Capítulo 1.

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Narra Silvia.

La clase de matemáticas, igual de aburrida que siempre, terminó con un gran timbrazo de la campana. Todos del salón tomaron sus cosas y salieron inmediatamente. Yo espere a que todos salieran para poder ir tranquila a mi casillero y encontrarme con Brenda, mi mejor amiga.

Caminaba por los pasillos llenos de chicas superficiales y chicos populares cuando de repente sentí un golpe en mis costillas.

- ¿Qué hay Silvia? - dijo Carlos, el idiota más idiota de la escuela.

- Imbécil - musité enojada mientras me llevaba mi mano a la costilla, probablemente rota.

- Vamos Carlos, déjala en paz. No merece tu atención.

Y supe quién era sin siquiera mirarlo. Me imagine sus ojos marrones; profundos y perfectos. Sus labios secos, pero besables. Su cabello desaliñado y desacomodado, pero con brillo y sedosidad. ¡Dios mío! No podía ser más perfecto.

- Otra vez te congelaste - Dijo mi amiga mientras veía como Carlos y Cristian me daban la espalda y seguían caminando. - ¿Sigues aquí? - Su mano empezó a agitarse frente a mi rostro con la intención de regresar mis ideas con ella.

- Lo lamento - pestañeé e intenté centrar mi atención en mi mejor amiga.
- ¡Diablos Silvia! - refunfuñó. - debes darte cuanto que ese idiota solo te quiso por sexo.

Sentí un golpe enorme en mi estómago cuando dijo eso. Tome una bocanada de aire e intenté que las lágrimas no salieran de mis ojos.

- ¿Qué pasó con Juan? - le pregunté intentando cambiar el tema.

- Agggh - gruñó. Ni me lo menciones. Ese estúpido se ha acostado con Daphne. - bufó.

- ¿Qué? - exclamé sorprendida.

- Sí. Los pillaron en el baño de maestros.

- ¿Quién? - le pregunte más interesada de lo normal.

- La puta Bea - gruñó.

- Puta Bea - la imite. Pero bueno, algo bueno puedes sacar de esto.

- ¿Qué?

- Tienes derecho a ir al centro y tomarte unas cervezas con tu mejor amiga. - Levante los brazos en señal de victoria.

La tomé de la mano y salimos corriendo del colegio. Aminoré el paso para que Brenda no se sofocará como siempre lo hacía.

- Espera - pidió. - ¿Al centro? - Preguntó mientras hacía un gesto de disgusto.

- Vamos, antes te gustaba ir al centro - la animé.

- No es que no quiera ir Silvia, lo que pasa es que no sé si me padre me deje quedarme hasta tarde por allá.

- Uhm... Dile que he pasado matemáticas y he invitado a muchos chicos y chicas a una pijamada esta noche a mi casa. - le dije mientras le ofrecía mi celular - anda - lo tomo y le marcó a su padre.

Después de haber convencido al padre de Brenda, tomamos un taxi que nos llevará al centro. Una vez ahí nos metimos a un bar. Mi amiga pidió dos cervezas y unos bocadillos.

- Me quiero vengar de Jose - dijo con un tono de voz apenas audible.

- ¿Cómo lo harás? -tomé un trago de mi cerveza. Limpié el rastro de espuma que ésta dejó con mi lengua y comencé a escucharla.

- Me haré novia de alguien de aquí, haré que valla por mi al colegio y veras como José regresa. - Tomo uno de los bocadillos que aún quedaba en el plato y lo metió a su boca.

- Bien, pero no te tardes. - le dije mientras señalaba una bolita de chicos cerca de los baños.

- Ven - me ofreció su mano.

- Mejor iré a tomar aire - le dije al tiempo que me levantaba.

- ¿Estás segura? - me preguntó.

- Si. Te espero enfrente de la librería ¿si?

- Okey.

Pagué la cuenta antes de irme. Cuando salí a la calle el viento golpeo mi cuerpo. Me estremecí. Estaba frío afuera. Jale las mangas de mi sudadera y frote mis brazos para calentarlos.

Caminé un par de cuadras lejos del bar. Un señor de edad avanzada estaba vendiendo chocolate caliente. Me detuve frente al carrito y pedí uno.

- Aquí tiene señorita - dijo el señor mientras me entregaba el chocolate.

- Gracias - le dedique una sonrisa mientras tomaba un poco del chocolate.

Estaba delicioso. La temperatura del chocolate pasó de mi garganta hasta mis pies. Podía sentir como la temperatura de mi cuerpo subía y no me era tan difícil caminar. Me acerqué a un bote de basura para tirar el envase del chocolate. Alcé la mirada y vi una lona.

"LA PRIMERA CLASE ES GRATIS"

Enarqué la ceja y me acerqué a una puerta de madera negra. Tenía una ventana sucia y empañada. Jale la manga de mi sudadera asta mi palma y limpié un poco la ventanita. Me asomé pero no vi nada. En la esquina de la lona alcancé a ver un papelito destrozado por los bordes con un número anotado en tinta negra. Saqué mi celular del bolsillo trasero de mi pantalón y anoté el número.

Volví a guardar el celular en mi bolsillo y seguí con mi camino.

"La primera clase es gratis" me repetí mil veces hasta llegar a la librería.

....

Profesor SalinasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora