Parte Unica.

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28 de agosto de 2002.

Aquel día frió de otoño, cada vez el viento soplaba más fuerte, formándose gracias a esta montones de hojas que se acumulaban en el suelo, se podía apreciar a niños corriendo, jugando entre las pilas de hojas, saltando sobre estas , se escuchaban sus risas y en sus caras se apreciaba una sonrisa que llegaba de oreja a oreja, se estaban divirtiendo.

Sora, una chica de escasos 16 años, pasaba por aquel parque con la mirada perdida, preguntándose por que aquellos niños reían, "¿De qué les sirve reír?, en algún momento esas risas cesaran".

Sin tener la respuesta a su pregunta, siguió su camino por aquel parque, deteniéndose nuevamente, al ver a una chica sola en una banca, con lágrimas en los ojos, que se mecía mientras se abrazaba a sí misma, "¿Por qué malgastar lagrimas? Si en algún momento la razón de ellas dejara de ser relevante".

Nuevamente sin respuesta alguna, siguió caminando, encontrándose esta vez a una pareja, a la cual le calculaba tenían unos 15 años, ambos perjurándose amor eterno, mientras tomaban sus manos, de una manera que hacía creer que dependía el uno del otro para vivir, esta vez se preguntó "¿Para qué amar? En algún momento el amor por esa persona acabara, dejando solo el recuerdo".

Finalmente Sora se encontró saliendo de aquel parque que tantas incógnitas le habían causado, deteniéndose una vez estuvo adelante de su destino, admiraba aquel sitio como un tesoro histórico, y más que un tesoro una maravilla , ¿en que otro lugar podrías guardar tantas ideas juntas? , ¿Tantos sueños?, ¿Tantas metas sin cumplir?, la respuesta es: en ninguna parte, el panteón era algo temido por la mayoría, ya que solo estabas allí si te arrebatan la vida o peor a alguien cercano.

Sora se acercó lentamente a aquella lapida, que ya se le hacía tan conocida, tan desolada, tan familiar, en el epitafio se podían leer las palabras "Conjugi univira", una frase en Griego que hace referencia a la mujer que no ha tenido más que un esposo. Era costumbre visitarla diariamente, era parte de su día a día,  el ir a ver la lápida de aquella mujer que alguna vez con orgullo pudo llamar Madre.

Dejó sobre la lápida un ramo de tulipanes, por los que la mujer en algún momento de su vida sintió preferencia, sonrió con nostalgia al recordarla, y por última vez se pregunto el por qué, "¿Por qué sigo viniendo si sé que no volverás?", al terminar de decir esto se recostó en el suelo con lágrimas en los ojos mientras abrazaba la lápida en la que descansaba la mujer que le dio la vida "te extraño tanto" susurro lentamente mientras secaba sus lágrimas, recordaba aquel trágico accidente en que su madre perdió la vida dejando a Sora por su cuenta ya que la pequeña no tenía más familia que ella.

Luego de un rato se levantó, seco nuevamente sus lágrimas, y sonrió, esta vez sus pensamientos no fueron preguntas, sino todo lo contrario, esta vez eran respuestas a todo lo que se había preguntado anteriormente, finalmente comprendía porque esos niños reían a pesar de que en algún momento dejarían de hacerlo, por qué esa chica lloraba si la razón luego no sería relevante y el porqué de que esa pareja se predicara amor eterno cuando en algún momento aquel amor terminaría.

"Después de todo así es la vida tiene altos y bajos, momentos en lo que solo quieres reír y jugar entre montones de hojas, momentos en los que quieres llorar meciéndote en una banca y momentos en los que simplemente quieres amar, cada uno de estos se tenía que dar en algún momento de la vida. Porque, si eres feliz siempre ¿Qué hay de emocionante en vivir? , Pero tampoco es razón para estar mortificándose por cualquier cosa, a final de cuentas, la vida se trata de disfrutar el momento, el ahora, no pensar en el antes ni el después"

Esto lo supo aquel día ya que vivió cada una de aquellas emociones y comprendió que todas las personas que vio aquel día solo estaban viviendo el momento, todo eso en aquel día de otoño.

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