Capítulo 2: Mi gran día

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Me levanté lista para el colegio, hoy tenía examen de probabilidad y otro de geografía, las materias más fáciles del universo y por las cuales no tuve la necesidad de estudiar, probablemente en la escuela me daría tiempo de darle una leída a los apuntes para repasar lo que nos ha dicho el profesor, después de todo falta muy poco para que entre a la universidad y quisiera estudiar algo que me permita viajar, así ya mis estudios no se interpondrían con mi carrera en el patinaje.

Cogí las libretas que descansaban apiladas en mi escritorio de madera, mi mamá había insistido en comprarlo, yo repliqué diciendo que no me importaba, que bien podía trabajar en el suelo y con la libreta sobre la cama, eso no representaba ninguna dificultad, pero con un — “lastimarás tu columna y ya no podrás seguir patinando”— fue suficiente para convencerme.

—Date prisa o se nos hará tarde—gritó enérgicamente mi madre mientras yo bajaba por la escalera en forma de espiral, eso dificultaba que mi descenso fuera lento y tardío, una cosa que no había contemplado hasta ahora.

Llegué al pié de la escalera y me colgué la mochila al hombro, mi mochila era de un pony deforme que me había tardado demasiado tiempo en despintar y en cubrir las distintas partes que lograban distinguirse. Nunca fueron de mi agrado esas cosas de niños, pero mi madre no me consultó para la compra de ésta.

Sin decir nada me dirigí al garage para ver la camioneta aparcada en aquel diminuto espacio—mi padre debió hacerla más grande—pensé, pero bueno, no creo que muerto venga y pueda hacer las reparaciones. Otra causa por la que calificar a las Estatales era vital para mí. Pues desde la muerte de mi padre nos la hemos visto difíciles para seguir manteniendo la casa y el premio de la competencia es de medio millón de dólares y sé que eso haría feliz a mi madre y nos ayudaría con los gastos.

—Espero que te vaya bien con tus dos evaluaciones, no quiero que bajes en tus calificaciones por ir a esa cosa del hielo—se vuelve a quejar, lleva toda la semana recordándome que si repruebo o por lo menos bajo mi promedio me sacará del patinaje.

—Patinaje mamá, se llama patinaje sobre hielo—corrijo.

—No importa cómo se llame, el problema es que esa cosa se está comiendo tu tiempo para los estudios.

—Bueno, pero no he bajado nada ¿sí?, así que por favor abstente de tus comentarios en contra de mis gustos, por favor—reclamo con educación, por lo menos no le estoy gritando como harían cientos de adolescentes que yo conozco…sí Chelsea seguramente se pondría a hacer un berrinche en una situación como esta.

Subimos a la camioneta y el rugido del motor pone todos mis sentidos alerta, abro mi mochila y saco las libretas para repasar esperando a que mi madre no me regañe por estudiar ahí, pero es inútil, puedo ver su ceño fruncido en el espejo retrovisor.

—Mamá, si estudié, sólo estoy repasando—me adelanto para que no me regañe desde aquí hasta entrar en la preparatoria.

Ella no dice nada, se ha reservado sus comentarios mientras deja la vista puesta en la carretera y sus facciones se relajan. Algo malo debe estar sucediendo o está recordando algo importante que olvidó, me es complicado leer su rostro, por ahora sólo debo mantenerme alerta, no quiero que se preocupe por mí, suficiente tiene con preocuparse de sus labores como para cargarle un peso más encima.

—Verónica, quiero que me digas si ese auto nos sigue—me dice mientras su boca se tensa en una línea recta.

—Sí—asiento y volteo para asomarme por el vidrio y oh sorpresa, la camioneta de aquel chico nos está siguiendo—mamá, no creo que nos dejen de seguir, puedes bajarme aquí e iré a la escuela, no te preocupes sé quién es—digo mientras hago un mohín, ¡Dios! ¿Hasta cuándo va a terminar esta tortura? ¡Y eso que apenas ayer comenzó!

Corazón de hieloWhere stories live. Discover now