Capítulo 12: En carne viva (1ª parte)

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—Solo un poco, ¿eh? ¿Estás bien? —preguntó tragando saliva. Suke parecía muy preocupado, aunque hacía todo lo posible por actuar con normalidad—. Recuerdo que cuando me pasaba yo...

—Estoy confuso —admitió él—. Al principio, he intentado luchar, pero no servía de nada. Y luego... ya no sabía quién era yo. No quería hacer eso pero no sabía si era yo quién lo hacía, es... difícil de explicar.

—No necesitas hacerlo —dijo Suke, negando con la cabeza—. A mí no, al menos.

—A ti tengo que explicártelo más que a nadie. —Reyja agachó la cabeza, alegrándose de la oscuridad que ocultaba su rostro—. El aro controla tu cuerpo, hasta ahí llego, pero... ¿controla tus sentimientos? ¿Puede hacer que te sientas como él quiera? ¿Puede... inventarse emociones?

Suke dudó un momento antes de responder.

—Puede parecerlo —dijo—. Si tu amo está furioso, sientes su furia en todos sus golpes y puedes creer que es tuya. Y si... —No continuó.

—Y si se pone cachondo puedes creer eres tú, ¿no? —Suke tragó saliva, desvió la mirada y asintió. Reyja sonrió y suspiró, pero estaba muy lejos de sentirse más tranquilo.

—No... no le des más vueltas, ¿vale? —pidió Suke—. No eras tú, solo ten eso en mente.

—Pero... ¿y si era yo? ¿Cómo lo distingues? ¿Y si... una parte de mí...?

—Déjalo estar, ¿quieres? No tiene sentido darle vueltas —insistió su amigo, visiblemente molesto por el rumbo que estaba llevando la conversación.

—¿Y cuánto dura el efecto del anillo? —preguntó Reyja.

—No te entiendo —dijo Suke negando con la cabeza—. Cuando se quitan el anillo se acabó, no hay control. Y si te refieres a la confusión... esa durará siempre.

—Quiero besarte.

—¡¿Qué dices?! —exclamó Suke, alarmado, poniéndose a la defensiva—. ¿A qué viene esa tontería?

—No es una tontería —se explicó Reyja—. Te digo que estoy confuso, que no sé si lo que sentí era mío o de Retto. Me dices que su efecto acaba cuando se quita el anillo. Ahora nadie lleva el anillo puesto. Si te beso y no siento nada, será que todo era cosa del maldito control pero... —Hizo una pausa antes de continuar—. Pero si siento algo, sabré que también hay algo mío.

—No me hagas esto, por favor —suplicó Suke—. No es justo.

—Por favor —le pidió Reyja—. Necesito saberlo.

—No es justo —repitió, pero no se apartó cuando Reyja cogió con suavidad su rostro entre las manos y le besó.

Primero fue delicado, sus labios apenas se rozaron, pero Reyja no se conformaba con un beso de hermanos. Necesitaba saber. Necesitaba sentir. Mordió su labio inferior y le besó de nuevo aumentando la presión. Escurrió la lengua dentro de su boca y, para su sorpresa, no encontró resistencia. Suke estaba devolviendo el beso. Y entonces, volvió de nuevo, esa incómoda y cálida sensación que se gestaba en su bajo vientre y se extendía por su cuerpo, la misma que le había embargado aquella tarde en el lago y a la que ahora podía dar un nombre.

—¿Contento? —preguntó Suke, con aire huraño, separándose de él. A Reyja le sorprendió lo fría que era la ausencia que dejaba entre sus brazos. Era... preocupante. Necesitaba volver a llenar ese espacio—. Espero haber resuelto tus dudas, que tengas claros tus sentimientos y que no volvamos a tener esta conver...

—Sí —le interrumpió Reyja asintiendo con la cabeza.

—Sí, ¿qué? —preguntó Suke. Su amigo estaba temblando, y Reyja sospechaba por qué pero todavía no estaba seguro.

—Sí, he resuelto mis dudas y tengo claro mis sentimientos —dijo él—. Solo necesito una cosa más.

De nuevo, se acercó a Suke, cogió su rostro entre las manos y le besó.

No una ni dos veces, le besó sin parar, recreándose en cada uno de ellos, jugando a saborear la sangre de la comisura de la boca y a frotar la superficie áspera y húmeda de su lengua.

—¿Qué haces? —preguntó Suke, durante un segundo de aliento.

—Asegurarme —dijo Reyja en una minúscula pausa.

—Pensaba que ya estabas seguro. —Suke temblaba, estaba tan confuso como él, pero respondía a cada uno de sus besos con tanto o más ardor del que él infligía. Una voz en su interior le decía que se alejara, que eso no estaba bien. Le avisaba que se iban a hacer daño pero no le importaba, en ese momento solo quería una cosa.

—De lo que yo siento sí —dijo Reyja apoyando su frente en la de Suke—. Pero necesitaba saber que tú sientes lo mismo.

El Alma en LlamasOnde histórias criam vida. Descubra agora