Rumbaba libre, entre los quince años del cuerpo del pecado, inocente de condenas por consumo de tabaco, libre de absurdos y burdos mitos sobre el amor de cuento encantado.
Y el amor echo persona llamo a las puertas del jardín de su infancia, con años luz de diferencia y dispuesto a llevarse consigo la rumba libre que bailaban, ya por inercia, sus piernas solas. Conoció el terreno y tablero de juego, arrasando con reinas, torres, caballos y peones, riéndose en la cara de los tréboles de la buena suerte, y soltando en cada insulto toda un estampida de gatos negros con tendencia a cruzarse, y no bailaría mas nuestro cuerpo inocente de pecado con tanto mal de ojo a cada vuelta de la esquina.
Antes el coco vivía con miedo dentro del armario o debajo de la cama según en el escenario, pero tenía ahora la niña suficientes sábanas cómo para aislarse; si el coco rugía entre sus piernas; será imposible salvarse.
No habrá jardines, ni rumbas, ni pensamiento, ni libertad, no habrá cuentos, ni peones que den la vida por sus reinas.
Los niños no lloran, no bailan.
Las niñas no mandan.
Aclaro dificultad, sociedad, fruto de la mentira mas grande e hija de la farsa mas lamentable de toda nuestra historia.
No es feminismo, ni hembrismo, es derecho, justicia, es humanidad.
