Capítulo 1: Bienvenidos

23 2 4
                                    


Hace un día horrible. Estás caminando sin rumbo alguno por un oscuro camino. Está diluviando, y sientes como las gotas de lluvia resbalan por tu cara. ¿Cómo has llegado aquí? Corres por la tierra mojada, y pisas unos cuantos charcos por el camino. Tu ropa está completamente empapada. De repente, ves una mansión delante tuya. Eso no estaba ahí antes, piensas. Pero necesitas refugio, pues la tormenta aumenta y no parece querer parar, al menos, hasta que pasen un par de horas. Te acercas a la oscura mansión de aspecto tétrico, y tocas levemente en la gigante puerta de madera podrida. Se puede ver una luz adentro de la casa, pero no logras escuchar nada. Un trueno hace retumbar la vieja mansión y ves un rayo que ilumina todo el cielo. Tal vez debería llamar a mis padres, piensas. Coges el móvil para pedir ayuda, pero compruebas que está totalmente empapado y roto. El temor se apodera de tu cuerpo. Te tiemblan levemente las rodillas por el frío y el miedo. Esperas que ningún árbol cercano se caiga y te aplaste como a una simple cucaracha. Esos árboles parecen haber muerto desde hace tiempo. Su tronco carece de color alguno,  y unas ramas afiladas salen de éste, las cuales carecen de hoja alguna. Ahí estás tú, en mitad de la nada, intentando buscar un lugar para refugiarte de esa horrible tormenta. Quién iba a pensar que acabarías ahí. Después de un largo rato de espera, un hombre bastante mayor te abre la puerta. Lleva una bata de un color morado oscuro, unas gafas para ver de cerca y unas pantuflas blancas. Luce un largo bigote negro y rizado. Apenas tiene pelo en la cabeza, se podría decir que está bastante calvo. Tiene una sonrisa un tanto perturbadora, que hace que te estremezcas y que las piernas te tiemblen más aún. Sus ojos negros como el carbón te examinan lentamente. Pasa un rato hasta que decide hablarte. Un minuto que a ti te han parecido horas debido a la incomodidad que tenías mientras te observaba detenidamente. Su voz es grave y ronca, pero tiene un cierto tono de amabilidad y simpatía.

-Oh, ¡aquí estás! Te estaba esperando.Encantado de conocerte...

Sabes que debes decirle tu nombre, pero te callas. No te debes de fiar de los desconocidos, y menos de uno que de tanto miedo como él. 

-Ya veo que no quieres hablar mucho conmigo. No te preocupes. Entra. Veo que estás empapado. Seguro que un buen chocolate te sentará bien. No te preocupes por el estado de la casa. Todavía no se me ha caído encima, y mira que tiene años.-añade riéndose e invitándote a entrar. Tú le haces caso y te metes en la mansión. Hace bastante frío, y hay muchas goteras y bichos por ahí. Menos mal que no estarás mucho tiempo por ahí. Sólo quieres tomarte una ducha, descansar y esperar a que amaine la tormenta para irte de allí lo más rápido posible.

-¿Dónde estamos?-preguntas.

-Estamos en mi casa, ¿o acaso no lo vez?-pregunta, riéndose un poco.

-No, quiero decir que en que ciudad estamos.-vuelves a preguntar, con paciencia.

-Estamos en tu ciudad.

-No lo entiendo.-murmuras confundido.

-Pronto lo entenderás. Ven siéntate aquí.

Decides no preguntar más, porque esta conversación te está dando mucho miedo. ¿Quién narices es él? Tienes el corazón en un puño, y respiras con dificultad. Le haces caso y te sientas en un pequeño sofá rojo. Ésta muy polvoriento, desgastado y roto pero un sofá es un sofá. Necesitas sentarte y asimilar lo ocurrido.

-Dios, se me ha olvidado presentarme. Me llamo William, y soy un antiguo noble de estas tierras. Ya no pasa mucha gente por aquí, por lo que tu compañía nos agradará a todos.

-¿Hay más gente aquí?

-Jeje, por supuesto. Tengo un par de viejos amigos trabajando en la mansión. ¿Te apetece chocolate caliente?

Asientes, pues tienes mucha sed (irónico, ya que vienes empapado de agua) Ya te encuentras mejor, pero no bajarás la guardia en ningún momento. 

*William toca una pequeña campana plateada y acude una señora mayor de aspecto desaliñado. Viste un viejo delantal mugriento y lleva en la mano una escoba. Su cabello es completamente blanco y muy despeinado con un moño. Tiene muchas arrugas en la cara y ojeras. Ella no luce ninguna sonrisa en su cara. Deberá de tener alrededor de 80 años, piensas. Lleva unos calcetines blancos desgastados por el uso. No trae zapatillas con ellos. Uno de los calcetines está roto en su mayoría, pero eso no parece importarle a la anciana.

-¿Qué quiere, mi señor? ¿Quiénes son estos chicos jóvenes?-pregunta la mujer, examinando a cada uno de ellos.

-Se han perdido en el camino y han venido buscando alojamiento. Mary, ¿podrías traerles un poco de chocolate caliente?

-¡Por supuesto! Me alegro de que tengamos visita.

Historias para dormir muy bien [EN PAUSA][ANTIGUA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora