Capítulo 30

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Andrew sintió su piel erizarse al oírla detrás de él. Se volvió rápidamente hacia ella; no supo cómo reaccionar al ver a Ian junto a ella.

— Dom...

— Que sorpresa verte aquí —diji Dom, al acomodar su bolso de mano.

— Bueno... Estaba cerca de aquí y no sé... Se me hizo fácil pasar para ver si estabas. Pero, veo que estás ocupada. Será mejor venir en otro momento.

— No está ocupada —se apresuró a decir Ian—. Así que, si querías hablar con ella, es el momento preciso para hacerlo.

Andrew miró con bastante incredulidad a Ian, quién le sonrió. Después de unos segundos, Andrew se volvió a Dominique.

— ¿Me puedes dar una oportunidad para hablar contigo? —le pidió Andrew.

— Yo...

— La noche es larga —comentó Ian al mirar el cielo—. Y yo salgo sobrando aquí. Los dejo solos.

— Gracias —musitó Andrew.

— Gracias por escucharme —le dijo Dom.

Dominique e Ian se abrazaron y se dijeron un par de cosas. Andrew rodó los ojos. Se sintió incómodo al verlos así.

— Dom, haz lo que te dije, eh —le pidió su amigo al entrar al edificio—. Y tú, deja de ser un idiota con ella. Esta mujer es única como para dejarla perder.

Andrew esbozó una sonrisa y miró a Dom, la cual no quiso mirarlo. Ella se limitó viendo a Ian.

— Por eso estoy aquí —dijo Andrew—. Quiero arreglar todo.

— Pues entonces me voy.

Dom y Andrew esperaron a que Ian se marchara. Él se acercó hasta la joven.

— ¿Cómo estás? —le preguntó él.

— Bien, supongo. Con altibajos, pero sobreviviendo.

— ¿Y el trabajo...?

— ¿Viniste a preguntar cosas tan banales?

Andrew suspiró profundamente. Dom no le quitaba la vista de encima. Ella estaba seria.

— ¿Hay una oportunidad? —preguntó él—. Yo estoy... bastante arrepentido.

— Andrew, no sé si pueda darte una oportunidad. Pensé mucho en tomar esta decisión.

— ¿Cuál decisión?

— Al graduarme, me iré a México. No hay vuelta atrás.

— Yo... No sé qué decir. Ya... Ya no te veré.

— Aún hay días antes de la graduación...

— Pero... Dom, me has hecho falta. Y ahora me dices que te vas. Esto...

Andrew quedó atónito al sentir los labios de Dominique sobre los suyos. Posó sus manos sobre su delgada cintura.

— Sería mentira si te digo que no me has hecho falta —dijo la joven—. Cada día te extraño...

— ¿Esto está pasando? —Andrew la miró sorprendido.

— Sí —Dom rió.

— Fui un imbécil —repuso Andrew—. Un vil imbécil.

— Aquí a nadie se le desmiente —bromeó ella—. Como sea, ya pasó.

— Te hice sufrir, cuando juré no hacerlo —Andrew suspiró—. Eso nunca me lo perdonaré. Tuve miedo.

EL PROFESOR [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora