Había regresado esa tarde en absoluto silencio a casa. De hecho, lo hizo tan calladamente y con tanta rapidez, que Draco nunca se enteró de su retorno hasta las cuatro y media de la tarde, hora en la que salió de su estudio para dirigirse a la cocina y preparar una taza de té. No esperaba encontrar a Harry sentado en la mesa, mirando la ventana como si esperara que en cualquier momento esta comenzara a hablar.

―¿Harry?

Pero no encontró respuesta. El moreno estaba demasiado sumergido en su pasado, recordando lo tristemente ridícula que había sido su infancia. Pensar que llegó un momento en el que inclusive se encariñó con su alacena le hacía tener la duda de que si eso era deprimente o absurdo. Después de todo, había sido solo un niño solitario.

«¡Es solo un niño!»

―¡Potter!

Esa vez, Harry sí volteó. Y Draco quedó pasmado cuando descubrió que esos preciosos ojos verdes estaban llorando, pero que el moreno ni siquiera se había percatado de eso, porque no hacía esfuerzo por ocultarlo. Parpadeó antes de procesar que era Draco quien le hablaba.

―Ah, hola. Ya llegué. ¿Quieres té? ―preguntó mecánicamente mientras se ponía de pie. El rubio, molesto, sujetó a Potter de la playera para jalarlo bruscamente hacia él.

―¿Qué te hicieron? Fueron esos malditos muggles, ¿verdad?

―¿De qué hablas? ―preguntó Harry, desorientado.

―¡Estás llorando, Potter! ―gritó. El auror, sorprendido por sus palabras, levantó el brazo y dirigió la mano hacia su húmeda mejilla.

―Ah...

―Voy a matarlos.

Pero Harry no se lo permitió. Sujetó a Draco, alegando que sus tíos no valían la pena, que no lloraba por ellos, que nada de eso le había afectado. Mentía, por supuesto. Y eso irritó a Draco muchísimo, acarreando que tuvieran la primera gran pelea de su relación. Los gritos cesaron después de un rato, mas no el enfado. Y encima, como si de una ridícula broma se tratase, Harry le había dicho que esa noche tendrían la cena con sus amigos. Y aunque Draco había ido, fue de muy mala manera.

No podía evitar ver a Granger y Weasley y pensar en cómo no habían matado a los hijos de puta que eran los tíos de Harry. Detestó que, pese a ser capaces de lanzarse frente a una imperdonable con tal de defender a su amigo, no podían pararse frente a la casa de sus tíos y mandar a los asquerosos a Azkaban. Y durante toda la cena permaneció enfadado con Harry, que insistía en tener esa sonrisa con sus amigos, asegurando que estaba muy bien. Detestaba cuando el auror fingía ser más fuerte de lo que en realidad era.

Y así, en silencio, habían llegado a casa. Sin mirarse, sin hablarse. Porque Harry sabía que el enfado de Draco radicaba en la preocupación que sentía por él, lo que confirmaba cuánto lo amaba. Sonrió con tristeza, entendiendo que le debía al rubio una disculpa por su comportamiento.

Movió su cuerpo de la orilla de la cama y se subió a esta para gatear y llegar hasta Draco, que mantenía los ojos cerrados, con el cuerpo ladeado.

―Lo siento, Draco ―susurró Harry a su oído―. Estaba triste, ¿sabes? Aunque mis amigos saben de mis tíos y no les agradan, desde niño estuve acostumbrado a estar solo y enfrentarlos de esa misma manera. No suelo hablar mucho de niñez precisamente porque me recuerda todas esas ausencias. Porque, aunque tengo personas junto a mí, siento que tengo que ver a mis tíos así. Enfrentarlos solo y superarlos solo. Suena irracional, lo sé, pero es algo que ha quedado así en mí. Lo siento, Draco... no quería preocuparte.

No sabía ni siquiera si Draco lo había escuchado. Y aún si lo hubiera hecho, Harry no creyó que lo perdonaría tan fácil. Suspiró y se acomodó en la cama, sintiendo la espalda de Draco rozar la suya: no recordaba una sola noche en que hubieran dormido de esa manera. Decaído, recordó que ese mismo día estaba en sus planes decirle que estaba organizando una cena romántica en casa, con motivo del día de San Valentín, que estaba muy próximo. Sí, podía ser tachado de cursi, de poco original, de lo que fuera... pero en el fondo estaba seguro de que, a su manera, Draco se uniría a su locura temporal.

Ahora, escuchando la pausada respiración de Draco lejos de él, cuando estaba acostumbrado a sentirlo cerca de su cuello, ya no estaba seguro de que sus planes resultaran como los había esperado. Intentó acomodarse mejor en la almohada al darse cuenta de que esa noche sería muy, muy larga.

~•~

Draco había despertado solo, lo cual no tenía que sorprenderlo considerando cómo se había estado comportando con Harry los últimos tres días. Sus conversaciones se limitaban a monosílabos, no lo tocaba en ningún momento y apenas lo miraba. Entendía que su silencio le dolía más al moreno que cualquier otra cosa, pero Draco aún se sentía enfadado y no encontraba otra manera de demostrarlo, por muy cruel que fuera. Le sorprendía que Harry no se lo reprochara y comenzó a tener la idea de que el muy estúpido del Gryffindor pensaba que se merecía un poco de todo aquello.

Sí. Tenía que ser Potter y nadie más.

Casi podía recordarlo saliendo de la cama con extremo cuidado, animándose a darle un tentativo beso en sus labios, cuando Harry pensaba que aún dormía. Draco no pudo evitar que su sonrisa se formara, aún en contra de su voluntad. Todos los que conformaban el círculo de amistades del auror afirmaban que el Slytherin era un cabrón, un hijo de puta, un maldito arrogante y que Harry se merecía a alguien mejor... pero la verdad sea dicha, no existía alguien mejor para el Gryffindor que él. Después de todo, ambos ya estaban acostumbrados a ser juzgados por otros.

Por eso precisamente, Draco sabía que nadie, ni siquiera los amigos más íntimos de Harry, imaginaban lo distinto que podía llegar a ser; bendito fuese Salazar por ello, ya que tenía una reputación que mantener.

Quizá también esa era la razón por la que no se sorprendió cuando esa mañana, en medio de su despertar matutino, descubrió al Weasley y a Granger acusándolo de darle a Harry una poción de amor. Bufó para sí mismo, riéndose internamente del vergonzoso espectáculo que estaban montando aquellos dos en la entrada de su casa. ¡Por favor! Draco Malfoy no necesitaría jamás de una pócima para conseguir sus objetivos... pero tenía que admitir que tenía su lado divertido ver a la pareja palidecer cuando Harry llegó y, por supuesto, se enfadó con ellos. Merlín, no debería reírse, pero ver las peleas del famoso trío ponía de buen humor a cualquiera.

Oh, de acuerdo, tal vez solo a él.

―No pensé que fueran capaces de eso ―farfulló finalmente Harry, decidiendo que la entrada no era un buen lugar para hablar, así que buscó caminar y dejarse caer en el primer sofá que pudo hallar, con el aspecto cansado que había estado portando los últimos días. Draco permaneció de pie frente al otro, mirándolo. Se suponía que aún seguía enojado con Potter.

―No es nada de lo cuál debas sorprenderte. Tus amigos y yo nunca nos agradaremos, Potter.

Harry desvió la mirada hacia cualquier otro lado. No tenía por qué restregárselo de esa manera.

―...pero puedo ser civilizado cuando ellos también lo sean.

Con la misma velocidad con la que Harry actuaba, regresó su mirada hacia Draco, quien se preguntó cómo era posible que el otro no se lastimara con movimientos como esos, aunque en realidad aquello era lo de menos cuando tenía esos ojos verdes mirándolo y devorándolo con ese brillo que Draco jamás afirmaría que extrañaba.

―Supongo que... tendré que volver a hablar con ellos. Tú ahora eres mi familia como ellos lo son. O lo aceptan o entonces... bueno, tendrán que irse.

Draco gruñó. No entendería nunca esa necesidad de Harry de darle a las personas tantas oportunidades, aunque él mismo estaba viviendo aquella fantástica relación debido a esa peculiar característica. Él mejor que nadie debía comprender pero... algo en su egoísta personalidad siempre le decía que quería ser el único al que el moreno diera nuevas oportunidades. Si por el fuera, alejaría a toda la familia Weasley de ser posible.

―¿Sigues molesto...? ―La voz de Harry interrumpió sus divagaciones.

―Potter, eres un dramático. Te gusta hacer todo lo más grande posible, ¿verdad?

Harry sonrió.

―Pero me gusta más agrandar tu polla.

―Entonces, compruébalo.

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