento improvisado y que buscaran por cada rincón a esos hombres que les habían atacado.

Ninguno habia visto la herida de Aclair, que habia esperado al otro lado, a que su guerrero se uniera a él y después habia subido a su caballo y acompañado por el habían cabalgado toda la noche hasta llegar al castillo.

Cuando llego se sentía débil y cansado, pero no lo demostró.

Rápidamente entro y los criados llamaron a Gaya para que se ocupara de la herida, algo que a él le hubiera gustado evitar.

No quería que se sintiera mal, sabía que su indiferencia, su trato frio le hacía daño. Pero no lo soportaba, no soportaba tenerla cerca, no soportaba ver cómo le miraba, suplicando que volviera a ser el de antes, suplicando que la amara.

-¿Estas bien? –Dareck se paro en la puerta, mirándole indeciso.

-¿Aun no han llegado? –pregunto sin mirarle

-No –negó con la cabeza –Supongo que necesitaran tiempo para recoger todo y...

-Avísame en cuanto lleguen –Se levanto de su asiento ignorando el dolor que sintió en su hombro y paso por su lado. Tomo su espada que estaba apoyada junto a la puerta del castillo y salió de allí.

Sus botas hicieron crujir la leve capa de hielo que cubría el suelo, bajo los escalones y la leve punzada de dolor atravesó desde su hombro hasta la cadera. Apretó la mandíbula y cruzo el patio, rodeo la casa, hasta llegar a la torre, abrió la puerta de madera y bajo los escalones. Sus ojos se acostumbraron a la oscuridad, mientras encendía un par de antorchas, consiguiendo iluminar el lugar levemente. Fijo la vista al frente, en el grueso tronco de madera, desenvaino su espada.

El gruñido salió de entre sus labios, mientras la espada golpeaba la madera una y otra vez.

Gruñendo se paro apoyándose contra la pared, al tiempo que una mueca se dibujo en su rostro. Limpio el sudor de su cara y miro su hombro. Enfundo su espada y tras apagar las antorchas subió las escaleras para salir de allí.

Nada más abrir la puerta el frio aire toco su piel y el respiro profundamente.

Le gustaba, le gustaba el frio, sentirlo en su piel.

-¡¡¡Laird!!! –Dareck corría hacia el respirando agitado, se paró a unos pasos –Han llegado

-¿Los han cogido? –apretó los puños

-Solo a uno –asintió –el que le .... Hirió. Lo han llevado a la mazmorra.

Aclair asintió e inicio el camino hacia el castillo.

Decidió dejar a su prisionero esperar un buen rato, que se torturara a si mismo preguntándose qué era lo que le deparaba.

Al entrar al recibidor, vio a Jarter apoyado en Quinsi, con una de sus manos en su vientre.

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