CAPITULO 2

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Eventos, dichosos eventos.

    Cuando el taxi paró enfrente del salón de eventos, sentí correr un fresco aire curiosamente raro ya que siendo mayo en esta ciudad para estas fechas parecía horno encendido aún por las noches, lo que agradecí infinitamente ya mi pelo largo y planchado, con la humedad o el sudor solía encresparse al grado de parecer algún tipo de peinado afro mal hecho.

     Al bajar comencé a buscar en mi bolsa la invitación y además cerciorarme de haber traído varios folletos del centro para entregar a nuestros posibles benefactores con la esperanza de poder entregarlos todos para recibir más apoyo en el centro.

    Ya adentro, me topé con una de las organizadoras del evento Doña Silvia Romero, una señora ya mayor que era dueña de una empresa que se dedicaba a la distribución de uniformes deportivos de todo tipo. Ella gustaba de participar en este tipo de eventos políticos, decía que ahí se hacían muy buenos negocios, pero que además eran muy buena oportunidad para encaminar tanto dinero que había de por medio, en causas justas y de beneficio a los menos favorecidos.

    Así fue como desde hacía dos años que la conocía, pues en una ocasión que acompañé al padre Justino a otro evento en el que nos topamos con ella, y al platicarle de nuestro proyecto se interesó mucho por la finalidad del mismo, así que desde entonces siempre que se presentaban este tipo de acontecimientos u otros donde hubiera gente importante que se pudiera mostrar interesados en apoyar, nos hablaba para que estuviéramos ahí y ver qué podíamos conseguir para los niños de nuestra escuela.

   Ella en años anteriores ya había hecho gala de su generosidad donando los uniformes de futbol para los niños de nuestro equipo, lo que los motivaba mucho cada vez que jugaban, ya que con sus brillantes colores y las figuras de los trajes, los hacían sentirse "importantes e invencibles", según decían ellos con una enorme sonrisa cada vez que lograban ganar.

-Hola Carolina que bueno que viniste.

   Me saludó cariñosamente, desde luego yo hice lo mismo y platicamos sobre el evento y de cuánta gente importante se encontraba reunida ahí y de cómo algunos podrían fácilmente  apoyar al centro con becas u otros artículos necesarios que se pudieran necesitar; ella era muy amable y agradable, pero yo tenía que continuar para ir a buscar a las personas interesadas.

    Ya había platicado con varios políticos y empresarios, de los cuales dos se mostraron interesados en el proyecto, y les entregué un folleto para darles nuestros datos, todos eran amables y atentos, aunque no faltaron los dos o tres que intentaron hacer gala de sus "encantos" para tratar de ver si la charla se encaminaba hacia otra dirección. . . claro, siempre los había, ya había aprendido a manera este tipo de situaciones ¡hasta mis frases practicadas tenía!

-Disculpe señor, pero mi finalidad en este evento es solo meramente en beneficio de conseguir los propósitos que apoyen a nuestros pobres niños- lo decía con el tono más lastimero y ofendido posible.

    Era casi inevitable morirme de la risa cuando ellos no hallaban como ocultar las caras de libertinos y sinvergüenzas que tenían, todavía algunos tratando de salvar sus egos ofendidos se atrevían a decir frases como:

-Perdón querida, tal vez entendiste mal, no era eso lo que quise decir- soltando una que otra sonrisita que los salvara de su mal disimulada vergüenza.

O la muy trillada frase, aunque esa sonaba peor para mí:

-¡Linda. . . sólo estaba bromeando!, para inmediatamente emprender la huida y generalmente evitarme el resto del evento.

En fin, había aprendido a darme a respetar y no darle importancia a ese tipo de cosas.

Sin embargo dejando de lado ese tipo de situaciones que no todo el tiempo ocurrían, habían ocasiones que hasta llegaba a disfrutar de charlas amenas y de la sana compañía.

Verte de nuevo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora