Bob me había visto antes de entrar, y se apresuró a abrirme la puerta y a saludarme de forma demasiado apretada. James estaba ahí también, y luego de saludar a Emily asumió que definitivamente yo no estaba ahí para verlos a ellos, así que me dejaron pasar hacia la parte trasera, en donde la oficina de Frank estaba ubicada. Empujé puerta y mis ojos se abrieron de par en par. Ahí estaba Frank, pero estaba abrazando a una mujer.

No pude decir nada, ¿Qué iba a decir de todos modos? Sentí mi rostro tornarse de un rojo intenso y cerré la puerta de golpe antes de regresar a la parte delantera de la tienda.

— ¿Qué pasó, Gee? —preguntó Bob.

— ¿Frank no estaba? —esta vez fue James.

Pero no le respondí a ninguno de los dos y salí de la tienda, encaminándome en dirección al sur. Era ridículo pensar en marcharme corriendo de ahí porque el flujo de gente era estresante y bastante peligroso también. Y fue quizás por eso que los gritos a mi nombre no tardaron en acercarse, y una calle y media más abajo finalmente Frank me alcanzó.

Nos miramos durante largos segundos, y luego yo quité la mirada y seguí caminando.

— Puedo explicarlo —gritó a mis espaldas.

Me detuve por instantes. Realmente quería que lo explicara, pero parecía ser una tontería. Era bastante obvio lo que mis ojos habían visto.

— No hay nada que explicar —respondí sin girarme.

— ¡Si hay! —gritó una vez más, su voz sonaba desesperada. La gente en torno a nosotros parecía divertida con lo que estaba pasando, pero en cuanto Frank volvió a alcanzarme ellos se marcharon, y accedí a caminar con él de regreso a la tienda. Los chicos parecían tener un arduo trabajo ignorándonos, y cuando entramos a la oficina la mujer ya no estaba ahí. Decidí tomar asiento en su silla, y él cerró la puerta a sus espaldas antes de alzar la mirada para verme a los ojos.

— ¿Y bien? —pregunté.

— Ella es sólo una amiga —comenzó, rodé los ojos. Era una tontería. Una excusa de mierda.

— ¿Y?

— Necesitaba pedirle ayuda —suspiró pesadamente y luego de frotar su rostro volvió a mirarme—, para un asunto bastante complicado. Algo importante.

— ¿Y la necesitabas a ella para eso?

— Sí —asintió—, mis otros amigos son unos estúpidos.

— Podrías haberme preguntado a mí —dije entonces.

— No podía preguntarte a ti. Quiero decir, hubiese sido una tontería.

— Una tontería —repetí.

— No... no me malinterpretes, Gee.

— No hay nada que malinterpretar, Frank.

— Claro que sí. Piensas que estaba engañándote.

— No pienso eso.

— ¿Qué piensas entonces? —alzó una de sus cejas y su mueca era totalmente burlona. Quise golpearle la cara. Pero decidí no hacerlo.

— Pienso que no tienes ninguna responsabilidad para conmigo así que sea lo que sea que estuvieses haciendo con ella da igual. Eres un hombre grande, no tienes que rendirle cuentas a nadie.

— Somos novios —replicó él.

— ¿Lo somos?

Sinceramente no podía dejar de actuar así. Obviamente eran los celos hablando por mí, pero era difícil abandonar el papel de hijo de puta una vez lo adoptaba. Aunque fácilmente me veía sólo como un estúpido haciendo un berrinche. Frank volvió a suspirar y en lugar decirme algo a mí se giró para abrir la puerta y pude ver a James, Bob y Ray ahí.

— ¡Vuelvan a trabajar! —gritó Frank, y sólo entonces se dispersaron.

Frank cerró la puerta una vez más y se acercó al escritorio. Tomó asiento encima, casi frente a mí. Su mirada estuvo fija en mi vientre durante unos largos minutos y luego miró a mi rostro, y se mantuvo de igual modo. Parecía enojado, y eso disminuyó en parte mi enojo porque de un minuto a otro comencé a sentirme vulnerable y algo intimidado por él. Y cuando pensé que no iba a decir nada, él habló.

— ¿Casémonos? —escupió.

Yo lo miré con genuina sorpresa, pero parecía estar hablando bastante en serio. Aunque de todos modos tenía que asegurarme de eso.

— ¿Hablas en serio?

— Sí —respondió con toda la naturalidad del mundo—. Deberíamos casarnos, ¿No crees?

— Pues... —respondí, y era obvio que debíamos hacerlo. No por deber, sino que por una formalidad. Ya estábamos haciendo vida de pareja y pronto seríamos una familia— Sí.

— Así que... —él se mordió los labios— ¿Quieres casarte conmigo?

— Claro —dije de inmediato, y luego de aclarar mi garganta agregué—. Claro... sí quiero.

Ambos nos quedamos en silencio, dimensionando aquello a lo que habíamos accedido de forma tan extraña. Frank parecía estar nuevamente teniendo nuevamente una batalla al interior de su cabeza, pero en cuanto nuestras miradas se encontraron me sonrió y se lanzó al suelo. Se puso de rodillas junto a mí, y de uno de sus bolsillos sacó un delgado anillo plateado. Bastante simple, bastante lindo.

— Estaba pidiéndole a una amiga consejos para pedirte matrimonio, cuando llegaste —me contó—, pero supongo que todas las ideas que me había dado ya no van a servir mucho.

— ¿Qué planeabas hacer? —pregunté.

— Bueno... esta noche iba a cocinar para ti y luego iba a meter el anillo en tu vaso.

— Quizás hubiese terminado en mi estómago. No suelo mirar los vasos en los que bebo —respondí entre risas, él meneó la cabeza.

— Eran ideas como de película —confesó riendo—, una tontería.

Se quedó en silencio cuando le ofrecí mi mano izquierda. Él besó cada uno de mis dedos antes de deslizar el anillo en el dedo anular, y luego volvió a besar mis dedos. Dejó libre mi mano y se incorporó lentamente para alcanzar mi rostro y entonces me besó en los labios, y correspondí al instante.

— Realmente quiero casarme contigo, Gee —dijo contra mi boca—. No lo hago sólo por Emily, lo hago por nosotros.

— Lo sé —respondí en un suspiro—, yo igual quiero hacerlo. Pero cuando nazca... quiero verme bien en las fotos.

Él rió nuevamente antes de besarme los labios. Y desde detrás de la puerta pude escuchar las celebraciones de Bob, James y Ray. 

Gerard ・ frerardWhere stories live. Discover now