La Bruja y el Vampiro

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Él se fue después de que intentó liberarse pero ella fue más astuta. La bruja pelirroja, que el pueblo buscaba desesperadamente para derrotar, había protegido lo que mantenía al ser oscuro cautivo. Por un momento ella creyó que era querida, pero él solo quiso liberarse. Estaba sentada en su cama, sola con su enojo y envidia apoderándose de ella. En otra tierra se hubiese tornado verde, pero el hecho de que en ese mundo no hubiese magia le servía de mucho, y podía pasar sin ser notada. Ya en su cabeza se estaba formando su plan de venganza hasta que una voz gruesa pero suave llamó su atención. "¿Qué ocurre en esa cabeza tuya, querida?", habló él desde las sombras, donde ella no podía verlo. "¡Muéstrate! ¿Quién eres?", demandó ella furiosa. Él rió entre dientes ante su carácter. Jamás creyó que encontraría a alguien como ella; que fuese fuerte, sin temor, que sea tan... poderosa. Incluso él sin poseer ni una pizca de magia la podía sentir en el aire como una niebla densa, podía percibir el enojo y hasta podía escuchar el sonido crepitante de su magia en la punta de sus delicados dedos.

Llegando a una decisión, la voz que le habló esbozó una sola sonrisa -lo único que podía ver en la oscuridad - y salió de las sombras, manifestándose bajo la tenue luz de su lámpara. Nunca en su vida había visto un hombre tan hermoso como el que estaba parado frente a ella como una estatua de mármol. Era alto y fuerte, su torso esculpido sobresalía de la fina tela de su camisa, sus hombros eran amplios y sus brazos musculosos. Su piel era casi tan blanca como una sábana, pero su rostro... era de un adonis; perfilado, de facciones rectas y fuertes, y su cabello negro se iluminaba lustroso y sedoso, la envidia de toda chica. De esos labios carnosos provenía esa voz de ángel que había interrumpido sus pensamientos, y sus ojos penetrantes brillaban como miel fundida, la miraban intensamente como si intentara leer sus pensamientos o como un depredador mira a su presa. Estaba atónita ante este ser tan perfecto que se había materializado en su habitación, y su atención volvió cuando él carraspeó su garganta y su sonrisa fue de suficiencia. "¿Algo que decir? Parecía que estabas lista para incinerarme." Ella frunció el ceño, él tenía razón. Habría vuelto cenizas cualquier cosa o a cualquiera que haya irrumpido en su casa e interrumpido la formación y perfección de su plan ―el cual según ella, ya era perfecto―, pero de repente no encontró una razón para hacerlo. "¿Quién eres y qué quieres?" Preguntó ella tratando de que su voz fuera cortante, pero sonó como una niña pequeña. "Soy Adam." Dijo él mientras se sentaba en el borde de la cama, quedando frente a ella. La miró intensamente por unos segundos, unos segundos que le parecieron eternos a la pelirroja y eso la puso nerviosa.

De nuevo su magia se preparaba en sus dedos, por si tenía que arrancarle el corazón y volverlo cenizas. Pero, ¿cómo podría hacerle algo así a un ser tan perfecto que de la nada apareció en su habitación? Seguramente si fuese cualquier otra persona, como su hermana o uno de los idiotas con quien se pasa ahora, lo habría hecho sin parpadear. Pero esta voz y esos ojos tan intensos la tenían hipnotizada, y sabía que debía tener miedo ante lo que dijo después. "Te quiero a ti." Ella se carcajeó con entusiasmo ante tal anuncio y él la miró confundido. "¿Qué es tan gracioso?" Cuando ella logró controlar su risa logró responderle. "Seguro te equivocaste de persona. Tal vez te refieres a mi hermanita querida, la Reina." Él exhaló exasperado ante el tono envidioso de su voz, y su aliento frío le llegó a la bruja y no pudo evitar que sentirse inmediatamente atraída a ese olor dulce e intoxicante; adictivo. "Es a ti a quien busco, Zelena." Murmuró él, casi como un ronroneo mientras acariciaba suavemente la mejilla de la bruja. "Sé que crees que todos prefieren a tu hermana pero..." él tomó una bocanada de aire antes de estar a pocos centímetros de ella. "Tú eres más deliciosa." Un estremecimiento que sacudió su cama recorrió su cuerpo ante esa última frase que pudo significar cualquier cosa. "No temas, no quiero herirte." Él dijo ante el temor que se reflejaba en su bruja. "Te quiero demasiado como para hacerte daño, y eso es lo que más temo."

Tomó su delicado rostro entre sus manos, apenas rozando sus fríos y duros labios con los suaves y cálidos de ella. Su voz se volvió dura cuando dijo "Que pueda herirte. No podría vivir conmigo mismo en paz si algo te pasara." Ella no dijo nada. Simplemente no podía porque no encontraba su voz. ¿Será que este ser ha puesto un hechizo sobre ella para que no hablara? Tal vez eso sea, él podría estar del lado de esos idiotas que se llaman a sí mismos "héroes". Incluso podría ser una cruel broma de su patética hermanita, quien probablemente querría tenerla bajo un hechizo que la detuviera de seguir con su plan. Zelena cerró sus ojos para concentrarse en su plan e intentó liberarse de las frías manos que agarraban su cara y se paró de su cama. "¿Qué quieres de mí?" preguntó ella al encontrar su voz nuevamente. "Ya te dije." Respondió él mientras se posicionó detrás de ella y envolvió sus brazos alrededor de su fina cintura. "No, no me refiero a eso, sé que mientes." dijo ella mientras intentaba liberarse pero no pudo, era como ser abrazado por una estatua. "¿Cómo puedes saber si miento. Ni siquiera me conoces." Luego la volteó para mirarla, sin soltarla por un momento. "Mírame a los ojos y dime si miento. Te quiero a ti." Ella lo miró a los ojos y no vio mentiras, pero no podía creerle. Era demasiado bueno para ser verdad, así que mantuvo su actitud. "Quieres destruirme, ¿no? Detenerme de llevar mi magnífico y perfecto plan a cabo." Él puso sus ojos en blanco. "Qué mujer tan testaruda eres. Pero me fascinas así." Sonrió e inclinó su cabeza para poder presionar sus labios con los de ella y casi inmediatamente ella se sumió al beso derritiéndose en su abrazo. "Ahora eso está mejor, ¿no crees?" Dijo él cuand rompió el beso y ella conectó su frente con el pecho duro de este ser y asintió, quedándose así por un rato. "Qué eres?" Preguntó ella cuando recuperó la cordura - sabiendo que este ser perfecto no podía ser humano - y se regañó internamente al permitirse estar así con este desconocido.- Él sonrió y dijo, "Tu vampiro favorito."

La Bruja Y El VampiroWhere stories live. Discover now