The Climb

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Mis padres estaban teniendo otra vez la misma discusión: Papá insistía que yo no debía hacer ningún deporte, que podría ser peligroso para mí; en cambio, mamá insistía en intentar cumplir uno de mis deseos: pertenecer a un equipo, ser incluida en algo.

— Podría lastimarse. — dijo mi papá.

— Puede lastimarse con cualquier cosa, Roberto, esto es lo que ella quiere hacer.

— ¡No puede! Ella no es normal...

— No te atrevas a volver a decir eso. — le cortó mi mamá.

No era necesario seguir escuchando más, sabía cómo terminaría la discusión: papá se disculparía por haber sugerido que yo no era una niña normal, mamá lloraría un poco y se culparía por lo que me pasaba, papá le aseguraría que yo los amo a los dos y que no culpo a nadie y después irían a hablar conmigo para explicarme por qué no podía hacer lo que me viniera en gana.

Y yo no lo iba a aceptar como hacía con las demás cosas. Deseaba con todo mi corazón realizar un deporte en grupo, que un equipo me iba a necesitar, demostrar que podía ser tan buena como todos los demás, que no era una niña más con Síndrome de Down.

El síndrome de Down era una parte de mi vida, era algo con lo que siempre iba a lidiar y no por eso tendría que limitarme, no por eso tendría que vivir en una burbuja protectora. Era solo una parte de mí, yo era mucho más que un cromosoma extra.

La tarde que ellos se me acercaron para decirle que no era posible jugar voleibol yo ya tenía mi discurso preparado.

— Por favor, — dije antes de que ellos tuvieran la oportunidad de hablar. — es mi sueño. Quiero jugar voleibol... quiero saltar y festejar un punto con otras chicas, quiero que mi equipo gane.

— Hija, va a ser muy difícil.

— Voy a esforzarme. Lo prometo.

— Te puedes lastimar...

— Cualquier persona se puede lastimar y no por eso... no por eso dejan de hacerlo. Soy fuerte, muy fuerte.

Papá miró a mamá un segundo y luego volvió a mirarme a mí.

— Mañana buscaremos un equipo.

Suelo reconocer la lástima en los ojos de las personas que me conocen por primera vez, sus ojos dicen algo como "pobre niña, no vivirá mucho". Cuando conocí al quinto entrenador que visitábamos en sus ojos leí algo como "genial, tendré que entrenar a esta niña desde 0".

— Sofía, ¿no es verdad? — me dijo cuándo mis papás se alejaron para que empezara a entrenar. Asentí una sola vez porque aquel hombre intimidaba bastante. — ¿Qué quieres ser, Sofía?

— Una voleibolista. — Él sonrió como si hubiese escuchado la respuesta correcta.

— Pues a correr. Quince vueltas las seis canchas.

Era mucho, demasiado. Pero como lo que quería era formar parte de esto decidí que no era bueno quejarme por esto. Di cuatro vueltas, siempre mirando la cancha en la que estaban practicando ejercicios de saltos encima de la red. Eso era lo que yo quería hacer, no correr, ¿de qué me serviría?

Estuve las dos horas de entrenamiento terminando las quince vueltas. El entrenador no me dejó irme hasta terminar hasta que terminara con todos los ejercicios que debía hacer en ese primer entrenamiento. Aguanté las lágrimas mientras él gritaba a todo pulmón el número de repeticiones que hacía. Me dolían las piernas, sentía que el aire no entraba a mis pulmones y estaba deseando lastimarme para así poder parar.

— Sólo se es realmente bueno cuando se entrena, cuando uno se esfuerza. — decía mientras me daba algo de tiempo para respirar. — No se llega a ser campeón con suerte, tiene que haber sudor, tienes que caer mil veces y levantarte todas esas veces y seguir mejorando... El éxito no es para personas que se dan por vencidas sino para las personas que se esfuerzan más allá de sus límites. Si no estás dispuesta a hacerlo lo mejor será que no regreses y dejes de hacerme perder mi tiempo.

¿Y si no era lo suficientemente buena para esto? ¿Y si de verdad yo no podía hacer lo que el resto de los niños hacían? Quizá yo sí era el Síndrome de Down y debía conformarme con lo que me tocaba, con la vida que se supone que debía tener.

— Eso fue increíble. — dijo una de las chicas que vi entrenando. Giré mi cabeza a los lados esperando ver a la persona a la que ella se estaba dirigiendo. — Soy Melissa, la capitana del equipo, ¿cómo te llamas?

— Soy Sofía. — respondí intentando esconder el tono quebrado de mi voz.

— Permíteme decirte que lo hiciste fenomenal, Sofía. ¡Y aún puedes hablar! Hay algunas chicas que ni siquiera terminan el primer entrenamiento. ¿Te digo un secreto? El entrenador lo hace así para que las que no estén dispuestas a hacer esto se vayan y solo queden las que de verdad tienen futuro.

—No estoy segura de tener futuro en esto... yo no... no puedo.

— Solo se trata de esforzarse.

— ¡Me esforcé! Pero no puedo seguir haciendo esto. Me duele.

Ella sonrió y se sentó junto a mí.

— Te diré esto por experiencia propia, Sofía. A veces creemos que nos estamos esforzando pero, en realidad, solo damos el diez por ciento de lo que podemos, no el cien por ciento, en cualquier cosa, estudiar, entrenar, vivir. Dar el cien por cien significa querer dejarlo todo, que no te guste, que te moleste, que digas "esto no es para mí". Te va a doler, no tienes idea de cuántas veces vas a querer dejarlo, de cuántas veces te vas a lesionar. Pasar tus límites significa sudor, sangre, dolor, lágrimas... si no lo haces tendrás una vida como la de los demás, esto será solo un hobby... si realmente quieres estar orgullosa de ti misma tienes que esforzarte, tienes que dejar tu alma en esto. Las personas increíbles son las que hacen cosas increíbles. Dime, Sofía, ¿eres una persona increíble?

Lo era.

Regresé al día siguiente y al siguiente, y al siguiente. Soporté los moretones, los calambres, los dolores. Sudé, lloré, grité, me caí, me di varios pelotazos en la cara, me torcí los dedos, me salieron moretones en los antebrazos. Pero lo conseguí, tuve mi equipo, tuve una posición en ese equipo, adquirí un uniforme y logré abrazar al resto de mis compañeras cuando anotamos un punto e incluso festejar ante una victoria en la que forme parte.

Y lo aprendí, llegar a la cima implica momentos malos, caídas en las que te puedes caer de cara, momentos buenos, de tranquilidad, momentos para escalar y aferrarte a cualquier cosa, momentos en los que se dirá "ya no más". Pero esas memorias son las que cuentan, todo eso te hace una nueva persona, te permiten conocer tus limitaciones y fortalezas, te permiten sentirte orgulloso de quién eres y de lo que eres capaz de hacer como bailar, escribir, sacar un 10, llegar a la cima del mundo, de lo que te importa.

Mi vida, a partir de ese momento, se trató de disfrutar los momentos que me tocaban vivir antes de pensar a dónde llegar. ¿Qué mejor forma de vivir que abriendo los ojos en vez de caminar como un ciego hasta la meta?

Soy Sofía y soy una persona increíble porque soy capaz de hacer lo que se me ocurra hacer. 

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⏰ Last updated: Feb 28, 2016 ⏰

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