Capítulo 1

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Ellie.

-¡Eleonor!- grita mi madre tras la puerta blanca de mi habitación.

Llevaba despierta más de media hora, los brillantes rayos de luz penetraron las cortinas desde muy temprano, por lo que seguir en la cama era desperdicio de tiempo.

-Estaré lista en un minuto.- propongo para que me brinde mi propio espacio.

Las reglas que nos regían eran muy pocas, pero muy claras.

Tanto jóvenes como adultos tenían que seguir al pie de la letra cada paso según lo dictan nuestros líderes.

Camino hacia la ventana y observo como el resto de las jóvenes avanzan sonriendo con aquel uniforme blanco con negro. Mientras otros pocos apenas podían sobrevivir las noches por los fríos inviernos que nos envolvían, mis vecinas estrenaban conjuntos diferentes de abrigos de diseñador.

No las culpaba, éramos afortunados (o eso me dice mi padre), de los cientos que viven en este pueblo mi familia era de clase social alta, no padecíamos hambre, o ninguna otra diligencia de la vida.


Busco el uniforme blanco con negro del instituto "Inside" todas las clases sociales que podían existir entraban a esta institución, aquella regla no nos divida en clases, pero en el interior de aquella fachada yo sabía muy bien cómo eran las cosas.

Amarro mi cabello en una coleta y mi cabello rubio brillo con la luz del sol, detestaba ver mi propio reflejo en el espejo, mis ojos de avellana, tez blanca y sonrisa encantadora me recordaban tanto a Edward que no podía contener la rabia.

-¡Eleonor! Baja enseguida. - chilla mi madre.

No respondo, bajo las escaleras ya lista y su sonrisa me agarra desprevenida.

-Ya estoy aquí. – murmuro sentándome en la mesa del comedor.

-Hija no puedes ir a la torre tu sola de nuevo. – Grazna mi padre sosteniendo su taza de café, su rostro como de marfil se tensó al decir aquellas palabras, pude incluso ver en su rostro como sus cejas se unen de la furia.

-No fui sola. – respondo seria.

La torre era uno de los pocos edificios abandonados del pueblo, con más de diez pisos de alto, el alcalde decidió no terminar el proyecto, por lo que el edificio permaneció abandonado.

-Sé muy bien que no fuiste sola. - indica mi madre mordiendo un pan tostado que la empleada había preparado.

-Ellie, por favor. - comienza mi hermano mayor con un tono dulce.

-No me llames así. – digo de golpe, y el aire en la mesa es tan tenso que parece que falta el aire.

- ¡Pero Edward si puede llamarte así! - me acusa tan fuerte que la ira comienza a ganarme, me levanto de la mesa dejándolos con la palabra en la boca.

-Déjala. – comienza mi madre. -para estas fechas siempre se pone de un humor de perros. – su voz de hilo me sacó de mis casillas paso de golpe el vestíbulo de la casa y justo antes de cruzar la puerta Anabel me alcanza con una sonrisa de oreja a oreja.

-Señorita olvido su almuerzo. – canta con esa voz tan dulce que tenía.

-Muchas gracias Anna. – le respondo rodeándola con los brazos, ella siendo mi nana, era la única persona que me enseño los valores que tenía.

-Ahí va también el desayuno del joven Edward. - sonríe amablemente y regresa al interior de la casa.

"Conservar la paz requiere de tu ayuda" "unidos somos más" "el mundo les pertenece a las personas que se rigen por la ley"

Leía cada uno de los rótulos que rodeaban mi camino, variaban por esas pantallas virtuales que mostraban cada vez algo nuevo.

No estaba en contra de las leyes, no podía hacerlo, mi padre es un reconocido abogado. Pero esa fachada que se vendían entre otros países para conservar la paz, no lo creía.

Todo pasó muy rápido, las guerras por la comida, el agua, incluso por la pertenencia. Estaba segura que lo que ellos hablaron acerca del crecimiento poblacional era correcto, mi madre ni siquiera pudo conocer las jirafas gracias a eso, hermosos lugares destruidos, y los escases del agua nos llevó a esto.


-Si sabes quién eres, sabes a donde perteneces. - propone el presidente como anuncio publicitario, todos los sistemas tienen sus fallas, lo sabía a la perfección, sobre todo cuando se debía a la presidencia, los líderes siempre son del mismo linaje.

-Ellie, ¿Perdida de nuevo? – pregunta Marlene justo a mi lado, rodea mi brazo izquierdo con sus brazos y muestra sus resplandecientes dientes.

-Sabes muy bien cómo me pongo para estas fechas. – propongo y su piel canela se sonroja por el frio, si había alguien con quien podía contar para cualquier cosa esa era ella.

-Propongo un golpe de estado. – arrulla ella.

Ambas soltamos una carcajada.

-Eso traería una guerra, y sabes cómo termino la última. – explico.

-Toda una mierda. – se burla.

En el instituto, no nos hablan acerca de las personas heroicas que cambiaron el rumbo de las cosas, al contrario, nos hacen creer que todo lo que nuestros antepasados pasaron estuvo mal porque no tenían una visión clara del futuro.

Ahora tenía dieciséis años, yo tampoco tengo una visión clara de mi propio futuro, pero eso no va a evitar que el mismo gobierno elija quien me conviene para pasar el resto de mi vida, tanto Marlene como yo, dentro de tres meses estaremos comprometidas, ella no le aterra pasar con alguien que no ama el resto de su vida, pero yo no estoy lista para eso.

-Robert King. – expresa la morena con una sonrisa ladina.

-Olvídalo. - me quejo recordando al vanidoso de nuestro compañero.

-Dicen que se comprometerá contigo.

- ¡No! – chillo y avanzo de prisa dejando a Marlene aun lado.

Me había negado a mí misma todo este tiempo aquello, después de todos los libros que había robado, todo aquel amor que relatan sus escritores, yo quería vivir aquello, sentir como alguien te roba el aliento, y ahora mis padres elegirían por conveniencia a dos de los tres candidatos, para que el gobierno dictamine con quien me voy a casar, ¿Dónde quedaba lo que yo quiero? ¿lo que yo siento? Corro tan rápido que mis pulmones me ardían, Edward menciono que yo tenía que ser feliz, pero; ¿Qué felicidad podía tener si no encontraba aquello que algunos llaman amor?

Apenas siento las lágrimas que corren por mis mejillas, todo el peso de la realidad comenzaba a asfixiarme.

- ¡Ellie! – grita Marlene tan fuerte que mis pies se detienen de golpe, pero su advertencia no era para que yo me estacionara, sino al contrario para que siguiera, giro mi cuerpo y veo sus ojos blancos y su rostro pálido. - Cuidado...

Murmuraron sus labios, pero mi cuerpo inerte a cualquier acción que gritara mi cerebro dormido, no articulo movimiento alguno, escucho a lo lejos el chillido de las llantas de un automóvil tratando de evitar el contacto con mi cuerpo, pero aquel movimiento inútil en ese instante se miró reflejado al minuto que mi cuerpo es elevado por los aires.

Por extraño que todo aquello sonará, no me dolía nada, sentí como el impacto al estamparme con el suelo produjo un sonido seco, los gritos de varias personas reflejaron el miedo, observo como el cielo se va haciendo cada vez más oscuro.


En ese momento si dejaba este mundo deseaba que mi atropellador sea de la clase alta, o el mismo Robert King, ya que, si moría el castigo que dictaminaba el gobierno era el mismo, una muerte por una muerte.

Dejo que todo a mi alrededor se consuma por su propio odio, y la misma culpa, por lo que no peleo con nada y espero que la oscuridad misma me lleve consigo misma...

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⏰ Última actualización: Mar 24, 2016 ⏰

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