Capítulo 1

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La arena blanquecina y pura rozaba mis dedos que sobresalían de la silla playera. Miraba a Nathan de cómo se caía una y otra vez del velero. El desiquilibrio de él era de inseguridad y desconfianza en la pobre actividad marítima. En realidad, observaba más allá de él, aspiraba la paz del ambiente, el sonido del mar cuando chocaban unas olas con otras, el aire con una temperatura perfecta veraniega. El olor a sal y a bronceador, del que se me volcó a poner estrepitosamente en mis piernas. Will me había recomendado que me lo sacara inmediatamente si no quería acabar con cáncer. Finalmente, había colocado un bloqueador solar francés con la pinta muy cara a ambos que me había indicado que estaba en un bolso, detrás de la silla de ruedas.

William se encontraba plácidamente recostado en una silla igual que la mía, en la cual lo transladó un muchacho del servicio en el que se ofreció sin problemas para cualquier situación. Tocaba la arena y la masejeaba. La revolvía entre mis dedos y la deshacía entre el índice y el pulgar. Era todo tan perfecto, que deseé jamás irme. No me permití pensar en los problemas que se encontraba en el pequeño pueblo, donde las noticias no corren; vuelan.
Lo único que me tomé la libertad con toda preocupación es la misión a la que vine: convencer a Will de vivir. Las razones por la cual debe seguir existiendo. Él siempre  decía que sólo existía, en un cierto modo, sí, todos existimos, pensé confusa y ridícula. Pero él no sólo existe. Él es el que me sugiere lugares a los cuales visitar, el que se burla de mis zapatos y mi torpeza. ¡Ah! Mi salsa verde. Pero no olvidemos de que es un hombre muy, muy inteligente. ¿Cómo puede irse así, sin aprovechar eso al máximo? ¿Cómo un tipo así se vaya sin más, sin seguir descubriendo un nuevo mundo? Will aclara en lo profundo de mi mente que piensa que todo es blanco o negro. No existe el intermedio, el gris. A pesar de ser un hombre que ¡Dios me bendiga! Extremadamente hermoso. Pero, dejando todo eso de lado, es el que hace que mi corazón lata a mil, el que me sonroje y dude de mi potencial. Pero para bien.

Él me hace sentir importante, de que valgo. Que existe momentos en los que soy protagonista. En casa, la reina de casa es Treena y su hijo Thomas. Cuando estaba con Patrick lo único que le interesaba era él mismo y sus maratones. Entonces ¿porqué yo no puedo ser protagonista al menos, unos minutos, de alguien más? Bueno, el hombre al que le dirán discapacitado es lo mejor que me ha pasado. Jamás desde que crucé la puerta del castillo, imaginé que, no iba a limpiar culos, no iba a ser viejo y que iba a encontrar al amor de mi vida.

Todos hablan del príncipe azul, bueno, ¿y si les digo que, en busca del destino, acabara así y una campesina tendrá que salvarlo? Negué con la cabeza por la historia que estaba creando en mi cabeza, la que repito todos los días desde que lo conocí.

—¿Tienes sed?—Le pregunto dirigiendo mi mirada hacia él—. ¿Quieres algo?

—Sí, quiero agua—farfulla relajadamente a continuación de un suspiro. Lo analizo a través de mis Ray–Bans verdes falsas que compré en el mercado de beneficencia. Se ve tan bien, hasta comencé a fantasear que me dirá en un susurro "¿Sabes, Clark? Tengo ganas de vivir. Vamos a París sin que nos importe nada. Tengo ganas de comprarme un perro, ¿Puedes cancelar la cita a Suiza? Volvamos a Inglaterra para comprar un labrador y una tortuga". Pero forzosamente me tuve que retener las alucinaciones, porque sólo me ilusionaría más cuando, al final del día, la respuesta va seguir siendo la misma que desde hace seis meses.

—Y bien...—comento dudosa de la estupidez con la que lo sorprenderé hoy, ya acercando su boca a la pajita con agua—. ¿Qué opinas? ¿La estás pasando bien?

—Me encanta—responde con una pequeña sonrisa cuando retiro el vaso—. No me he sentido así desde hace años. Y es decir, desde que me quedé paralítico.

—Creo que es excelente que aprendas a vivir y sentir como antes, y adaptarte—Me desplazo más cerca de él para apoyar el vaso en la mesa con la sombrilla clavada en medio, pero me quedo ahí, cómoda—. Yo puedo planear más viajes y salir un poco, como ir a...—Will me calla con un Shhh y comienza a hablar él, y entonces me quito los lentes de sol mirándolo dolida.

—Louisa—Lo miro extraña por llamarme por mi nombre—. Gracias, pero debería contarte algo. Y eso implica que no habrán más viajes.

Yo sabía perfectamente de lo que hablaba. Después de hacer todo esto, y al fin sacarle una sonrisa, y con el premio gordo de no me sentí así desde el accidente pensé... Pensé que había cambiado de opinión. Lástimamente, como Will dice, está mal suponer lo que crees que piensan los demás. Pero, estaba tan, tan cerca. Parecía... Feliz.

—Lo sé—murmuro—. Lo supe durante meses. Sé lo de Suiza. Por eso... -tomé una bocanada de aire y sentí que se me quebraba la voz-, quiero enseñarte a ser feliz en una silla de ruedas. Quiero enseñarte que...

Pero me volvió a interrumpir con un comienzo de hablar, empezando por el no, pero no le dí el derecho de callarme, no de nuevo.

—¡No, William! Quiero enseñarte a amar, que aceptes a ser amado, porque yo te amo. Y quiero que te satisfazca el cariño y aprecio que te tengo—comienzo a soltar a borbotones, y siento que mi nariz comienza a picar al igual que mis ojos—. No seas egoísta—subí la voz cada vez más con cada palabra—. No te puedo dejar así sin más. Lamentándome y yendo todos los domingos al cementerio para llevarte flores. ¡No Will!—Las lágrimas comenzaron a llegar en forma de sollozos, él intentaba meter bocado con cada palabra pero no lo dejaba que hable, necesito que me escuche—. No te tuve tanto tiempo como tus padres, solo fueron apenas seis meses, pero me bastaron para amarte de una forma inimaginable, quiero ser la persona para estar siempre ahí, en las buenas y en las malas. Porque, te conocí en tus peores días, pero siempre te he apoyado. Quiero que me apoyes...—dudo de mis palabras, tengo tantas cosas que decir pero muy poca expresión para hacerlo ahora. Me sorbo los mocos, y aunque me hubiera dado vergüenza en otro momento, creo que ninguno de los dos le importaría en esta situación. Me tapo la cara con las manos, y aprieto las palmas en mis ojos. Me siento deprimida, más que él y cualquier ser vivo en el planeta. Pero sobre todo, frustrada, por no lograr mi cometido.

Yo Antes de ti // Final AlternativoOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz