Capítulo dos.

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Una semana después.


—¡Te traje un regalo!
—¿Y ahora qué quieres que haga? —cuestioné guardando todos mis útiles en la mochila.
La chica de los ojos grandes negó con la cabeza mientras yo tomaba la libreta y una pluma, ya iba tarde al laboratorio. Bueno, a decir verdad química era demasiado aburrida.
—Es sólo un regalo, sin chantajes —extendió su mano donde había una libreta un poco más grande que la mía—. El otro día me dijiste que pronto se terminaría tu libreta de notas.
Sonreí mirando las hojas, las primeras tenían algunos dibujos; ojos, algunas calaveras y la cabeza de un gato con hermosos ojos verdes habían en ella. Miré mal a la chica.
—La robaste.
—No —dijo arrastrando la palabra.
Luego de guardar la libreta en mi mochila –tenía pensado devolverla en cuanto tuviese tiempo– caminé a la salida mientras regañaba a la chica de los ojos grandes.
—Tienes que decirme quién es el dueño, si la ven van a creer que yo...
—¿Disculpa?
Di un pequeño brinco, abrí los ojos ante el pelinegro que estaba en la puerta, un señor venía junto a él pero supe de inmediato que no estaba vivo. Me puse nervioso, y la chica de los ojos grandes sólo reía.
—Oh, hablaba solo. No me hagas caso —hice un ademán con la mano restándole importancia. La comisuras de sus labios se estiraron hasta ser una sonrisa.
Yo también sonreí.
—Mark oppa, ¡qué guapo es!
—¿Este es el salón diez? Soy nuevo y estoy un poco perdido.
Asentí escribiendo algo en la antigua libreta de notas.

"Todos te gustan".

El chico pelinegro pasó buscando un lugar donde puso su mochila.
—Uh, todos están en el laboratorio, puedo esperarte e ir juntos.
—¿De qué hablas? —dijo la chica colocándose a mí lado—. No todos, sólo Jae-Bum.
—Gracias —el chico nuevo llegó a donde yo estaba, tenía una bonita sonrisa—. Me llamo Jackson Wang.
Incline la cabeza hacia delante.
—Soy Mark Tuan.
Nos miramos por unos segundos sin decir nada, mientras yo escuchaba parlotear a la rubia sobre nuestro contacto visual. Me sonroje.
—Vamos —dije caminando fuera.

Al llegar al aula la profesora Choi nos dijo que estábamos diez minutos tarde y que si pasábamos de igual manera nos pondría falta. Nunca había faltado a clases si no era estrictamente necesario, y pensé en convencer a la profesora Choi a que no me pusiese falta, no iba tan mal en química así que podía apelar algo.
—Bien —dijo Jackson para después cerrar la puerta y comenzar a caminar—. ¿Vienes?
Lo miré extrañado con la mano en el pomo de la puerta, mordí mi labio pensando en la propuesta.
—¿A dónde? —cuestioné.
Él se encogió de hombros.
—A cualquier parte.
Otra cosa que jamás había hecho era irme de la escuela, había escuchado algunas historias de otras personas sobre lo genial que era pero nunca llamó mi atención.
De reojo pude ver a la rubia aplaudir mientras decía muy emocionada: "¡Sí, vamos a saltarnos clases!". Aunque ella podía ir a cualquier parte cuando lo quisiera –mientras sea dentro de la escuela– no se despegaba de mí, le había preguntado alguna vez el por qué y ella me respondió que era con la única persona viva con la que hablaba, y que yo era gracioso. Desde entonces es como mi mejor amiga.
—De igual manera ya tengo una falta, ¿no?
Caminé con zancadas grandes hasta Jackson y de ahí nos escabullimos hasta la puerta de atrás, por donde sacaban la basura y donde había pupitres con polvo y descompuestos. Una pared de dos metros se alzaba ante nosotros, con algunas plantas enredaderas en las esquinas y la parte de arriba.
El espacio era grande.
—Pero aún nos quedan algunas clases, y nuestras cosas están en el salón.
—Regresaremos, sólo nos iremos esta hora, ¿está bien?
Asentí. Jackson acercó a la pared un pupitre que estaba en mejor estado que los demás y se subió en él, de un salto alcanzó la orilla y después con ayuda de sus pies pudo subir completamente.
—¡Hey, a dónde van! —un profesor estaba mirándonos desde el segundo piso, sus cejas fruncidas—. ¡Regresen o los castigaré!
El profesor desapareció y supuse que estaba bajando. Pronto llegaría a nosotros.
—Sube, Mark, rápido —Jackson me extendió su mano, escuché como la puerta fue abierta y de nuevo la voz del profesor llamándonos.
Jackson bajó primero, miré con inseguridad hacia abajo aunque no estuviese muy alto. La rubia que estaba a un lado del profesor me decía que era malo por irme sin ella.
Algunos alumnos al escuchar los gritos del profesor asomaron sus cabezas por las ventanas y también comenzaron a gritar animándonos a correr.
—Mark, yo te atraparé —suspiré.
Ya no podía volver así que salté, los brazos de Jackson me recibieron. Sus ojos, que parecían ser negros miraron directamente los míos mientras aún me abrazaba.
—¡Corre, oppa! Va por ustedes.
Escuché desde el otro lado de la pared, haciéndole caso tomé la muñeca de Jackson para después correr a cualquier lado. Escuchábamos aún los gritos del profesor y de los alumnos extasiados, girando la cabeza hacia atrás pude ver al señor que venía con Jackson cuando nos presentamos; su cabeza se movía de izquierda a derecha con los brazos cruzados sobre el pecho.

En el centro comercial no había demasiadas personas afortunadamente. Subimos hasta el segundo piso por las escaleras eléctricas, nos sentamos en una mesa, nos miramos sonreír y después las carcajadas salieron.
—¿Viste su cara? —preguntó Jackson con una mano en el estómago—. ¡Estaba furioso!
—El profesor Min siempre está furioso —comenté parando de reír.
Nos esperaba un buen castigo, tendríamos que aprovechar nuestra pequeña libertad si queríamos que valiese la pena el castigo. Su rostro fue serio de pronto, luego fue de molestia.
—Por favor, no me digas que nos asigna alguna materia.
Asentí divertido viendo su sufrimiento, tenía las cejas fruncidas y hacia arriba.
—Sí, matemáticas los lunes a primera hora y los viernes a última.
Volvió a quejarse, sentí estremecer cuando escuché la risa de él. Lo busqué con la mirada encontrándolo en la mesa continúa a la mía. La chica castaña con la que estaba hablaba animadamente por el celular.
El señor de traje se dio el tiempo de mirar a Jackson de cerca, inspeccionó todo de él con suma dedicación, como si tuviese todo el tiempo del mundo. Al terminar se posó detrás del pelinegro y colocó las manos en sus hombros, su sonrisa se ensanchó. Después dejó un beso en la cabeza de Jackson, hizo una reverencia para mí y volvió a la mesa de la chica castaña, a la par que silbaba.
—Qué extraño —dijo Jackson pasando su mano por la nuca—. ¿Quieres algo de comer, Mark?
Ignoré el silbido que comenzaba a ser molesto buscando mi billetera.
—Olvidé mi billetera en la mochila.
—Descuida, yo te invito —los dientes perfectos de Jackson parecían perlas blancas.
Me sonroje al darme cuenta que me quedé mirándolo por varios segundos sin contestar.
—No podría —negué con la cabeza.
Jackson dijo que no había problema así caminamos a un McDonals. Pensé que con la distancia ya no escucharía el silbido, no podía estar más equivocado pues ese sonido tormentoso aumentó. Inhalé y exhalé dándole un masaje a mis sienes.
—¿Te sientes mal? —cuestionó el pelinegro alzando mi cabeza para colocar el dorso de su mano en mi frente.
—Es sólo un dolor de cabeza. Descuida.
Luego de recibir nuestra comida volvimos a la mesa. No podía soportarlo más, quería dejar de escucharlo en ese momento, maldije por haber nacido diferente a los demás, maldije al señor de los ojos negros.
—¡Cállate! —grité asustando a todas las personas a mi alrededor.
Me di cuenta de lo que había hecho cuando todos me miraron en silencio, corrí con la cara queriéndome explotar de la vergüenza, dejando a un confundido Jackson atrás.

Destiny [MarkSon]Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum