Capítulo 49: Señales de Humo

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Me acerco de nuevo a la señora Glenda Jensen, ella sólo me mira extrañada cuando trato de tomar al pequeño en brazos, sin embargo al final cede, y con una sonrisa tan grande iluminando su rostro, supe que mi pequeña acción, le había quitado un peso de encima.

Las lágrimas recorrían sus mejillas, mientras sus ojos se volvían ligeramente rojos por el llanto. La he oído llorar por las noches cuando voy al baño o bajo a la cocina, pero no he tenido el valor de acercarme a ayudarle. Pero es un error que cometí antes con mi tía, y no lo volveré a cometer.

―Usted no está sola Señora Jensen―le dije―. No debe sufrir por algo que no fue culpa suya, son decisiones que otras personas tomaron―al instante ella supo que me refería a su ex esposo―. Sólo que a veces, los más inocentes sufren las consecuencias―eleva la mirada y me mira atenta―. Pero usted no debe cometer el mismo error, porque mientras usted sufre, las personas a su alrededor quedan destrozadas, hágalo por ellos―levanto un poco al bebé―Sea fuerte por ellos, y enséñeles lo que la vida te puede poner, y así ellos sabrán lo que deben afrontar...Siga adelante por ellos.

Sin darme cuenta ya tenía sus brazos a mí alrededor, sujetándome con fuerza. Supongo que era lo que ella necesitaba, una señal de humo, saber que aún había alguien que le brindara apoyo.

―Tu ropa ya está acomodada―me avisa Jane con las manos a los costados.

―Te lo agradezco Jane, no tenías por qué hacerlo―digo rascando mi nuca.

―Pero quise hacerlo―insiste de nuevo.

―Está bien, gracias otra vez―tomo la maleta pequeña con la mano izquierda y con la otra sujeto la grande.

―Le diré a mi hermano que te ayude―se dirige hacia la puerta.

― ¡No, no, no!―la detengo rápidamente―. No quiero que me detengan en el aeropuerto por tráfico de drogas o algo parecido.

―De acuerdo―ríe―. Te ayudaré yo―asiento, satisfecha.

Bajamos hasta la primera planta en donde el resto de los que viven en la casa nos esperan. La Señora Jensen se encargó de llamar a un taxi para que me lleve hasta el aeropuerto, en donde me espera el vuelo hasta casa, o algo así, Mellow Ville no cuenta con un aeropuerto, así que me dejará en la ciudad vecina en donde tía Sandra me esperará para llevarme a casa, o a lo que quede de ella. No quiero ni imaginar lo que ha pasado en mi ausencia, aunque de todas formas no puedo hacerlo.

Me despido de todos, incluyendo a Figgins, para después volverme hacia el espejo de cuerpo entero para cerciorarme de que no me haya colocado nada.

―Adoro tu confianza hacia mi chica vampiro―respondo a su comentario con un guiño.

Después de largas despedidas, y casi llantos por parte de la familia Jensen, me apresuro a subirme al taxi, que arranca en cuanto cierro la puerta.

Soy la primera en bajar del infierno al que llaman avión, busco con la mirada un cesto de basura en el que pueda vomitar, pero el sitio es enorme, parecía una ciudad desierta, sólo logro ver calles, aviones, y uno que otro autobús con gente. Aguanto las ganas de decirles que se detengan, que ese lugar es terrible.

Sin embargo, cuando estoy dispuesta a hacerlo algo detrás del autobús me llama la atención, una mujer.
No lo pienso dos veces, y corro hasta ella para lanzarme en sus brazos, la abrazo con todas mis fuerzas, saciando las ganas que tenía de hacerlo desde hace seis largos meses.

Cuando nos separamos, ella me mira con las lágrimas a punto de salir de sus ojos.

―Mi pequeña―dice acariciando mi mejilla.

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