Razón N°1: Chicos -Parte2-

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—¿Mi culpa? Yo no te mandé a colgarte de la ventana.—mordió su labio inferior para controlar la risa.—¿Tanto amas esas zapatillas—-Asentí. Odiaba las cosas materiales, pero estas zapatillas...las amaba.—¿Aceptas un regalo para disculparme?—me encogí de hombros. ¿Qué mas da? Un regalo es un regalo. Pero eeehh...aún así odio las cosas materiales pero ya saben, cortesía ante todo.

-Muévete adefesio, las damas primero.-dije empujándolo para subir las escaleras.

Cortesía. Ésa era la clave.

Subimos a mi habitación y tomó de su mochila una llaves.

—¿A donde vamos?—me tomó de la mano y bajamos las escaleras.

¿Y a éste que le habia picado? Hasta hacia menos de 24 horas estábamos peleando. Otra razón, encima de idiotas, bipolares. Y luego dicen que no nos entienden a nosotras, por favor. ¡Un manual para entender a los hombres, por aquí!

—A mi casa. ¿A dónde sino?—dijo con burla.

—Púes, yo qué sé, siendo tú eres capaz de llevarme a un prostíbulo.—rió con mi comentario, pero siguió el camino a su casa, sosteniendo mi mano contra mi voluntad.-Suéltame.-comencé a mover las manos insistentemente para lograr que él me soltase.

-Uff, que eres pesada, eh.-

Sonreí y camine a su lado mirándolo atentamente.

Sus ojos eran verdes/azules, demasiado llamativos, demasiado lindos. Su pelo era una mezcla entre el rubio claro y oscuro, miel, ese era su color. A pesar de tener 16, se notaba que se mantenía en forma y en unos cuantos años iba a estar buenísimo. Pero, claro, solo era eso. Yo odiaba al sexo opuesto, me repugnaba. Nada de sentimientos de por medio y si era posible, evitaba todo tipo de contacto.

—Ya sé que soy irresistible, pero...deja de verme, me asustas.—bufé.

Él y su alto exceso de ego erróneo. Otra cosa más para la lista.

Llegamos a la puerta y la abrió rápidamente con su llave. Lo seguí, subiendo a su habitación y cuando entramos hizo un gesto con la mano para que tomase asiento.

Observé cada movimiento. Se agachó y sacó de debajo de su cama una caja. La típica caja negra con el logo respectivo de la marca que era mi debilidad. Me la entregó y lo miré extrañada.

Tomándome por sorpresa, desató lentamente los cordones de mi zapatilla derecha y la fue quitando.

¿Qué hacía? No pude evitar sentirme nerviosa.

Esa cosa que sentí cuando lo vi por primera vez volvía a hacerse presente.

En ningún momento quitó sus ojos de mi y cuando hubo finalizado la tarea de quitarme la zapatilla, abrió la caja dejándome ver un par de converse's rojas en perfecto estado. Eran nuevas, tomó la derecha y me la colocó. Sentía algo en el estomago.

<Hambre, claro. ¿Qué más sino?>

Me tendió su mano y la acepté poniéndome de pie.

—¿Te van bien, Cenicienta?—me ruboricé con lo que dijo.

¡Me ruboricé! Yo, Anabeth Blake, me ruboricé.

Caminé un poco y resultó que solo me quedaban un poco grandes.

—¿Qué pretendes?—pregunté achinando los ojos. No olía nada bien, y no eran precisamente mis pies.

—No lo sé, merezco darte algo para tapar mi...tú accidente.—se encogió de hombros.

—¿Regalándome zapatillas?—señalé la perfecta y reluciente caja.

10 Razones para NO Enamorarse (#10RPNE)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora