Capítulo 1.-La isla.

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Había una vez cinco niños que se llamaban Peter, Lia , Susan, Edmund y Lucy. Un día abrieron la puerta de un ropero mágico y se encontraron en un mundo muy diferente al nuestro, y en ese mundo diferente llegaron a ser Reyes y Reinas de un país llamado Narnia. Mientras estuvieron en Narnia, les pareció reinar por años y años; mas cuando volvieron a traspasar la puerta del ropero y retornaron a Inglaterra, parecía que no había pasado ni un instante. En todo caso, nadie se dio cuenta de su ausencia, y ellos no se lo contaron a nadie, salvo a un anciano muy
sabio.

Todo eso había sucedido un año atrás, y ahora los cinco se hallaban sentados en un banco en una estación de ferrocarril, rodeados de una pila de baúles y cajas con juguetes.
Era el regreso al colegio. Habían viajado juntos hasta esa estación, en la que empalmaban diversas líneas. Peter y Lia seguían siendo pareja, y la verdad es que les iba de maravilla, tuvieron problemas unos meses atrás pero lo superaron. En pocos minutos iba a pasar un tren que llevaría a las niñas hacia un colegio, y media hora después otro tren trasladaría a los niños a otro colegio. Esa primera etapa del viaje que realizaron juntos les pareció todavía parte de las vacaciones; pero ahora, cuando se acercaba el momento de separarse y tomar distintos caminos, se convencieron de que realmente las vacaciones habían terminado y de que muy pronto comenzaría otra vez el período escolar. Estaban muy tristes y a ninguno se le ocurría qué decir. Lucy iba al internado por primera vez en su vida.

Era una estación de pueblo, vacía y somnolienta y, fuera de ellos, no había nadie más en el andén. De pronto Lucy lanzó un agudo grito, como si una avispa la hubiera picado.

-¿Qué pasa, Lu...? -preguntó Edmund. Se interrumpió repentinamente e hizo un ruido como "¡au!".

-¿Qué cosa...? -empezó Peter , y de pronto también él interrumpió lo que iba a decir y, en cambio, exclamó-: ¡Susan, suéltame! ¿Qué haces? ¿Adónde me arrastras?

-No te he tocado -dijo Susan-. Alguien me empuja a mí. ¡Oh... oh... oh..., basta!

Cada uno advirtió que los rostros de los demás estaban muy pálidos.

-Yo sentí lo mismo -dijo Lia , sin aliento-. Como si me arrastraran.
Un tirón espantoso... ¡Ay, empieza otra vez!

-A mí también -dijo Lucía-. ¡Oh, no puedo soportar más!

-Rápido -gritó Edmund-. Tómense todos de las manos y no se separen.
Esto es magia, yo la siento¡Rápido!

-Sí -dijo Susan-. Tomémonos de las manos.

En ese mismo momento el equipaje, el banco, el andén y la estación
desaparecieron. Los cinco niños, tomados de la mano y jadeantes, se encontraron en un lugar emboscado, tan emboscado que las ramas los envolvían y casi no quedaba
espacio para moverse. Se frotaron los ojos y respiraron profundamente.

-Oh, Peter -exclamó Lucy-. ¿Crees que habremos vuelto a Narnia?

-Este podría ser cualquier lugar -dijo Peter mientras cogía la mano de su novia-. Con todos estos árboles no puedo ver a un metro de distancia. Tratemos de salir al campo abierto..., si es que existe un campo abierto.


Con alguna dificultad, y con algunas picaduras de ortigas y de espinas, se abrieron paso con gran esfuerzo hasta salir de la espesura.

Entonces recibieron otra sorpresa. Allí estaba mucho más claro; a pocos pasos se encontraron en el límite del bosque y, más abajo, vieron una arenosa playa. A escasos metros, un
mar muy tranquilo bañaba la arena con olas tan pequeñas que casi no hacían ruido.

No se veía tierra alrededor ni nubes en el cielo. El sol estaba aproximadamente donde debe estar a las diez de la mañana, y el mar era de un azul deslumbrante.

Las Crónicas de Narnia II El Príncipe Caspian(Peter Pevensie)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora