Escape de la realidad

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El ser humano y su ambición de poder. Eran las 10:25 pm. Estábamos contemplando la Luna llena pero el cielo se prendió en llamas. Las Águilas del Norte y los Tucánes del Sur emprendieron sus alas al fuego de la perdición.

Mi familia se tornó en un silencio profundo mientras que el cielo retumbaba como un volcán saliendo a la luz del Sol. Ni siquiera la Doña Cascarrabia se escuchaba peliando por el susto en su corazón...

-No es por desear el mal, pero creeo que ya le llegó su hora. Bueno, ¡al menos terminó la novela!

Mi padre se asomó por la escriquillá ventana, hasta le costaba hacerlo por el reflejo de miedo en su interior.
-¡Ayuda, ayuda!- Exclamaba mi mamá al ver el llanto en el rostro de mi hermano.

Mientras la tención estaba, la violencia aumentaba. La invación de Panamá ha llegado, (1989). (Dos días antes del ataque un soldado Estadounidense fue abatido cuando traspazó un retén frente al Cuartél de la Guardia Nacional, lo que fué considerado como el detonante del conflicto).

Cuando de repente se escuchó una bomba retumbar cerca del área, un edificio en dónde habían doscenas de personas. Gritos y llantos presenciaba una y otra vez. Mi barrio llamado El Chorrillo, dónde vivía, había sido masacrado.

-¡Corre, corre!- Gritaba mi mamá en presencia del caos. Podía ver cómo su mirada reflejaba miedo y angustia. No podía tolerar su solloza desesperación cuando decidí ir por ella.

-¡Para, para!- Exclamó mi papá al ver que me vió ir por ella.

Estaba herida, una barilla logró traspasar su pierna al derrumbarse todo lentamente. Me abrazó y me dijo que me ama.
Pequeñas lágrimas acariciaban mis mejillas.
La guerra, ha comenzado.

Mi hermano y yo escapamos de la triste realidad. Mientras observábamos los recuerdos de nuestra infancia desvanecerse en la llamas. Recorrimos lo que alguna vez fue nuestra segunda casa. Mi hermano y yo escapamos de la triste realidad observando los recuerdos de nuestra infancia desvanecerse en las llamas.

Al pasar por el parque de fútbol vimos como la policía perdía el control de la situación, era como si la humanidad se desvaneciera a nuestra vista.

La policía nos miró con una mirada que nos agotó la poca esperanza, nos gritó y nos dijo:
- ¡Corran hacia el norte!, vivan su vida lejos de aquí - . Corrimos como nunca lo hicimos en fútbol mientras todo a nuestro alrededor perdía cordura ante la situación.

De repente se escucho como los extranjeros disparaban su lluvia de victoria cada ves más cerca de nosotros. Por un momento pensamos que era el fin pero de la nada apareció unas personas con un coche dispuestos a sacarnos del lugar. Seguimos la trayectoria pero el auto se quedó sin fuerzas, unas gracias les dimos y continuamos por aquellos vastos campos que de lejos se contemplaba la furia de lo que alguna vez fue nuestro hogar. Campo tras campo, nuestro cuerpo pedía descanso pero nuestros sentimientos pedían alejarse de la realidad. Mi hermano con la sinceridad más grande dijo:
- Hombre, ya no puedo más hay que descansar.

Ambos explotados decidimos parar en un árbol, el famoso árbol de Panamá. Nos fuimos a dormir y al día siguiente una familia del campo nos encontró y nos acogió en su hogar, le explicamos lo que nos pasó. Con gran pena y asombro en su techo nos acogieron.

Asombrados no sabíamos que decir, pero les agradecimos con las siguientes palabras:
- Gracias de verdad pero nuestro padres querían que hiciéramos una vida lejos de este país-,ellos nos miraron como si hubieran sido nuestros padres y nos dijeron:
- Sigan sus sueños nunca miren hacia atrás, miren el mañana y nunca se rendirán.
- Lo único que pudimos hacer fue sonreír con nuestras emociones rotas por la realidad.

Estuvimos viviendo con ellos un mes. Un día en la madrugada nos despiertan y nos dicen:
- Ya es hora corazones, de que sigan hacia delante.- Sorprendidos nos preguntamos con la mirada de qué se trataba, de repente ellos nos dicen.:
- Cogerán un vuelo para Estados Unidos allá está un hijo de nosotros que está dispuesto a darle hogar a lo que progresan.

Ambos decidimos empezar dónde más sueños pudiéramos cosechar, en la ciudad de las oportunidades, Chicago.

Saliendo del aeropuerto nos encontramos con un hombre de baja estatura que tenía nuestros nombres en mano. Rick se llamaba y nos instaló en su hermoso hogar. En el bolsillo sólo teníamos 800 dólares, aproximadamente nos daba para vivienda mínimo dos meses. Teníamos que ingeniarnos un modo de ganar dinero para poder vivir...

 Destello de EsperanzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora