OLFATO. Libro electrónico gratuito del autor Andrés Acosta

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Encontré un hostal barato y dejé mi mochila en uno de los casilleros. Al llegar a la dirección del Szimpla creí que me había equivocado: el lugar parecía una fábrica abandonada  Pensé que me habían estafado por internet y no tenía ni a quién reclamarle mi dinero.

La carcomida puerta del edificio se abrió y salieron algunos chavos hablando a gritos. Antes de que se cerrara la puerta alcancé a ver gente y me metí. Adentro descubrí una nave industrial dividida en ambientes distintos con un gran jardín al centro. Había para escoger y me decidí por la Elektricjungle, una cafetería con viejos aparatos amontonados junto a las paredes: radios como de la época de la Segunda Guerra Mundial, televisores de bulbos y grabadoras de carrete; aparatos enormes, pero que se veían pequeños dentro de la antigua fábrica.

Un grito me hizo voltear hacia el jardín.

—Besh O Drom, Besh O Drom ¡Fantasztikuss!— exclamaba un chavo como de dieciocho o diecinueve años, de chamarra negra de cuero, acompañado de otro con corte de príncipe valiente y una chica muy blanca y ojos oscuros que vestía una camiseta con el arlequín en blanco y negro de Lacrimosa.

Ellos habían llegado tan temprano como yo al concierto. Se sentaron en una mesa cercana a la mía (en realidad era una consola de grabación con un cristal encima), y el chavo de chamarra negra se me quedó viendo. Una mesera se acercó a tomar mi orden y traté de explicarle que quería comer algo con carne, pero no me entendía. Estaba muerto de hambre y ni el inglés ni el alemán me sirvieron de nada. No había una res cercana para señalar con el dedo.

De pronto el chavo de chamarra negra se levantó de su mesa y caminó hacia mí:

—Come vai, ragazzo? Parli italiano?

Capítulo 3 Primera parte:  Continuación de Cómo me hice vampiro

NO ERA la primera vez que me confundían con Italia no. Edin, que así se llamaba el chavo, sirvió de intérprete con la mesera; cuando supo que era mexicano y estaba en Budapest por el concierto de Lacrimosa, me invitó a sentarme a su mesa. Nos comunicamos en inglés.

—Mira, te presento a Draga y a Kemal.

Draga saludó un poco seria, en cambio Kemal fue muy expresivo.

—¿Ustedes son de aquí? —pregunté.

No, Kemal y yo somos bosnios y Draga es croata, pero los lies vivimos en Sarajevo.

—¡Uy, Sarajevo! —dije sin querer, porque me sonó como uno de esos lugares de los que solo se escuchan noticias truculentas.

—Está a la vuelta de la esquina —dijo Edin con toda naturalidad.

—¿Qué era eso de besito... beshodrom que gritabas hace rato?

—Es una frase de los gitanos húngaros. Se refiere a cuando, después de varios intentos, consigues controlar las riendas de tu brioso caballo y puedes seguir tu propio camino, el camino que tú quieres seguir —dijo Edin con un tono de voz emocionado—. Ah, la sabiduría de los gitanos. ¡Ellos sí que saben cómo vivir!

Eso me gustó, Edin era bueno para platicar y tenía un inglés fluido. En cambio a Kemal le costaba trabajo construir bien sus oraciones y las remataba siempre con un ¿Yunó guaramín?; era medio chistoso verlo con su peinado de príncipe valiente, repitiendo a cada rato ¿Yunó guaramín?, ¿yunó guaramín?

Draga era otra cosa. Al principio me dio la impresión de que no hablaba mucho porque Edin era el líder de su grupo. Ella se limitaba a asentir cuando él hablaba y nunca lo contradecía, igual que Kemal.

Como Edin insistió en pagar mi comida, les propuse ir por una cerveza para corresponder a su hospitalidad. Nos cambiamos a otro de los espacios del Szimpla, con un ambiente distinto, de paredes descascaradas y luz negra.

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⏰ Última actualización: Nov 09, 2011 ⏰

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