Parte 5

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La mañana se estaba haciendo pesada para Helena. Problemas y más problemas. Todos solucionables, pero ocupaban su tiempo y mente, además, su capacidad de stress y buen humor estaban al borde. Y ahí, en ese límite invisible estaba por el señor Caseros, molestándola nuevamente. Esta vez, no habiendo firmado el contrato o al menos no habiéndolo enviado a tiempo. Ya era casi mediodía y no había noticias de él, había dicho, en textuales palabras, "Por la mañana temprano estará el contrato firmado y enviado por e-mail". Y el contrato brillaba por su ausencia y, por supuesto, que ella no lo llamaría. Faltaba más. Además, era consciente de que no había urgencia alguna, pero hubiese querido recibir esa información para las credenciales de acceso y la investigación previa de cada empleado. Necesitaba confirmar una fecha de comienzo, en lo posible la planificada, para armar el cronograma y poder combinar el tema del hardware. ¿Acaso ese hombre creía que todo giraba a su alrededor? Tenía una empresa que dirigir como para manejarse con ineptos. Su humor realmente era el peor. Y ella misma, inconscientemente, lo alimentaba para que así sea.

—Tamy, me voy a tomar una hora. Me haces subir una ensalada, por favor. —Necesitaba una hora sin pensar. Algo de comida y su música preferida, la que escuchaba su madre antes de morir que le traía lindos recuerdos, de esos que liberaban las tensiones y atraían las sonrisas. Se recostó en el amplio y cómodo sofá de su oficina y se relajó con los auriculares puestos, tarareando esas viejas canciones. Dejando que el tiempo pase y calme sus enojos.

Alex no podía creer que Tomy no lo informara de las cosas importantes. Algo se le estaba yendo de las manos con su sobrino y no se daba cuenta que era. Un miedo terrorífico estaba acechando su cabeza, habiendo visto lo que la droga hacía en la gente. Había estado muy atento con sus sobrinos, pero no era infalible y sí razonable, podía ocurrir a sus espaldas y no saberlo. No lo quería creer, pero el comportamiento de Tomy no era el mismo desde hacía meses. Tenía sus dudas, había cosas que faltaban como para confirmarlo, sus ojos todavía brillaban, su carita aún de niño no tenía ojeras, su aspecto en general estaba bien, eso le daba esperanzas de que su imaginación era exagerada, claro que no era experto, sólo un par de experiencias cercanas, nefastas y espantosas, pero nada más. No se podía repetir la historia, eso no tenía que ver con la genética. No su sobrino. ¡No Tomy, por favor! Su vida era buena, agradable, linda, nada le faltaba, o tal vez todo le faltaba sin sus padres. Eso no podía solucionarlo, ojalá fuese así, daría su vida si pudiese, pero...no. ¿Qué hacer o qué no hacer? ¿Qué preguntar? ¿Qué decir o no decir? Otra vez seguiría su instinto de tío, escuchar sin culpar y demostrar cuanto lo quería. Esperaba que eso siga alcanzando.

—Son solo seis meses, tío, nada grave.

—Tomy, lo grave, no es perder el semestre, sino el motivo por el que pasó y que no me lo hayas dicho. No te quiero haciendo nada estos próximos meses. Vas a venir conmigo a la oficina, aunque no quieras.

—¿Qué hago allá? —Como todo adolescente rebelde se ponía irascible y caprichoso, pero eso a Alex no lo amilanaba.

—No lo sé, algo vamos a encontrar. Ahora tengo que ir a otro lado. —Otra de las cosas que sabía de su sobrino, era que con enojos no conseguía nada, él necesitaba al tío compinche para confiar. —¿Sabes que empiezo un proyecto en Mackenzie?

—¿De verdad? Tío, eso es fabuloso. —Alex sabía que su sobrino amaba la tecnología y todos los productos que esa empresa fabricaba. No podía hablar sobre lo que estaban armando, porque era una de las cláusulas del contrato, pero sabía que más de una idea podía salir de la cabeza iluminada e inteligente de su sobrino. Que ahora estaba enojado con la vida por algún motivo oculto y necesitaba averiguarlo.

—Vamos. Vas a conocer la empresa por dentro. —Al menos la sonrisa que tanto deseaba ver estaba ahí. No quería perder las esperanzas de lograr su meta, quería un sobrino feliz y no lo estaba consiguiendo. Lo abrazó por los hombros y le despeinó el pelo de por sí despeinado. —¿En cuál vamos? —le preguntó con una sonrisa. Estaba a punto de permitirle que algún día pueda manejar alguna de sus motos. Su sobrino le rogaba que le permita manejar desde hacía un año. Pero había habido demasiados accidentes en su vida, con desdichadas consecuencias, como para tomar una decisión así, sin pensarla. Tomy estaba demasiado reticente a los consejos y muy predispuesto para las travesuras adolescentes, no era el momento. Pero un permiso, si él estaba presente, podría lograr un acercamiento. Sí, podía ser, otro día. Ahora estaba castigado, sin premios.

Helena. La Princesa de Hielo (Solo 10 capítulos)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora