XI. Descontrol de sentimientos.

Start from the beginning
                                    

El corazón de Anna palpitó apresuradamente mientras miraba al músico. No sabía qué decirle. La castaña le dio la razón a Klaus acerca que todo estaba yendo un poco rápido, pero también empezaba a quererlo. ¿Debía alejar con lentitud todo el dolor que habitaba en su corazón? Anna volvió a mirarlo y habló.

—No sé qué hacer o pensar. Siento que todo va a explotar dentro de mí.

—No eres la única que siente eso, tenlo por seguro.

—¿Y si no resulta como queremos?, ¿o simplemente no se da? —indagó con voz apenas audible, pero el músico alcanzó a escucharlo.

—Tenemos una vida entera para descubrir la forma correcta.

Anna se quedó pensativa. Tiempo atrás se había arriesgado por tener el amor en su vida, obviamente nunca cantó victoria; después de aquello se mentalizó que nada de lo que ella se propondría iba a cumplirse, así que se resignó y empezó a aceptar las cosas y situaciones sin importarle qué estragos iban a provocar en su vida. Tampoco le importó lo que sentía ella, solo hacía caso para complacer a los demás.

—¿Podrás soportar el descontrol acerca de mis sentimientos?

—Tú me soportaste todo este tiempo.

Anna sonrió con debilidad y pensó que arriesgarse una última vez... no era mala idea.

—Entonces... ¿ya sabe qué pedir de orden, señor Smith? —cambió de tema.

—Por supuesto, señorita. Un helado de... —se acercó a Anna— ¿qué sabor te gusta? —cuestionó y moduló un poco su tono de voz.

—Chocolate.

—Un helado de chocolate y otro de vainilla.

—En un segundo estará, señor.

Terminando la distancia que había entre ambos, se abrazaron. Tanto Klaus como Anna se sorprendieron un poco cuando sintieron que la atmosfera cambió; ya no había tensión entre ellos, tampoco sentían la inquietud que tienes cuando sabes que le gustas a alguien. Simplemente se sintieron cómodos, como dos adultos que debían llevar una relación de conocidos a amigos, y luego quizá de amigos a algo más, pero ambos se olvidaban de algo: cada uno gustaba del otro y el paso de "conocidos" iba a transcurrir más rápido de lo que se imaginaban y si no controlaban eso o, mejor dicho, no controlaban sus sentimientos, alguien iba a salir lastimado.

O sino ninguna melodía iba a ser bailada, que solo se quedaría en la mente y no en el corazón.



Sorbió por el popote y la malteada se terminó poco a poco. Cambiaron el pedido y en vez de helados, fueron a tomar una malteada. Obviamente que en otra cafetería. La música al fondo hacía que el ambiente fuera un poco relajado; varias parejas se encontraban ahí, entre ellas algunas familias con sus hijos, los cuales se encontraban en el área de juegos. Tanto Anna como Klaus se miraban con constancia y se sonreían.

—En verdad, Anna, deberías considerar en separar el orgullo de tu vida —le dijo Klaus luego de haberse acordado del problema de la castaña y su hermana.

—Lo he intentado, pero...

—Si algo he aprendido, y tal vez tú también, es que las cosas jamás se van a arreglar si en tu corazón existe rencor.

—No estoy lista...

—No te preocupes por eso, aquí me tienes.

Pasando una mano por sus cabellos, Anna sonrió.

—Y bueno... —dijo, nerviosa— ¿qué me dices de ti?

Klaus se quedó en silencio. No quería meter a la castaña en sus tontos problemas. Él estaba bien ahí, donde nadie lo reconocía. Sin embargo, sentía que aquella linda chica ya se había metido hasta su piel sin que le diera tiempo en cómo reaccionar.

—¿Yo? Ya sabes, soy un músico caliente y buenote.

—Ay, no, ¿todavía sigues con eso? —indagó entre risas.

—¿Qué tiene de malo? Eso dicen todos.

—Cof, cof, decían, cof, cof.

La mirada del músico cambió y habló.

—Anna.

Lo miró sorprendida al ver el cambio repentino del músico.

—Me preguntaba si... —se mordió el interior de su mejilla. «Vaya, sí que Anna sabe ponerme nervioso»— ¿quieres ir a cenar mañana conmigo?

—Eh. ¿Q-Qué?

—Sí, ya sabes, una salida como amigos. Un lugar, comida y todos felices. ¿Qué te parece? —preguntó con nerviosismo.

—Y-Yo... no sé. Todo esto es muy... ¡Klaus!

—¿Soy todo eso? Wow, no sabía que yo era la comida —gorjeó con una sonrisa pícara.

—¡¿Qué?! —chilló. Su cara se puso más que roja.

—Fue una broma, Anna, pero ¿aceptas?

—Y-Yo...

—Solo preocúpate por estar lista antes de las nueve, ¿qué dices?

La chica asintió.

«Dios... ¿voy a salir con el buenote y caliente de Klaus Smith? No, no, no», pensó ella.

En tus labios [ET #1]Where stories live. Discover now