La verdad es que no le importaba demasiado, ahora ya nada importaba.

Continuó dando vueltas bajo la manta durante horas, obligándose a ignorar las imágenes de aquella noche: el cuerpo de Lucia manchado de rojo, tirado en el asiento trasero. Carlos echado sobre el volante, en su frente una enorme herida que supuraba gotas de sangre... Inmóviles, los dos.

Luego las luces, las sirenas... las voces que gritaban, sus cuerpos siendo arrastrados fuera del vehículo.

El tiempo pasó de forma extraña desde que se salieron de la carretera hasta que los equipos de emergencia les sacaron del coche, y a pesar de que los recuerdos solo eran una sucesión de imágenes y sonidos difusos, seguían empeñados en no dejarla dormir.

Solo quería descansar, sumirse en un eterno sueño que le hiciese escapar de aquel infierno...

¿Por qué tenía que ser todo tan difícil?

¿Por qué tenía que ser todo tan difícil?

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La primera luz del alba la sorprendió despierta, enredada entre las mantas. No estaba segura de haber dormido durante la noche. Sólo era consciente de haber rondado un estado de duermevela inquieto y desagradable.

No se sorprendió al ver en el espejo que el cansancio y el dolor habían consumido su rostro, hundiéndolo contra los huesos de sus pómulos ¿Qué importaba su aspecto? Se alisó el pelo con desgana y se dispuso a dar un paseo por el pueblo.

El gélido viento del norte la golpeó nada más salir. Agradeció el frío que acariciaba su cara. Caminó sin rumbo, dejando a su espalda la vieja casa familiar llena de recuerdos de su niñez. «Más momentos malos que buenos», pensó mientras avanzaba por la acera, llena de molestos adoquines que se clavaban en sus pies.

Paseó lentamente, perdiéndose en la maraña de callejuelas que daba forma a aquel maldito pueblo. A ambos lados de la calle, las pequeñas casitas de paredes encaladas y techos de tejas marrones, la inundaron de recuerdos de su infancia: su primer beso, su primer cigarro... A unos metros de ella, una bolsa voló sobre el suelo, totalmente ajena a su dolor. La observó danzar hasta que quedó atrapada en el tronco de un naranjo.

Aún era demasiado temprano, las calles estaban vacías, sumidas en un estado de vigilia que la relajaba. La verdad es que no le apetecía encontrarse con sus antiguos vecinos.

Una puerta se abrió a unos metros de distancia. Ángela vio salir a Luis de su interior. Le observó divertida, esperando a que él la viese.

Luis había sido el tío bueno del pueblo durante sus años de juventud, y ella había sido su novia durante un tiempo... juntos perdieron la virginidad en el asiento trasero de un viejo Ford, en un carril poco frecuentado a las afueras del pueblo. Aquel chico siempre había estado enamorado de ella y fue el único que la apoyó cuando se quedó embarazada. Se cruzó de brazos y no pudo disimular una sonrisa. Luis se volvió, miro hacia ella, se metió en el coche y se marchó; exactamente igual que el padre Santiago.

Sombras #PremiosPure #Wattys2016Donde viven las historias. Descúbrelo ahora