I.

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Cass.

<< El cielo es bastante azul, bastante. Como si se tratara de un lago cubierto de esponjas flotantes...
—Es solo un sueño...
—Luce tan real, me gustaría... Hundirme en el...
—Morirías...
—No... Estaría a gusto, jugando con aquellas esponjas...
—Estas delirando... >>

—Cass, hija, despierta.

—Uhm...

—Vas a llegar tarde si no lo haces.

—No... Quiero... -se removió sintiendo las sabanas sobre su cuerpo; ya no eran las nubes que deseaba tocar.

—Es tu primer día, necesitas ir. Ademas, prometiste ir con él. Mejor dicho, lo obligaste a que te llevará.

—Má... -sintió como el peso extra que estaba a su lado se alejaba y suspiro, no era algo que realmente deseaba hacer. Levantarse. Qué gran problema.

—Te espero abajo -fue lo último que dijo la voz de su madre antes de que la puerta fuera cerrada.

Dejó que sus ojos se abrieran y fueran acostumbrándose al lugar que tenía frente a ella. Su habitación, la alfombra blanca, la pared pintada de azul celeste y uno que otro póster de sus bandas y cantantes favoritos. Todo estaba en su lugar.

—Feliz lunes -se desperezó entre las sábanas y se levanto casi tropezando con las mismas. Salió de su habitación y con recelo observó ambos lados del pasillo —No hay moros en la costa.

Camino en puntitas hasta llegar al baño y acercó su oreja, no se oía nada. Llevo la mano al pomo de la puerta, más rápidamente esta se estrelló contra su cara.

—Mierda -se quejó llevando ambas manos a su rostro.

—He chocado contra un alíen -la voz masculina y a la vez cantarina le hizo mirar al frente.

—Al -farfulló con enojo.

—Buenos días, Moore -frente a ella estaba su simpático "hermano". Estaba semidesnudo, con solo una toalla que rodeaba su cintura. Aún podía ver las gotas de agua sobre su torso y...

—Muévete -le vio hacer una exagerada reverencia.

—Como usted ordene, reina alíen -sin espera lo empujó y entro cerrando la puerta en la cara del azabache.

—Imbécil -se miro al espejo y agradeció que no le hubiera quedado un moretón por el golpe. Suspiro y fue deshaciéndose de sus ropas sin despegar la mirada de su reflejo.

Simplemente, no era feliz consigo misma. Era... Perfecta. Según su madrina.

Cabello negro como el carbón, ojos azules , piel porcelana que no lucia para nada mal.  Labios pequeños, cuerpo delgado y un rostro parecido al de una muñeca.

Esa no era ella.

No estaba conforme.

—Muévete o juro que no te llevaré -Al había golpeado la puerta sin un toque de delicadeza.

—Ya voy -se alejó de aquel reflejo y fue a tomar una ducha rápida.

***   ***   ***   ***   ***   ***   ***   ***

—¿Llevas todo?

—Si.

—¿Todos tus libros?

Suspiro —Si.

—¿Dinero, llaves, alguna mentita?

—Madre, sí.

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⏰ Ultima actualizare: Jun 12, 2016 ⏰

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