Lo estoy superando a mi ritmo.

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Limpio las lágrimas que caen por mi rostro pero, en fracción de segundos siento mi cara mojada de nuevo. La servilleta ya está empapada y deshecha, y las lágrimas siguen saliendo. Pongo mi mano sobre la fría lápida una vez más y mi cuerpo se sacude con los sollozos que salen de mi garganta, miro hacia el cielo buscando una traza de esperanza pero no recibo más que un cielo nublado que solo acentúa aun más mi deplorable estado de ánimo.

Me levanto sin ganas y camino unos pasos lejos de la tumba solo para volver mi cuerpo en dirección a ella y observarla por largos minutos. No quiero irme, siento que mi lugar es aquí. Aquí siento paz, tranquilidad, y sobre todo puedo sentir su amor. Sé que debería dolerme estar aquí frente a su tumba pero no lo hace, es el único lugar que se siente correcto para mi, el único lugar al que puedo llamar hogar.

Mi abuela murió hace dos semanas dejándome completamente sola, no tengo a nadie más en el mundo y me siento la persona más patética y triste que haya tenido la desgracia de formar parte de la población mundial. Cada día salgo del trabajo para dirigirme a su tumba y charlar con ella, no me responde como me gustaría pero, al menos estoy cerca de lo último que la acogió, su tumba.

El cielo ahora está completamente oscuro, ni siquiera se ve la luna. Salgo del mausoleo y cierro la puerta con el candado antes de encaminarme hasta la salida del cementerio. Estoy a escasos pasos de la cripta cuando siento unas incontenibles ganas de mirar hacia atrás, siento el peso de una mirada que me pone la carne de gallina.

Nunca he creído en cosas sobre naturales pero, ciertamente mi abuela era una mujer supersticiosa. Me doy la vuelta hacia atrás y miro en la dirección en que sentía la presencia extraña, no veo nada pero sigo mirando, no puedo detenerme. Mas allá hay unos arbustos descuidados que empiezan a crecer más de lo que deberían, mi mirada se posa en ellos y de la nada aparecen dos círculos rojos semi escondidos entre los arbustos. Parpadeo varias veces para percatarme de que no sea producto de mi imaginación pero estos siguen ahí. Siento de pronto unas ganas imparables de caminar hacia ellos, pero cuando voy a dar el primer paso la voz del celador del cementerio me detiene.

- Tania –me llama con su voz profunda y rasposa –no deberías estar aquí –dice y por fin el hechizo se rompe y puedo darme la vuelta.

- ¿No lo puede ver? –pregunto asombrada señalando el punto donde estaban los dos ojos flotantes, pero cuando miro en la misma dirección han desaparecido. Me quedo en shock por unos segundos hasta que la voz del guardia me vuelve a interrumpir.

- ¿Ver qué? –pregunta mirando cautelosamente en la dirección que apunte hace unos segundos.

- Nada –digo y me doy vuelta hacia el –ya me iba –le informo y comienzo a caminar en dirección a la salida. No puedo creer que mis ojos me hayan jugado esa mala pasada, porque no creo que eso haya sido real.

- No puedes vivir así Tania, tienes que superarlo, ella así lo querría –dice el guardia y entonces soy consciente de que está caminando a mi lado.

- Lo estoy superando a mi ritmo Joseph –le digo como explicación.

- Tu ritmo es mortal –me reclama con cariño, él y mi abuela eran amigos por lo cual lo conozco desde pequeña –no creas que el otro día no me di cuenta de que te quedaste a dormir en el mausoleo de tu familia –lo miro apenada y trato de inventar una excusa en mi mente.

- Estaba lloviendo y era muy tarde –digo precipitadamente –creí que estaría mejor con mi familia –ahora intento bromear con él si éxito alguno, ya que me mira ceñudo.

- No es saludable –dice autoritario –los muertos con los muertos y los vivos...

- Con los vivos –lo interrumpo y el sonríe amablemente –tú más que nadie deberías seguir tu consejo –le digo y él se encoje de hombros.

Sabachtani | Matthew Daddario.Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang