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- ¿YO? ¿UN PRÍNCIPE? Estás... Flipando.
- ¿Flipando?
- Majestad, en este país estar flipando significa alucinando o...
- Oh, ya entiendo, graciash.
- SI NO ERA YA BASTANTE BICHO RARO AÑADÁMOSLE UNA CORONA.
- Puesh con tu pelo, querido, iba a quedar divina.
- No... Esto no puede estar pasando. No puede estar pasándome A MI. Si yo soy lo más republicano que ha pisado la tierra. Abuelo, dimito.
- ¡Espera, Pablo! ¿Dónde vash? ¡Vueeelvee!
*****

Desde que nací, siempre habíamos estado mi madre y yo. Nadie más. Vivíamos en un pisito en Madrid, no era muy grande, pero teníamos espacio incluso para el taller de arte de mi madre. Ella no ganaba mucho, pero era suficiente. Siempre habíamos tenido una vida muy bohemia. Aunque no en todos los sentidos.
Yo iba a un colegio pijo, de esos con uniforme y dinero para tizas y wifi decente, cortesía de la familia de mi padre. No conocía a mi padre, pues se fue antes de nacer yo, pero por lo visto estaba forrado, y su familia aún nos pasa una manutención. A excepción de esto, mi vida es completamente normal.
Me levanto a las 7 todos los días, y a las 7:45 mi amigo Íñigo pasa a buscarme para ir al colegio con su hermano mayor Pedro, del que estoy un poco colado, aunque jamás lo admitiré. Pero eso ahora es irrelevante, el caso es que aquella mañana, bajé a desayunar como todos los días y en vez del habitual "Buenos días, cariño", mi madre me recibió con un "Tu abuelo ha llamado". Me quedé paralizado.
- Ah, vale - le contesté -. ¿No lo hace cada semana? Espera. ¿Ha pasado algo?
- No - me dijo muy seria -. Ese abuelo no. Tu otro abuelo.
- ¿El que nos ignora?
- Sí, ese.
- ¿Y qué quiere? - pregunté echándome el Nesquik en la leche, como si nada.
- Quiere verte.
- Y pa' qué.
- Yo qué sé, Pablo. Me ha dicho que quiere que estés a las 5:30 en la embajada de Genovia hoy, después de clase y si es posible.
- Como si es la de China. No pienso ir -repliqué.
- Pablo, por favor. Me siento muy orgullosa viéndote rebelarte contra la autoridad, la casta y el capitalismo, pero hoy no. Ve a ver a tu abuelo.
- No me apetece.
- Anda, hazlo por mi - me pidió.
Esa era el arma secreta de mi madre. El "hazlo por mi". Era su baza para que hiciese lo que ella quería. Y funcionaba. Joder si funcionaba. Yo haría cualquier cosa por mi madre, al igual que ella lo haría por mi.

- ¿Crees que estarás bien?- me dijo Íñigo al salir de clase (porque a ver, vamos a colegio full pijo y salimos a las 5 de la tarde).
- He sobrevivido a cosas peores.
- Tienes razón. ¿Estarás libre el viernes para ayudarme con mi programa Indígnate y escucha?
- Cuenta con ello - dije guiñándole un ojo. Y a continuación me dirigí a la embajada de Genovia, donde mi abuelo el estirado me esperaba y que tuve que encontrar con el google maps porque nadie todos aquellos a los que preguntaba desconocían que Genovia existiera. Gracias, recortes en educación.
Allí me cachearon al entrar y me hicieron esperar. No fue mucho, aunque afortunadamente me dio tiempo a rayar un símbolo de anarquía en una mesa. No era anarquista, pero me la pelaba. Yo era un artista de corazón como mi madre y me gustaba rebelarme contra el sistema. Tenía todas las mesas del colegio marcadas, con ese símbolo o con el de Batman, y ciertamente estaba orgulloso.
Mi abuelo resultó ser un hombre de mediana estatura, de pelo canoso y gafas, incapaz de pronunciar la X y acompañado de una asistenta bajita y de pelo corto, con cara de perro de presa que se hacía llamar algo así como Soraya.
- ¿Pablo?- preguntó, bajando majestuosamente las escaleras.
- ¿Abuelo?
- ¡Qué gusto el conocerte!- dijo estrechándome la mano- Eres tan... -se detuvo un momento- Joven.
- Y tú eres tan... Viejo.
- Será mejor que pasen a tomar el té al jardín - dijo de pronto la Rotweiller.

Apenas di unos sorbitos a mi taza, pero los recuerdo muy bien. Los últimos sorbitos antes de que mi vida cambiara por completo. Porque después de esos sorbitos de té verde, mi abuelo me empezó a contar sobre mi padre y sobre sí mismo.
- Tienes una casa muy grande.
- Graciash, querido. Pero no es mi casa. Al menos no permanentemente.
- ¿No?
- No. He venido a la ciudad solo para verte.
- Vaya, abuelo. ¿Ahora te entra la prisa en conocerme?
La asistente carraspeó ante mi insolencia, pero el abuelo hizo caso omiso y continuó como si no hubiera abierto la boca.
- Shí, verás. Conocerte no es mi único propósito. He venido a hablarte de tu padre. Resulta que... Ha muerto.
La noticia me chocó un poco. No sabía qué responderle. En toda mi vida jamás había visto a mi padre, así que para mí era como si me hubiera dicho que se había muerto su tía abuela Frigilda. De hecho, habría tenido más impacto la tía abuela, al menos ella no había abandonado a su familia no haciendo siquiera intención de conocer a su hijo.
- Ah... Pues. Lo siento. Creo.
- Fue hace dos meses. Para mi fue un durísimo golpe. Pero lo fue más para Genovia.
- ¿Por qué? ¿Era futbolista o algo así?
A mi abuelo casi le da un algo.
- ¿Futbolista? ¿De verdad no sabes nada de tu padre?
- Tampoco es que él se haya molestado por saber algo de mí, gracias.
- Tu padre era Edward Philippe Christoff Gerard Renaldi. Rey de Genovia.
Tenía que ser una jodida broma. Fso o mi abuelo chocheaba.
- Mi padre. Un rey. Claro que sí.
- ¿No me crees?- la verdad es que sí, que tras esa confesión, muchos de los comentarios de mi madre tenían sentido -.Ese es el motivo por el que estoy aquí. Tú eres su único heredero.
- O sea, que ahora soy un príncipe.
- Sí.
- Yo.
- Sí.
- Yo.
- Tú, Pablo Iglesias, alteza real de Genovia.
Y ahora volvemos a la parte que ya conocéis.
- ¿YO? ¿UN PRÍNCIPE? Estás... Flipando.
- ¿Flipando?
- Majestad, en este país estar flipando significa alucinando o...
- Oh, ya entiendo, graciash.
- SI NO ERA YA BASTANTE BICHO RARO AÑADÁMOSLE UNA CORONA.
- Puesh con tu pelo, querido, iba a quedar divina.
- No... Esto no puede estar pasando. No puede estar pasándome A MI. Si yo soy lo más republicano que ha pisado la tierra. Abuelo, dimito.
- ¡Espera, Pablo! ¿Dónde vash? ¡Vueeelvee!
Salí corriendo de allí y casi me da un infarto porque pisé el césped y un sistema de seguridad de esos que tienen los ricos excéntricos me dijo que saliera del césped en 15 idiomas. Pero a mi ya me daba igual.
No paré de correr hasta llegar a casa. Era el peor puto día de la historia.

Princeso por Sorpreso Where stories live. Discover now