Al final no era un juego

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—Lo torturas demasiado. Pobre, con lo bueno que es —me reprendía Sara, mi mejor amiga. Al principio le parecía gracioso verme atormentar al profesor de matemáticas, luego empezó a sentir pena por él.

Por días esperé a que nos devolviera el examen, pero no lo hizo. Nos aseguró que no valdría nota, que era un repaso general antes de acabar las clases. Yo estaba ochenta y uno por ciento segura que el sentirse abochornado por mis respuestas eran la causa principal por la que evadía devolvernos el examen.

En algún punto entre la última y penúltima semana de clases decidí dejarlo en paz. Ya me había divertido a su costa todo el año.

Recuerdo claramente la expresión que puso aquel día cuando levante la mano y le pregunté una duda real sobre la materia. Él no cabía en sí de desconcierto. Imaginó que se trataba de otra broma, que en algún momento saldría con una sandez. Me examinó cavilando, como si estuviera enferma o me hubieran abducido los aliens dejando una mala copia de mí. Después volteó a la pizarra y despejó mis dudas.

Por algún motivo tomó el hecho de que me comportase seria y respetuosa con él como una nueva forma de reírme a sus espaldas. Yo lo había vuelto desconfiado, y no era para menos.

Cuatro días antes de la graduación tuvimos nuestra última clase. El verlo despedirse de nosotros me partió el alma. No sabía por qué, pero a él lo iba a extrañar más que a ningún maestro o amigo del colegio. Minutos antes de concluir la clase sentí un nudo en la garganta y el brote de lágrimas fue inevitable. Intenté cubrir mi rostro con un libro, luego salí de allí corriendo en cuanto tocó el timbre. No podía verlo, y menos con una actitud tan ridícula. Por suerte nadie me vio. Nadie hubiera esperado ver a Bianca, la alumna más terrible y pesadilla de los maestros, llorando como una niña durante la última clase de matemáticas.

Estaba dispuesta a salir sola del colegio ese día cuando Cristian me dio alcance. Aquello me sorprendió, no esperaba verlo más después de la séptima hora.

—Voy a ir caminado también ¿puedo acompañarte? —me preguntó poniéndose a mi lado. Yo no supe qué responder, sí quería ir con él, sólo no estaba segura de poder contener las lágrimas. De todas formas asentí, era una buena oportunidad de disculparme por todas las malas pasadas del año.

Caminamos en silencio un par de cuadras. Yo lo seguía a él, o él me seguía a mí, no estaba segura. Caminábamos sin rumbo en realidad, ya que yo no vivía en esa dirección y estaba segura que él había ido al colegio en su auto esa mañana.

—Voy a extrañarlos —habló de repente.

—Apuesto que al siguiente año te olvidarás de nosotros una vez que tengas nuevos alumnos —mencioné sonriéndole.

—No, ustedes fueron mis primeros alumnos, dudo mucho que los olvide, y menos a ti. —Me miró dulce, pero con reprimenda.

—Sí... te puse las cosas difíciles este año. Lo siento, me pasé de los límites muchas veces. —Dejé de caminar y lo miré de frente, dando a conocer que de verdad estaba arrepentida; aunque lo mucho que me había divertido no me lo quitaba nadie.

Él asintió y nos pusimos a caminar de nuevo. Inesperadamente y sin mirarme preguntó:

—¿Lo hacías solo por fastidiarme o de verdad te gusto?

Quedé en total shock al escucharlo. Ahora sí no sabía que decir. ¿Me gustaba? Posiblemente sí, aunque... probablemente no sólo me gustaba, me encantaba. No sé en qué momento aquello había dejado de ser un juego y encubiertamente le decía lo mucho que lo quería. Pero no podía decirle eso. ¡Por supuesto que no! sería herir mi orgullo el aceptar que estaba locamente enamorada de él, más todavía si aquello no iba en serio y era ahora él quien me gastaba una broma.

—¿Por qué preguntas? —Después de meditarlo unos momentos evadí la pregunta con otra. Él sonrió de lado antes de responder:

—Porque tú a mí sí me gustas mucho.

Juro que en ese momento un hechizo malévolo cayó en mí convirtiéndome en una estatua de piedra, o había mirado hacia Sodoma convirtiéndome en una estatua de sal; en cuyo caso sólo deseaba que una fuerte ventisca soplase y me llevase con el viento.

—No es divertido cuando a ti ponen nerviosa ¿no? —se burló de mí.

—¿Te estás haciendo el gracioso conmigo? —Regrese a mi estado biológico normal y me enojé.

El volvió a su semblante serio y se enmendó:

—No, por supuesto que no, te lo digo en serio.

—Gracias —respondí... ¿gracias? ¡Qué clase de respuesta estúpida era esa!

Si la tierra podía ser destruida por un meteorito ese era el momento. ¡Dios, por qué no puedes acabar con el mundo en este instante! imploraba interiormente mientras mi cuerpo se tensionaba y miles de mariposas amenazaban con atravesar mi abdomen.

Lo miré completamente roja y reí con nerviosismo. Él se dio cuenta del debate interno que tenía y se rió conmigo. Me sentía tan estúpida en esa situación. Siempre había sido cínica y sincera, si debía decir algo lo hacía sin pelos en la lengua. Extrañamente ahora no podía.

"Te quiero y estoy loca por ti" eso era lo que debía decir en ese momento, mas no podía, era incapaz. Yo, la gran Bianca, reina de la franqueza no podía repetir esas palabras. Lo irónico del asunto era que muchas veces se las había dicho, nunca en serio claro, simplemente se lo repetía en mis constantes y falsos acosos.

—Yo... te quiero desde hace mucho, pero era tu maestro, era incorrecto. Pensé que ahora que salgas del colegio podíamos tener algo... —me dijo tan nervioso como cuando lo molestaba en clases–. Mejor olvídalo, lo siento. Debí suponer que sólo jugabas —se disculpó caballerosamente, dando por perdida la batalla. Estuvo a punto de irse y yo lo detuve. No podía dejarlo ir con la idea equivocada.

—¡No! espera. No era un juego. Yo creí que sí, pero... me engañaba a mí misma. —Bajé la mirada totalmente avergonzada con el corazón latiéndome a mil por hora.

Él se acercó a mí, puso su mano en mi mentón. Lo mire, él me miró y me besó. Suave y dulcemente sentí el roce de sus labios. Aquella fue la primera magnífica sensación que compartimos, mas no la última. Así en silencio, continuamos el camino, esta vez tomados de la mano.

FIN


Al final no era un juegoWhere stories live. Discover now