Capítulo 2

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Otabek no lograba conciliar el sueño, no podía dejar de pensar en Yuri como padre. El crío apenas tenía dieciséis años, ¿cómo es que era padre? Además, Camil se veía un poco más pequeña que el mismo Yuri.

Todo era como una pesadilla horrible de la que quería despertar, pero ni siquiera había dormido, ¿cómo despertaría de eso?

La pequeña Becka parecía recién nacida, o quién sabe, él no sabía nada de bebés, lo único que sabía era que había sido de muy mal gusto ponerle su apodo a la pequeña niña. ¿Era porque habían sido amigos?... ¿A pesar de lo que vivieron juntos, Yuri lo consideraba un amigo tan importante como para darle su sobrenombre a la niña?

No podía creerse que todo esto estuviera pasando. Tal vez añoraba tanto al rubio que lo estaba ahora ¿pesadillando?

Por su parte, el rubio tampoco había dormido mucho, ni siquiera porque Becka al fin se había quedado en completo silencio él había disfrutado de un merecido descanso. ¿Por qué mierda Camil se metía donde no la llamaban? No debió haberla llevado consigo, pero tampoco quería estar separado de su pequeña, apenas cuatro meses antes ella había estado dentro de él, no había forma de estar cómodo sin su pequeña cerca.

Becka se movió mientras se quejaba, devolviendo al rubio a la realidad. Yuri la tomó en brazos y la pegó a su pecho mientras aún no despertaba del todo, a esa hora, si la alimentaba casi dormida, ella se volvía a dormir otro par de horas. Esa nota estaba resaltada con un color fluorescente en su libreta de "cosas que funcionan con Becky".

—¿Qué estará pensando Otabek de ti? —preguntó en un susurro mientras acariciaba la carita dormida de esa pequeña que adoraba con toda su vida—. ¿Querrá ser parte de esto? —cuestionó más para sí mismo que para la bebé que no lo pelaba, ella estaba concentrada en mamar de ese pecho casi inexistente—. Te amo, Becka —dijo y sonrió. No importaba a cual se refiriera, ese sentimiento proclamado era algo que sentía por sus dos Becka's.

La nena no abrió los ojos. Cuando terminó de alimentarse solo se removió al eructar gracias a las palmaditas suaves que su papi le daba en la espalda. Luego de eso Yuri la besó en la frente y la llevó a la cama.

Becka tenía muy mal genio, sobre todo cuando no dormía bien, en los brazos no descansaba mucho, y tenerla irritada era la pesadilla tanto de Yuri como de la dormida Camil.

»Debiste salir corriendo —dijo a modo de reclamo el rubio para la otra rubia dormida en su cama.

Pero era cierto lo que ella decía. Otabek debía enterarse de todo, sin embargo Yuri no había resuelto el mayor de sus problemas: ¿cómo diablos le diría a Otabek que, a pesar de ser hombre, había quedado embarazado?, ¿le creería siquiera? No lo creía. Por eso se empeñó en guardarse lo de su embarazo y su hija para sí mismo, aunque a su prima Camil no le pareciera nada.

Camil era un año menor que él, era su prima, pero se querían como hermanos. Crecieron juntos, ambos al cuidado de su abuelo, al que adoraban sobre manera aunque su abuelo tuviera clara preferencia por la pequeña. Ahora Yuri entendía eso, ahora que tenía una nena que amar y proteger, entendía que su abuelo la quisiera un tanto más a ella que a él. Las niñas despertaban esa sensación, lo entendía perfectamente bien.

Durante todo el embarazo Camil insistió en que hiciera participe a Otabek del proceso, pero Yuri no podía hablar de ello. Solo no podía presentarse frente a él para explicarle que era un fenómeno y había quedado embarazado una de esas tantas veces que se acostaron. Tampoco podía decirle que lo amaba, pues era su amigo importante, su único amigo. No podía arruinar su amistad porque se había enamorado de él, y aún más, se había embarazado.

Becka volvió a removerse para pedir alimento, envuelto en sus pensamientos no se dio cuenta que casi habían pasado tres horas. Se levantó por la niña y la alimentó de nuevo, si ya estaba despierto no haría que su indiscreta hermanita despertara también, la dejaría descansar, sobre todo ahora que ella ser haría cargo de la pequeña mientras él practicaba.

Casi a las seis de la mañana Yuri despertó a Camil, era tiempo de que él se fuera y no quería dejar sola a la niña. Además ella había dormido lo suficiente como para mantenerse despierta el resto del día sin muchos problemas. Camil despertó muy agradecida por el insomnio de Yuri, y lo despidió con las únicas palabras que él no quería considerar.

—Habla con Otabek —dijo—. Becka se lo merece.

Yuri tragó saliva, tal vez su hija merecía tener a su padre consigo, y era claro que Otabek merecía saber que tenía una hija, pero estaba mucho más claro lo complicado que eso pondría las cosas, y no quería que nada se complicara, más, entre ellos. Ni siquiera se imaginaba cómo estaría Otabek después de que él se incomunicó tanto tiempo.

Salió del hotel procurando que el kazajo no lo viera, y lo logró. Llegó a la pista de patinaje sin toparse con el moreno que adoraba, y pensó que la suerte estaba de su lado. Por eso bajó la guardia, sorprendiéndose demasiado cuando, en la pista donde se supone nadie estaría, se encontró patinando a ese que no quería toparse.

Yuri se quedó helado, quería creer que era por la baja temperatura de la pista y no por que Otabek provocaba tantos sentimientos y sensaciones en él. Pensó en salir corriendo, pero su cuerpo no respondió como quería. Cuando sus ojos se deslizaron por el nostálgico movimiento del chico en la pista, Yuri no pudo evitar quedarse a mirar mucho más.

—Beka —susurró Yuri y para Otabek se detuvo todo, sus pasos, la música, el tiempo, incluso su respiración. Llevó la mirada al podio encontrándose con el duplicado de los ojos verdes que le habían robado el sueño la noche anterior, pero de los que se había enamorado primero que nadie.

Yuri sonrió. A pesar de lo terriblemente asustado que estaba por reencontrarse con él, estaba demasiado feliz de volver a verlo. Era su primer amigo, su mejor amigo, el hombre que amaba y el padre de su preciada hija. No podía no estar feliz por verlo.

—Yura —susurró Otabek, deslizándose sin poder detenerse hasta donde Yuri permanecía de pie, temblando de pies a cabeza.

«Debo salir corriendo» pensó Yuri. No tenía las energías de enfrentarse a él justo ahora, pero su cuerpo y corazón querían estar cerca de ese chico, por eso ignoraron todas las ordenes de su razón sobre alejarse. Y, sin poder moverse, fue atrapado por los fuertes brazos del que tanto había extrañado.

»Quería verte, Yuri —dijo Otabek aferrado a un cuerpo ya no tan delgado como recordaba, ese chico había embarnecido. Seguro que el matrimonio le había sentado bien.

Pensar eso le hizo doler el corazón, pero no por eso soltarlo, él necesitaba llenar tanto vacío con ese chico que no podía ser suyo. Estaba enojado, claro que sí, pero estaba más feliz de verlo, por eso solo se aferró fuerte a él.

—También quería verte, Beka —respondió Yuri correspondiendo el abrazo, escondiendo su cara en el pecho de ese chico que había extrañado tanto, llenándose del calor y aroma de ese que desde hace tanto tiempo había amado.

Continúa...

EL SECRETO DE YURI PLISETSKY -Primera parte-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora