APRENDIENDO A AMAR

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CAPITULO 1

- Escuché que están buscando amansadores en el rancho Los Generales

- el que quiera el puesto tendrá que ser muy bueno porque el patrón de allí es muy exigente

- pues como no, tiene el mejor rancho en la comarca.

La conversación se llevaba a cabo en una posada para caminantes que conectaba a casi todos los senderos que conducían a los diferentes ranchos diseminados por toda aquella región; era un lugar obligado para vaqueros, amansadores palafreneros, montadores y todo lo relacionado con el negocio de los caballos.

El sol se asomaba ya en el horizonte bañando la sabana y haciendo del paisaje un lugar de ensueño, el día apenas comenzaba lleno de oportunidades y buenos presagios, dos jóvenes a caballo se detenían ante la pequeña posada perdida en medio de caminos, monte y caballos; nuestros jinetes desmontaron y amarraron sus nobles bestias en el árbol que para tal fin se elevaba al lado del lugar; eran un hombre y una mujer que atraían las miradas de todos a su alrededor. Los hermanos Dacarly, Johana y Robin, dedicados desde muy jóvenes a la doma y amaestramiento de caballos adquiriendo una amplia experiencia en sus labores acumulada en diferentes ranchos en Estados Unidos, México y Venezuela; hacía unos meses habían terminado sus labores en un rancho de Jalisco, en las cercanías de Guadalajara, de allí salieron hacia el sur embarcándose con sus caballos en busca de nuevas oportunidades. La joven tenia 27 años recién cumplidos, era de buena estatura, hermosa y decidida, no por ser mujer se quedaba atrás de su hermano, muchacho fuerte y aguerrido, de 31 años, ojos cafés muy claros, guapo, alto y elegante en su andar y en su porte, de hombros anchos y músculos definidos; como su hermana soltero y sin ningún compromiso; siempre desde que murieron sus padres, estaban juntos, viajaban juntos y, por supuesto trabajaban juntos conformando un equipo de buenos adiestradores, sus credenciales eran las recomendaciones que obtenían de sus patrones, que sin duda se las entregaban al quedar satisfechos con sus servicios, para aceptar un trabajo los dos debían estar de acuerdo. Al enterarse de la plaza en el rancho Los Generales, sitio al que siempre habían querido ir dada la fama que ostentaba en el gremio, se encaminaron de inmediato hacia ese lugar, teniendo que parar en el camino en el sitio donde ahora se encontraban.

Entraron a la posada pidieron bebidas para ambos, querían comer algo también pero era mucha la sed que tenían, que decidieron calmarla primero.

-salgamos – dijo Johana – hace calor aquí

Una vez afuera sonrieron al ver a un hombre cuarentón que se les acercaba, como ellos, se mostraba feliz de verlos

-¡muchachos! – Saludó- que bueno encontrarlos por acá, hace tiempo ya que no los veía

-¡Clemente Riaño!, pero si eres tú, ¿Qué andas haciendo por aquí?-preguntó Robin

-eso mismo me pregunto yo de ustedes, trabajo para don Eduardo Montenegro en el rancho Los Generales

-nosotros estamos aquí en busca de un buen empleo en ese rancho – comentó la joven- supimos que están necesitados de amansadores

-pues fíjense que si, hicieron bien en venir, ninguno mejor que ustedes para el trabajo, es mas yo mismo los guiaré, son varias horas a caballo pero ustedes pueden con eso.

Todos rieron, terminaron sus bebidas y sin comer nada, montaron en sus caballos y emprendieron la marcha.

Robin y Johana pensaban que era mejor transportarse en sus propios caballos mientras se pudiera, que tener que cargarlos en remolques acoplados a un camión, ellos y sus corceles formaban un solo cuerpo, se sentían libres y capaces de triunfar mientras los tuvieran, eran más que una herramienta de trabajo, eran sus amigos, eran su familia; los habían conseguido en una reserva india en Estados Unidos, verdaderos Mustang, los amansaron y adiestraron ellos mismos. Permanecían en un lugar tan solo el tiempo que demandara un trabajo, intentaban evitar al máximo enredos amorosos, eran aventureros pero no de ese tipo, habían tenido experiencias algo amargas que se decían que no habían nacido para esas cosas, en especial Johana quien solía decir "mi corazón no sabe amar y no le pienso enseñar".

-¿Crees que nos den el trabajo? - preguntó Johana a su hermano – los caballos necesitan descanso y una buena ración de paja, unas zanahorias y sus terrones de azúcar de premio

-estoy seguro de que lo obtendremos – afirmó el joven - dada nuestra experiencia, estaremos allí un buen tiempo.

-que no sea mucho, solo el necesario

- Sabes que estoy de acuerdo contigo pero debemos pensar en un poco de comodidad y mientras estemos haciendo lo que nos gusta, no le veo el problema

-tienes razón –admitió la chica. Emprendieron el galope para alcanzar a Clemente que se les había adelantado y así los tres juntos siguieron a buen paso, si no se detenían llegarían después de unas tres horas de cabalgar, ya estaban acostumbrados a jornadas como esas y aun mas largas, a lomos de un caballo.

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A tod@s, gracias por leer esta novela, no olviden poner la estrellita; perdonen cualquier error ortográfico.

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