Capítulo 38 - Te extrañé

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—Esas lágrimas, mi niña. Odio esas lágrimas.

Sigo la voz de mamá, ella está despierta ahora. Hace una mueca y, poniéndose de pie, viene hasta la cama. Se sienta en la orilla y enjuga mis lágrimas con mucho cuidado antes de tomar mi manos.

—¿Dónde... está... él? —Todavía tengo una pequeña punzada en la garganta al hablar, y mi voz se escucha rasposa y rara, pero va mejorando.

Mamá es lista, ella sabe de quién hablo.

—Quizá deberíamos esperar a que estés cien por ciento recuperada antes de tocar este tema, Allie.

—Por favor...

Ella hace una mueca, respira hondo y asiente.

—Tu padre está detenido, hija.

—Tú... —parpadeo, ella niega con la cabeza.

—No, no es por mí que él está allí. Honestamente, Allie, tú has sido mi única prioridad los últimos días. Desde que te vi en el suelo, luchando por respirar... —niega con la cabeza, liberando un par de lágrimas—. Yo solo podía pensar en ti. En que tenía que hacer todo lo posible para que vivieras.

»Tu padre se presentó en la comisaría declarándose culpable de asesinato. A estas alturas ya deben haberle informado que sigues viva, o es lo que espero. Yo no lo he visto, y no planeo ir a verlo hasta que tú dejes este hospital conmigo.

Siento más lágrimas brotar mientras trato de asentir.

Todo es una locura.

—Okay —murmuro, no sé qué más decir.

—Vamos a hablar sobre todo esto cuando estés fuera del hospital, cariño. En este momento solo preocúpate por recuperarte —sorbe la nariz y comprueba la hora en su reloj de pulsera—. La hora de visitas comienza en diez minutos, los demás querrán pasar a verte. ¿Estás bien con eso?

Apenas muevo la cabeza en un mínimo gesto que pretende ser un asentimiento. Mamá me sonríe, me da un beso en cada mejilla y luego se pone de pie para recoger sus cosas antes de salir.

Una enfermera viene a comprobar mi estado. Es una mujer muy sonriente y cálida. Cuando parece que ha terminado su trabajo, ella solo se queda viéndome a los ojos por unos segundos.

—Tu chico tenía razón —me dice—, tienes unos ojos preciosos.

Le observo con algo de confusión. Ella se encoje de hombros y me regala una sonrisa más antes de salir, dejándome a solas.

Abro y cierro mis puños, tratando de obtener aunque sea un poco de movimiento. No es agradable tener que seguir acostada cuando quisiera poder estirarme y dar una caminata.

Cuando la puerta vuelve a abrirse, Lena y Ryan entran.

—¿Cómo se está sintiendo mi hermana favorita?

Le frunzo el ceño.

—Soy la única que tienes.

—Sí, y tu voz se oye terrible.

—Gracias hermana —pongo los ojos en blanco.

Lena se acerca lo suficiente para poder besar mi frente.

—Sabes que te amo —murmura antes de besar ahora mi mejilla—. Y estoy muy feliz de poder hablar contigo de nuevo —sorbe la nariz, sus lagrimas me caen encima—. Estaba tan preocupada, te amo mucho Alexis...

—Oh, no. La mujer está llorando. Ray, por favor, quítamela de encima —digo a son de broma, lo que hace que Lena me de una mala mirada, pero sonría de todos modos.

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