A medida que iba avanzando por las calles ausentadas por la gente, me sentía perseguida por los ojos de aquel niño que me había atormentado la noche anterior.

Era imposible no imaginármelo sentado en el asiento del acompañante, mientras aún gritaba que lo ayudara con desesperación.

Necesitaba despejarme y eso no lo lograría en casa, y mucho menos en mi habitación.

Giré en dirección hacia la derecha, tomando por el camino de Pulderwood y me metí en la carretera, en donde los autos comenzaron a ser más frecuentes.

Pocos minutos después, ya estaba en el centro de Climothy.

La gente ahora era por mayores y por más que hiciera un frío de morirse no era impedimento alguno para salir a pasear.

Vivir cerca del centro de mi ciudad tenía sus ventajas: podía venir a caminar cuando me sentía mal y despejarme un poco, mientras veia vidrieras de las tiendas y cada tanto me instalaba en un café para leer un rato.

A pesar de que no tenía muchos amigos, estar con gente a mi alrededor no me hacia sentir tan sola.

Estacioné el auto con mucha suerte de haber encontrado lugar y bajé con mi mochila en el hombro.

Dios, que frío hacía.

En cuanto aseguré la puerta, guardé la llave en el bolsillo de mi campera de cuero y comencé a caminar en dirección al Freed, la cafetería a la que siempre solía ir.

Pasé por Cumbey, el lugar en donde los muy hijos de perra me habían despedido por defender mi postura y me mantuve con la mirada al frente por si por casualidad el dueño del lugar me veia.

Estaba segura de que continuaban buscando a alguien que fuera tan ágil y rápida a la hora de tomar ordenes.

Yo me calificaba como una profesional en ese casi año que trabajé allí.

Con mi café listo y el libro en mi mano, subí a la segunda planta de Freed.

En cuanto me instalé en una de las mesas, le mandé un mensaje a Ethan.

—Estoy en Freed, necesito verte. Ven con urgencia.

Al rato de minutos, él contestó.

—¿Sucede algo?

—¡Sólo ven!

—Espero que lleves el collar puesto, porque voy en camino.

Tragué con fuerza. Toqué mi cuello y no lo llevaba conmigo.

Le diría alguna escusa por el cual no lo tenía, quizás así me perdonaría por mi falta de atención.

Había terminado mi café y había leído alrededor de cuatro capitulos de Luces del sur de Danielle Steel cuando Ethan llegó.

—Hola preciosa.

Para mi sorpresa, depositó un casto beso en mis labios y se sentó frente a mí, dejándome sin aliento. Ese gesto tan intimo no lo había visto venir.

Llevaba una bufanda blanca rodeándole el cuello y tenía un enorme camperon negro que convinaban con sus pantalones de jeans,y su cabello dorado mezclado con mechones castaños le daba un aire más atractivo, resaltando a la vez sus hermosos ojos.

¿Cómo semejante chico podía fijarse en mí?

Al instante me sentí ridícula por lo desarreglada que estaba. Y más cuando no había dormido absolutamente nada.

—¿Te vas a quedar allí, mirándome sin decir nada? —su voz me hizo sobresaltar un poco.

Apretó los labios, esperando mi respuesta y parecía realmente inquieto.

¿Estaba enojado conmigo?

—Lo siento —me disculpé apenada y me preparé para decirle el motivo por el cual lo llamé—.Mira, sé que esto te sonara loco y que quizá quedes espantado con lo que te diré. Es más, ni siquiera sé por qué te lo cuento a ti, pero anoche...

—No llevas el collar, Angélica.

Su interrupción me fastidió como nunca, porque para mí era muy importante contárselo a alguien, y mis mejillas tomaron el color de un tomate porque se había dado cuenta a pesar de que mi campera tapaba mi cuello.

—Me lo saqué porque no quería entrar a la ducha con él —me excusé, largando el aliento.

—Pero no llevas el cabello mojado.

—Use el secador.

—Pero podrías habértelo puesto cuando saliste de la ducha.

—Salí a toda prisa.

—Claro, para beber un café en un lugar que es muy intranquilo y que hubieras estado mejor si lo bebías en tu ca...

—¡Simón! —lo interrumpí, fastidiada— ¿podemos discutirlo luego? De verdad, si te llamé es porque me pasó algo muy feo anoche.

Cómo si su enojo comenzara a cesar, aflojó los hombros y dedicó toda la atención en mí, esperando a que continuara.

—Anoche me pasó algo muy extraño . Un niño de alrededor de seis años apareció de la nada en mi habitación, mientras intentaba dormir después de regresar de San Diego. Me pedía ayuda a los gritos y...lo peor de todo es que, sólo yo podía verlo.

Bajé la mirada hacía mis manos entrelazadas, ya que no quería mirar su cara.

Ni siquiera sabía por qué se lo había dicho, es como si fuese una especie de necesidad.

¡Dios si hace apenas un día que lo conocía!

—Si hubieses llevado el collar puesto, ESO no hubiese pasado. —reprochó, pareciendo hablar consigo mismo.

Lo miré rápidamente, con los ojos bien abiertos.

—¡¿Te estás burlando de mí?!

—¡No, estoy tratando de protegerte! —miró en todas las direcciones antes de inclinarse sobre la mesa, como si tuviera miedo a que alguien lo escuchara—Tú eres lo más cercano a Dios, y es inevitable que las almas en pena se acerquen a ti en busca de ayuda. Tu nombre es la respuesta a tus dudas, Angélica.

No te olvides de Angélica.Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ