Medicina casera

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Sawada Nana tenía una extraña percepción de la realidad, eso cualquiera podría notarlo con sólo verla o escucharla hablar, tanto que no podía comprender la cara de impresión de las demás madres cuando contaba con una enorme sonrisa que su hijo andaba de novio con un chico.

Si bien es cierto que Tsuna y los demás ya estaban acostumbrados a esta situación, había un detalle que estaba empezando a convertirse en un problema: Cada vez que Gokudera iba a visitar a su pareja, su suegra lo invitaba a cenar, sin darse cuenta de que el italiano ahí se encontraba a su hermana e inmediatamente caía enfermo. El chico Vongola intentó explicárselo de la manera más simple pero no hubo caso, y ya era preocupante el número de veces que el pobre muchacho sufría estos ataques por semana.

-No te preocupes por mí, Juudaime.-Esas fueron sus palabras mientras se despedía, pero su cara pálida con leves tonos casi azules no ayudaban mucho.

-¿Cómo quieres que no me preocupe?-Tenía miedo de dejarlo ir y que quedara tirado en la calle hasta el día siguiente, realmente se veía mal.

-Estoy...acostumbrado, te avisaré cuando llegue a casa ¿está bien?-Y luego de un corto beso, se despidieron y el castaño fue a encerrarse a su habitación, enfadado profundamente por la actitud de todos en casa. Primero su madre que no se daba cuenta de nada, segundo Bianchi que sabiendo perfectamente lo que pasa no hace nada al respecto, y por último Reborn que casi le vuela la cabeza de un balazo cuando intentó preguntarle por una solución, definitivamente se había cansado de dar consejos.

A pesar de andar todo el día juntos en la escuela, era diferente eso que estar en casa, quería pasar un rato tranquilo y agradable con su novio y siempre terminaba en desastre. Más aún, odiaba la impotencia de ver enfermo a su ser amado y no poder curarlo. De pronto tuvo una pequeña idea: "Si no se puede prevenir que esto ocurra, debe haber una medicina que sane ese dolor al instante", se dijo a sí mismo, decidido a encontrar un remedio para la Bianchi-fobia.

No tardó nada en poner en práctica su idea, fue en tan sólo dos días más que Gokudera volvió a caer a los pies del escorpión venenoso. Estando ya en la cama del décimo Vongola, intentaba normalizar su respiración y de algún modo dejar de sudar frío.

-Estoy bien, estoy bien.-Repetía una y otra vez, intentando calmar al preocupado Tsuna que lo cuidaba, como ya era costumbre.-Mientras más la vea, más me acostumbraré y ya no pasará esto.

-Gokudera-kun, han sido cientos de veces desde que llegaron a Japón y nada mejora.-Dejándole un paño sobre los ojos, se puso de pie con el fin de poner en marcha su plan.-Por eso...he estado pensando en algo que pudiera ayudarte.

-¿Eh? N-no tienes que hacerlo, es algo que debo superar por mí mismo, en serio.-Pero sus palabras ya no llegaban a oídos de su novio, tenía un plan que a su juicio era perfecto, o al menos pondría todo de su parte para que así fuese.

-Ya vengo, voy por la medicina.-Sin poder ver nada todavía, el guardián de la tormenta escuchó la puerta y sólo pudo suspirar, había probado toda clase de métodos para intentar quitarse esa debilidad y nada funcionaba, era inútil. Pasaron los minutos y empezó a ponerse ansioso, sin saber bien porqué, tal vez su versión idealizada de Tsuna le hizo creer por un momento que su genialidad lograría curarlo milagrosamente, después de todo estaba hablando de su Juudaime. El ruido de la puerta abriéndose hizo que se sobresaltara.

-¿J-Juudaime?-Juraría que eran sus pasos, pero debía asegurarse antes de cometer algún tipo de error, conocía bien lo inoportunos que podían ser todos allí.

-Gokudera-kun, espero esto...te alivie.-No pudo aguantar más la curiosidad y, dejando caer el paño al sentarse en la cama, se encontró de frente con algo que ni en sus sueños más extravagantes hubiese podido hallar.

Medicina casera [5927]Where stories live. Discover now