Capítulo 28, parte dos.

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Dani


María sube a mi coche después de habérselo pensado un par de veces. Está empapada de arriba a abajo y la camiseta de tirantes blanca que lleva puesta, le transparenta todo el sujetador negro de encaje que lleva debajo. Entra por la puerta sin decir absolutamente nada, ni siquiera un simple "Gracias".


—De nada —le digo irónicamente, esperando una respuesta.

—Gracias, Dani... —Contesta refunfuñando.

—¿Dónde te llevo? —Le pregunto, pensándolo bien, se me han ido las ganas de seguir siendo simpático con ella.

—A mi casa —dice, pero antes de preguntarle dónde, me da la dirección. Creo que me habrá leído la mente.


Doy media vuelta en la primera rotonda que pillo y vuelvo hacia atrás. María vive justamente en la otra punta de la zona. No entiendo cómo ha llegado hasta esta zona corriendo, por lo que decido preguntárselo.


—¿Puedo preguntar qué hacías por esta zona, si vives prácticamente en la otra punta? —le digo, algo extrañado y rompiendo el silencio que se estaba creando dentro del coche.

—¿Por? —Me pregunta desconcertada y sorprendida.

—Simple curiosidad.

—¿No te han dicho que la curiosidad mató al gato? —Me responde intentando que olvide la pregunta.

—Sí, ¿y a ti que el gato murió feliz?


Le callo la boca hasta la próxima calle y de repente contesta:


—Supongo que necesitaba evadirme tanto que he llegado hasta allí.

—¿Supones? —No sé por qué pero no la creo.

—Sí, Dani.


No digo nada más. Conduzco el trayecto restante en silencio y ella hace lo mismo. Sería capaz de parar el coche aquí mismo y hacer que bajase, pero después de lo que ha hecho esta mañana por mí, esto es lo mínimo que le debo.

Llego hasta la puerta de su casa y paro el coche.


—Gracias de nuevo —dice antes de abrir la puerta.

—Nada —respondo.


Abre la puerta y sale de mi coche sin decir nada más. Ahora sí que estoy completamente extrañado. Pero esta tía de qué va.

Acelero y salgo de allí. Paso de preocuparme un minuto más por ella. Pongo la radio. Suena "Alive" de Sia. Yo no sé qué tiene esa canción que me pone tanto. Seguramente será su voz.

Sigo conduciendo sin saber realmente qué cojones hacer. No me apetece irme a mi casa. No sin Sophie. Pero debería ir, al menos a cambiarme de ropa.

Continúo conduciendo hasta llegar a mi casa y aparco el coche en el párking privado que tiene la finca. Cuando lo hago, subo en el ascensor hasta llegar al sexto piso, aunque el séptimo también es mío. Cuando reuní un poco de dinero, tuve el capricho de hacerme un dúplex.


Voy desnudándome hasta llegar al cuarto de baño y cuando llego, me meto en la ducha sin pensarlo dos veces.


—Joder, ¡qué gusto! —Chillo prácticamente sin poder evitarlo.


Estoy como diez minutos seguidos debajo del chorro de agua caliente, dándole vueltas al tema de María, al tema del chico que ha ido al loft de Cía y pensando en Sophie. Mi cabeza, literalmente va a estallar.

Acabo la ducha dándole la vuelta al grifo haciendo que salga el agua congelada y salgo jodidamente empalmado. Me enrollo una toalla a la cintura y me dirijo a mi habitación.


«Después ya me encargaré de eso», pienso mirando la ropa que he dejado tirada en el suelo.


Me echo en la cama, literalmente y miro el techo. Mis jodidos vecinos ya están follando de nuevo. Si al menos la mujer estuviese buena, me pondría, pero es que tiene más silicona en la cara que un paquete de chupetes. Me levanto a buscar mi móvil y así al menos distraerme y vuelvo a tumbarme en la cama. Después de estar cinco minutos viendo la pantalla de mi iPhone, estallo.


—Decidido, no aguanto más.

Noches entre foliosWhere stories live. Discover now