Un día

20 0 0
                                    

Un día hermoso del mes de enero decidí salir con mis hijos a la playa, pero esta vez no en auto, ni a las playas de siempre que están habilitadas con guardavidas.

Cargamos la mochila, con el mate, las galles, las toallas y el protector solar. Nos pusimos las mallas, ojotas y comenzamos nuestra caminata.

Alguien nos había informado que bajando derecho por el km 6 teníamos acceso a la playa. Así que decidimos seguir ese rumbo. Cuando llegamos al final de la calle, luego de caminar 10 cuadras, nos topamos con varias casas enormes y sus rejas. Teníamos que doblar hacia la izquierda o la derecha por donde continuaba la calle. Vimos que la izquierda tenía más posibilidades.

Seguimos caminando con todo lo que eso implica. Iba con dos niños de 12 y 9 años. Que luego de 10 cuadras ya no quieren caminar más. Y en mis oídos sólo resonaba "te dije mamá que no había bajadas y no podemos acceder a la playa". Pero yo no me quería dar por vencida tan fácilmente. Seguimos caminando y nada, las casas cada vez más grandes, más portones de hierro. Cada tanto parecía que había un caminito, cuando lo encarabamos nos topábamos con una reja con candado. Y yo pensaba - esa seguro que es la servidumbre de paso, pero bueno la cierran con candado para que no se le llene de negros su playa privada- y eso me daba más bronca.

Mi hijo de 9 años me dijo "entremos acá", pero es un portón le contesté. "No importa, golpiemos y que nos dejen pasar, la playa es pública mamá". Y sí  tenía razón, pero uno es cobarde, le cuesta defender sus derechos. Creo que es lo que todos tendríamos que hacer, tocar timbre en esas casas lujosas y exigir que nos dejen acceder a la playa pública que ellos creen que sólo es de ellos porque la compraron. Y NO!!, sólo compraron la propiedad, aunque la inmobiliaria publicó el aviso: 'SE VENDE HERMOSA CASA CON PLAYA PRIVADA'. Pero ellos se lo creyeron y se lo tomaron muy a pecho.

La cuestión que caminamos casi 4 km y terminamos en la playa con guardavidas de siempre. Y el enojo de los tres fue muy grande. Sentimos impotencia, bronca y tristeza porque vivimos en una ciudad hermosa, con un lago precioso al cual sólo se tiene acceso por unas pocas bajadas habilitadas. Pude vivenciar el egoísmo de las personas por resguardar algo que es de todos y no dejar que lo usufructen todos los barilochenses.

Por suerte tengo un marido rescatador, que luego de pasar dos horas disfrutando de la playa nos vino a buscar y nos llevó a casa.

Pero me quedé pensando en todo esto y tenía la necesidad de escribirlo y compartirlo. Preguntándome ¿por qué la Municipalidad no exige a esas propiedades que se haga la servidumbre de paso? Que cumplan con la ordenanza. Será porque son parte de la sociedad que no se pueden tocar, porque son los intocables que tienen ciertos privilegios y a Bariloche no le conviene molestarnos, como tampoco tocar sus frentes, que ocupan parte de la cinta asfáltica e impide que se puedan hacer bicicendas. Pero ese es otro tema o el mismo que quedará para un segundo relato.

FIN

Acceso a las playasWhere stories live. Discover now