Capítulo 1

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Era un día soleado en la madriguera, Harry y Hermione se habían mudado al genial hogar de los Weasley.

Todos se encontraban en el jardín jugando quidditch (hasta Hermione, wow). Parecía el día perfecto. Un poco de sol y escobas. ¿Alguien podía pedir algo más?

—Harry, querido—dijo la señora Weasley—, ¿qué te parece si vas a buscar unos refrescos?

—Claro, señora... Molly.

El chico ya había bajado de su escoba, y se dirigía al interior de la casa para cumplir su misión.

—¡Yo te acompaño!—gritó desde lo alto Ginny, quién bajó como un rayo de su escoba. Los dos fueron hacia la cocina.

Cuando llegaron, los dos cogieron los refrescos.

—Ey Harry, ¿por qué eres tan lindo?—preguntó Ginny con una voz angelical, que a Harry le pareció adorable.

—Porque soy Harry Potter, desde luego—dijo Harry—pero no soy más lindo que tú—dijo acercándose a ella con una sonrisa pícara, soltando lo que llevaba en las manos en cualquier parte.

—¿Ah, sí?—Le siguió el juego, Ginny—Bueno, si soy tan linda, demuéstralo.

El beso no se hizo esperar por parte de Harry. Era un beso dulce, aunque luego fue ganando pasión, y ahora se desataba un baile de lenguas, bastó una milésima de segundo mientras se separaban para tomar aire para que los dos se dijeran lo que no se habían atrevido a decir:

—Te amo

"¿Lo escuché o lo imaginé?" Era lo único que podían pensar. A medida que el tiempo pasaba, aunque era casi imposible, se juntaban cada vez más, aunque uno pensaría que sí se juntaban más, se romperían la nariz.

Poco a poco los dos iban perdiendo el conocimiento. Lo último que Ginny recordó haber hecho fue poner sus dedos en la nuca de Harry. Cuando al fin volvieron a la realidad, fue por un carraspeo a la entrada de la cocina. Los dos se separaron tan rápidamente que parecía que les hubieran lanzado un hechizo para separarlos.

Estaban tan rojos que el color de la cara de Ginny le hacía competencia al de su cabello, y Harry parecía un verdadero tomate. Cuando voltearon a ver quién estaba en la puerta vieron a toda la familia Weasley y a Hermione parados en el umbral de la puerta, todos los varones (excepto el señor Weasley) estaban rojos, pero no por vergüenza como Harry y Ginny. No. Ellos estaban rojos de rabia.

—¡¿Pero qué hacías con NUESTRA hermanita?!- Dijo Ron haciendo énfasis en "nuestra".

Harry no dijo nada. Sintió que un nudo amarró sus cuerdas vocales y quiso salir de allí pitando. ¿Por qué Ginny tenía que tener 6 hermanos súper-celosos?

–¿Me vas a responder o qué?

–RONALD BILIUS WEASLEY, YA DEJA DE AMENAZAR AL POBRE HARRY, ¿NO VES EL ESTADO EN EL QUE SE ENCUENTRA EL POBRE? ¡Y USTEDES, DEJEN DE MIRARLO ASÍ!–Gritó la señora Weasley mirando amenazadoramente a todos los chicos— Bueno, vámonos–dijo haciendo señas con las manos para que se fueran.

Todos dejaron la cocina y se dirigieron a la sala de estar, esa que le daba una cálida bienvenida a cualquier visitante.

Harry y Ginny estuvieron solos de nuevo.

El pelinegro había estado pensando mucho en algo, pero no se atrevía a preguntarle a Ginny, aunque de alguna forma, supo que era ese el momento indicado para hacerlo.

—Ginny, ¿te quieres mudar conmigo?

Harry Potter: los 19 años vacíosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora