Alfredo estaba en una habitación muy oscura, no había casi ninguna fuente de luz a excepción de los focos tambaleantes de afuera, llevaba puesto un uniforme de reo color naranja, unas esposas  y una etiqueta, en ella estaba escrito el numero 420. Frente a él se encontraba Job y Oscar, Job estaba malherido por una bala que atravesó su pierna, Oscar presentaba apenas algunos rasguños y una quemadura en su brazo derecho. Había también otros cinco hombres quienes no reconoció y cuyas heridas variaban desde algo ligero y superficial hasta lo grave. La habitación era color blanca por lo que alcanzó a distinguir, en ella no había nada mas que algunos asientos de madera pegados a la pared, a su lado izquierdo había una reja corrediza cerrada, lo correcto era llamarle celda.

Se levantó para ver hacia afuera, se dio cuenta de que había más celdas en el mismo pasillo, en todas había prisioneros con heridas variadas, en una que otra podía reconocer a algún soldado, pero nadie estaba con ánimos de pelear ni en condiciones de hacer un plan, parecía que habían perdido toda esperanza. Desde lejos observó como se abría una puerta, dejando entrar la luz del día por ella. Lentamente venía caminando un hombre robusto con una armadura pesada, en su mano había un pergamino, en su rostro había una marcada sonrisa siniestra. Caminó hasta llegar a su celda, entonces abrió el pergamino y comenzó a leerlo:

  — Prisionero numero cuatro dos cero, su sentencia ha sido escrita, será ejecutado públicamente ahora mismo — Comenzó a abrir la reja — Ahora será transportado hasta el lugar de la ejecución.

Abrió la rejilla y lo tomó del brazo, desde luego puso resistencia pero no sirvió de nada, al momento de resistirse notó un dolor en su brazo y en su abdomen que no le dejó moverse libremente. El hombre lo llevó arrastrando hasta la puerta por la que anteriormente había entrado, la abrió y entro una luz muy intensa que lo dejó cegado por unos momentos. Comenzó a escuchar una voz que cada vez tomaba más fuerza:

— Alfredo despierta amigo, algo está mal.

Alfredo abrió los ojos y se levantó de un sobresalto, no recordaba hace cuanto su corazón no palpitaba a esa velocidad, sentía que le iba a dar un paro cardíaco. Luis no tardó en notar que Alfredo estaba demasiado sobresaltado y rápidamente se acercó a calmarlo.

  — ¿Qué pasa amigo? — Dijo Luis con una clara preocupación en su voz, temía por lo que le estaba pasando a Alfredo.

  — He tenido un sueño, sobre mi propia ejecución, se sentía tan real. No sé donde estaba ni porqué estaba ahí.

  — Ha sido sólo eso, una pesadilla, pero no es algo que vaya a pasar, te conozco y sé que te sabes cuidar muy bien.

  — Tienes razón, fue sólo una pesadilla — Respiró hasta calmarse, tomó aliento otra vez — Ahora, ¿qué es lo que está pasando? ¿qué es lo que está mal?

  — Estaba viendo la televisión, en las noticias han transmitido un ataque desde un helicóptero, la policía lo ha controlado pero no puedo evitar pensar que este ataque está ligado al asunto de los chips, de hecho creo que quien atacó es un soldado enemigo. Se veía muy distinto, su piel era más pálida de lo normal, hasta cierto punto parecía gris.

  — No te preocupes, cuando tenga éxito en la misión, esto va a terminar, mientras tanto la policía parece estar haciendo un buen trabajo, y en caso de que fallaran, aún queda el ejército y este departamento.

  — Sé que tendrás éxito, te deseo mucha suerte — Se acercó y abrazó a Alfredo, hecho esto, Luis salió por la puerta sin decir adonde  iba.

Alfredo continuaba en la recuperación de su sobresalto, la tele seguía prendida mostrando las noticias y en ellas aparecía los restos del helicóptero y los destrozos causados. Una vez calmado se levantó, apagó la televisión y salió a prepararse y desayunar.

British Secret Governmental ServiceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora