Capítulo 5.

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Sam, Tyler y yo (junto al bebé) estamos frente a un gran cuadro que está colgado en la sala de mi casa. Es un retrato mío de cuanto tenía nueve o diez meses de edad y a decir verdad, la similitud que hay entre ambos (el bebé que supuestamente es mío y yo cuando pequeño) es grande. Quiero decir, tiene el color de ojos igual que los míos y su cabello es castaño con pequeños rizos en las puntas.

Acomodo al bebé en mis brazos y suspiro. Por más que pienso en alguna solución para esto, no encuentro ninguna porque nunca me imaginé estar metido en este lío. Nunca estuvo en mis planes ser padre y ahora que ha aparecido un niño en mi vida no sé qué hacer con él. Maldita sea.

Salgo de mis pensamientos cuando la risa idiota de Sam se escucha en mi lado derecho.

—Él y tú son exactamente iguales, viejo —indica, refiriéndose a nuestros parecidos—. Se nota que es tu hijo, amigo, no hace falta una prueba de ADN. Nunca dudes de tu paternidad.

Lo miro, enfurecido —Oye, ¿te importaría callarte? No estoy de ánimos para tus jodidas bromas, Sam, en serio.

Al volver la mirada al frente, me encuentro con Serena y los chicos y yo retrocedemos un paso. ¿Qué carajos? ¿Cómo diablos entró?

—Qué, ¿Qué diablos? ¿Quién la invitó? —gimo en protesta, mirando a ambos lados.

Sam alza la mano tímidamente.

—Pasé corriendo fuera de su casa cuando estaba regando y pues... escuchó nuestra conversación. Cuando dije que estaba llegando a tu casa, ella solo...

—Ugh, ya cállate —le digo bruscamente y obligo a Serena a girar sobre su mismo eje—. ¿Qué quieres?

Su mirada azul se encuentra con mis ojos y por un momento me parece ver decepción reflejada en sus iris. Ella suspira con pesadez, dejando caer sus hombros hacia adelante.

—Me decepcionas un poco, ¿sabes? Pensé que eras diferente —dice y de pronto sonríe—. Pero, si esta es una prueba de Dios, con gusto la afrontaré.

Mi rostro se vuelve en un poema en ese momento —¿Qué?

—Ya sabes lo que dicen: "Si no se puede evitar, disfrútalo."

Miro hacia el techo por un poco de paciencia y suspiro, agotado. Esta chica es increíble. A cualquier parte que voy, se aparece como por arte de magia y se pega a mí como un molesto hongo. Sin mencionar que las cosas que dice están súper fuera de contexto.

—¿Por qué no te ocupas de tus asuntos y me dejas en paz? ¡Deja de seguirme!

—Ay, Chase... —ella suspira—. Pensé que este era nuestro problema y yo realmente estaba dispuesta a...

—¡Cállate! —le grito.

Serena se calla pero los llantos del bebé son los que se escuchan en la sala en ese preciso instante. Cierro los ojos y suspiro, contando hasta diez para no perder la compostura y lanzar al niño fuera de aquí para tener un poco de tranquilidad. Mis amigos están en completo silencio a mi lado y eso no ayuda porque ahora lo que más quiero es que esta loca de patio se largue de aquí y así podamos encontrar una solución a este problema llorón.

—¿Por qué estás gritando? —me reclama Serena— Lo único que estás consiguiendo es asustar al bebé. —me quita al bebé de los brazos y me mira mientras le dice: —Ya, tranquilo, cariño. No te preocupes por tu padre, La Bestia. Tiene serios problemas de personalidad.

Ruedo los ojos como por décima vez en el día y miro a mis amigos, haciéndoles una seña para que subamos a mi habitación. Si Serena quiere estar aquí en mi casa, mínimo que sirva para algo y cuide a ese odioso bebé por mí por un rato.

¿Este bebé es tuyo?  (PP #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora