Alexander DeLarge

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En cambio, Alex...oh, Alex. Él era la clase de chico apuesto con el que todas soñaban, a pesar de que también era agresivo y muy poco le importaba la escuela. Podía faltar por semanas y después volver como si nada hubiera pasado. Siempre estaba en compañía de sus otros tres drugos —Georgie, Pete y Dim—, quienes más de una vez se pelearon adentro de la escuela y todo el tiempo se estaban metiendo en problemas.

Para mi mala suerte, yo era una de las tantas chicas que se morían por él. Alexander DeLarge se había convertido en mi amor platónico.

Pero, de un día para otro, pasó de no notar mi existencia a darme toda su atención.

Siempre aprovechaba cualquier excusa para hablarme en clases e incluso me llegó a acompañar a mi casa en varias ocasiones.

Era la envidia de todas sus pretendientes, tanto que llegaron a hablar mal de mí. Y cuando lo hicieron, Alex siempre estuvo ahí para defenderme.

Con sinceridad, ¿ustedes no se enamorarían de alguien así?

Pues bien, yo como una estúpida caí en su juego. Nunca fui nada importante, sólo una simple apuesta entre él y sus drugos.

Pasado un mes de tener este comportamiento conmigo, Alex finalmente me había invitado a su casa a escuchar a Ludwig Van, propuesta que yo acepté ciegamente.

El día que estuve en su hogar, pude conocer a sus padres y a su mascota: Basil, una serpiente dócil, que me resultó adorable de alguna manera. Quizás sólo por ser de Alex.

Escuchamos al gran Beethoven durante un par de horas en su tocadiscos de alta calidad. Ambos estábamos acostados en su cama, mirándonos el uno al otro y sonriendo cada tanto.

Como ya se pueden estar imaginando, pasó lo que tenía que pasar. Pero había una diferencia muy grande entre nosotros...

Alex fue el primer chico con el que estuve de esa manera.

Y yo...bueno, yo sólo fui una de tantas para Alex. Una sesión de "mete-saca" más.

Aunque en esos momentos, me sentía como la mujer más feliz del mundo, por primera vez me sentía amada y dichosa. Fue una lástima que el gusto me haya durado tan poco.

Los siguientes días, Alex dejó de ir a la escuela. Esto no me sorprendió en lo absoluto, pues era muy común en él. Lo que me sorprendió fue que no respondía mis llamadas ni tampoco las devolvía.

Entonces me comenzaba a sentir más como una estúpida.

Jamás olvidaré el día en el que sus drugos me lo contaron todo.

~Flashback.

—Oh, pequeña Alice. ¿Por qué has tenido esa cara de preocupación durante toda la clase? —Preguntó con curiosidad Georgie, uno de los amigos de Alex.

—No es nada en especial —Respondí sin ganas—. ¿Ustedes no saben nada de Alex? No responde mis llamadas y lo extraño más de lo que se imaginan.

Y como si de un chiste se tratase, todos se echaron a reír.

—¡Se enamoró de Alex! —Gritó Dim—. Vaya, entonces tenía razón. El bastardo nos ganó la apuesta.

—¿Apuesta? —Cuestioné confundida, pude sentir una punzada en el pecho—. ¿De que apuesta hablan?

—Alex nos apostó que podría enamorarte y acostarse contigo en tan sólo un mes —Dijo Georgie entre carcajadas—.  Y bueno, nos ha ganado.

~Flashback.

Desde entonces no lo había vuelto a ver. Me había causado el mayor de los dolores, aún cuando yo había sido sincera con él.

Pero jamás lo había conocido del todo, entonces lo entendí.

Lo último que supe de él, fue cuando lo metieron a prisión y lo condenaron a catorce años. Una parte de mí sintió pena, aunque otra se alegraba. Quizás se lo merecía, no sólo por lo que me había hecho.

Y ahora volvía a tenerlo de frente. Actuando como si nada hubiera pasado entre nosotros y recordándome su traición con tan sólo verlo.

—¿Por qué nunca fuiste a visitarme en la prisión, Alice? —Preguntó Alex con descaro.

—Con todo el respeto que se puede merecer, joven DeLarge —Empecé, tratando de hacer evidente mi molestia—. ¿Es usted tonto? ¿O cómo se atreve a preguntarme eso?

—¿A qué viene eso, mi amada? Nunca te he hecho nada malo.

¿Ahora no recordaba nada? No tenía ni la más mínima idea de lo que le habían hecho en el ahora tan famoso tratamiento, pero no pudieron borrarle la memoria, no. De ser así, ni siquiera me reconocería o recordaría mi nombre.

—¿Usted no recuerda que sólo me utilizó para satisfacer sus necesidades? ¿Acaso aquello no le parece nada malo?

Pude videar como una sonrisa burlona se dibujó en su rostro inmediatamente, haciéndome sentir que lo odiaba todavía más de lo que pensaba.

Me tomó por sorpresa que su expresión no haya durado demasiado, pues pronto comenzó a hacer ruidos extraños, como si estuviera a punto de devolver el estómago.

Sin poder evitar sentir una gran preocupación, me acerqué a él rápidamente y tomé sus hombros con ambas manos.

—¿Alex? ¡Alex! —Exclamé al momento que él se dejó caer de rodillas al suelo—. Por Dios, ¿qué es lo que ocurre?

Pasados unos segundos, Alex dejó de hacer esos inquietantes sonidos y con un gran esfuerzo volvió a incorporarse.

—Dis ...discúlpame. Te mentí todo el tiempo y ahora entiendo que estuvo mal. O al menos...eso creo...eso me han hecho creer —Respondió confundido mientras limpiaba la sangre que aún salía de su nariz—. Espero que nos podamos videar después.

Esto fue lo último que lo escuché decir antes de que siguiera con su camino.

Aún me intrigaba saber qué le había pasado. ¿Por qué estaba golpeado? ¿Por qué estaba solo a mitad de una tormenta? Me quedaría siempre con la duda, no iba a detenerlo de nuevo.

Una parte de mí quiso ayudarle. El verlo solo, con frío y malherido pudo ablandar mi corazón. Pero mi cerebro se encargó de recordarme lo que me había hecho antes. Era una especie de batalla conmigo misma.

Pude sentirme tranquila cuando observé que se dirigía a la casa de un viejo escritor. Ese pobre hombre que había perdido a su esposa y ahora estaba en silla de ruedas.

Seguramente ayudaría a Alex, incluso rece porque así fuera.

La tormenta disminuyó y finalmente pude regresar a mi casa. Vaya que había sido una noche extraña.

As queer as a clockwork orange.

As Queer As a Clockwork Orange (One-Shot)Where stories live. Discover now