Capitulo 1: Preguntas confusas.

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Los rayos sol traspasan el techo, ventanas sin vidrios y entre los pequeños agujeros de las paredes. Esa pequeña casa en ruinas esta cálida por eso mismos rayos calientitos, los cuales te envolvía como un abrigo invisible y sin ningún peso de molestia. El chico rubio estaba sentado en un sillón viejo, mientras, su acompañante estaba recostado en una cama vieja, inconsciente o por lo que asi creia.
Ese joven despertó. Los rayos pegaron en sus ojos y rápidamente sus pupilas se cerraron, trató de levantarse pero su cuerpo pesaba y dolía a la vez, provocando que casi cayera al suelo agrietado. El chico rubio lo vio y corrió hasta él para sostenerlo, rodeando el cuerpo del joven con sus brazos. Lentamente y con delicadeza lo volvió a acostar en esa cama polveada. El silencio gobernaba entre los dos, solo se oían los pajarillos y el ruido del agua corriendo de un río cercano, pero aun así la pesadez del silencio era presente entre los dos jóvenes. Hasta que fue roto por el mayor de los dos, con un cierto temor. -¿porque me trajiste aquí?- pregunto con su mirada clavada en el techo mientras su voz ronca y baja resonó por el cuarto. El chico rubio no contesto, solo se quedó parado frente al pelinegro, con una mirada desvanecida en el espacio. -en realidad... ¿qué fue lo que realmente paso? solo recuerdo como era atacado alguien y después un inmenso dolor invadió mi cuerpo, pero era un dolor como si de alguien se fuera de mi lado... -El pelinegro derramo lágrimas, cayeron por sus mejillas, hasta llegar a sus orejas. Sintió el cálido tacto de como limpiaban de ellas y de una suave caricia en su mejilla. Cerro sus ojos y a las pocas fuerzas que tenía, coloco su mano encima de la ajena.

-¿Deseas que te mate?, te asesinare en este mismo momento así que por favor di tus últimas palabras, por... favor...- El porte del rubio demostraba tranquilidad, su voz era suave y sus movimientos delicados pero aun así, a los ojos de una persona especialista en Nen podría apreciar su aura, como si de una penumbra lo envolviera en terror y desespero. Sus ojos se tornaron de un color escarlata, a pesar d la luz que entraba por tanta cantidad de agujeros; sus ojos brillaban, provocando que poco a poco su aura se intensificara a volverse peligrosa.

-Que hermosos ojos...-dijo el joven mayor, al admirar tan enigmática escena.

-¡CÁLLATE! ¡ESAS NO DEBEN SER TU ÚLTIMAS PALABRAS!- grito por solo escuchar las palabras que eran por muy fuera del tema que el anhela. -por favor solo di las adecuadas para tu fin.

-Kurapika, ¿Enserio crees que es correcto matarme así? Vamos Kurapika, no es por que quisiera salvarme pero no es este el mejor momento como para cobrar por la muerte de tus hermanos, y créeme, si muriera sería feliz que sean en tus manos pero no de esta manera...-Y de repente todo se silenció, invocando de nuevo el canto de ciertos pajarillos y del agua corriendo. Lo único nuevo y diferente eran los pronunciados sonidos de la respiración, al inhalar y exhalar con un ritmo frenético.

-No te lo perdonare jamás, te matare algún día, sin duda te mata....

-Lo siento, lamento que mis amigos los hayan matado, lo siento por masacrarlos, lo siento por las almas perdidas y por ser yo el responsable, lo siento, lo- si-ento...- Los ojos del joven mayor se volvieron a llenar de lágrimas imparables, humedeciendo sus mejillas y patillas.

-Kuroro acaso tu... no, eso es imposible...Tu nunca cambiarías de opinión, ni digas que lo sientes, no te creo nada.- Kurapika, ya haber dicho y sin accionar, se fue de ese cuarto, bajando las ruinas de las escaleras que alguna vez lo fueron. Salió al bosque que rodeaba la casa, camino y camino hasta que paro frente a un árbol, por el mismo enojo termino golpeándolo, provocando unas lluvias de hojas acariciando su cabello. La sangre le escurrió por sus nudillos teniéndolos de rojo carmín; un color cercano al escarlata de sus ojos.

Odia creer que Kuroro era otra persona, ni podía pensar que era otra persona. Siempre juzgándolo negativamente, discriminándolo, tratando de y echarle el peso de las miles de muertes que provoco. Así que solo por un acto de bondad no desea cambiar ni creer y su anhelada venganza nunca se desharía de ella.


La noche aparecía desde el horizonte, recorriendo a tiempo lento toda el área del cielo por lo que el mayor por la seguridad del rubio se levantó y salió de la casa, metiéndose en el bosque para llegar al paradero de Kurapika. Sus piernas le fallaban, las cortada en sus abrazos de abrieron manchando sus vendas, le sucumbía el dolor de su abdomen; frenando sus pasos, y haciéndolo tropezar. Pero aun así a rastras el seguiría, para tan solo ver su cara. Estuvo entre arbustos y rocas, de árbol en árbol pero no lo encontraba, a cada paso le daba más miedo de las posibilidades que tal él rubio ya lo había abandonado. Sin esperanza decidió volver a la casa, tan solo para descansar y recuperar sus energías. Su camino era la orilla del río, su piel pálida resplandecía por el brillo de la luna. Miro sus manos, girándolas y analizándolas, diciéndose a sí mismo la cantidad de posible sangre que perdió. Levanto su vista por el repentino ruido de la piedras siendo pisadas. Al fijarse abrió más sus ojos dando una cara de sorpresa igual como la que tenía el rubio. Kurapika había vuelto a la casa pero al no encontrar rastro del mayor: desespero y sin pensarlo más de una sola vez corrió en busca de él. Y su encuentro fue el río. Sus miradas se clavaron en los ojos del contrario, tranquilizando sus párpados y a pesar que no sonreían sus miradas si lo hacían, los dos internamente estaban felices de saber que al quien buscaba estaba a salvo.

- Hey Kurapika.-dijo Kuroro mientras se acercaba a Kurapika. Este último también dio otros pasos a la dirección del pelinegro.

-Kuroro...- Extendió sus brazos lentamente ya rozando los codos del mayor, a solo centímetros quedaron. Kurapika sostuvo los hombros del mayor que estaba a punto de desmayar. - ¡Kuroro tus heridas!

-...Tranquilo solo son eso, heridas...- Después dio un pequeño gemido de dolor, encogiendo su espalda. Pero siguió su dolor y sus piernas terminaron por fallarle, cayo de rodillas a suelo, chocando sus rodillas con las pierdas que posiblemente la causarían moretones. -Que bonita luna ¿Verdad?

-En vez de ver la luna deberíamos irnos y sanar tus heridas.-Poso de nuevo sus manos en los hombros del mayor.

- Kurapika enserio no te preocupes, me recuperare con solo descansar un poco. Ven siéntate a mi lado.- Soltó sus hombros, se sentó en las piedras y abrazo sus mi piernas, con su mirada en el sutil reflejo de la luna.

-Ya no sé qué hacer, estas herido por que tú me has protegido... Acto en la cual me hace dudar, aparte... -Dijo trasmitiendo duda, pero aun así era tan pacifica su voz.

-Ah.....vaya, al parecer he cometido un desastre ¿verdad?- suspiro el mayor.

-No, no es eso... es.- Fue interrumpido debido que el mayor lo tomo de su mentón, girando su cabeza a su lado para así, estampar sus labios contra los del rubio. Ambos sintieron una pequeña ola de calor recorrerlos y concentrase en su labios. Eran tan cálidos al tacto de los dos, que para nada se comparaba con la cálida casa durante el día o como la calidez de las prendas. Una calidez enigmática.
Se separaron, viendose a los ojos sus propios reflejos y pasando otros segundos volvieron a unirse en el mismo cálido beso.

- A esto me refiero.- mostró una sonrisa coqueto.

-¿Cómo es posible que seas capaz de confundirme? ¡¿Porque?!- Dijo el menor a momento de separarse y rápidamente se puso de pie. Se notaba la confusión que tenía. Sentía un pequeño remordimiento y la molestia de sí mismo, se repudiaba a sí mismo y maldecía al mayor por su acción.

Sintió pesadez en sus hombros, las manos de Kuroro lo sujetaba con fuerza. -Date cuenta de lo que provocó o provocaré en ti.-Le dijo con suavidad a Kurapika, este solo volvió a alzar su cara y de nuevo recibió un beso aunque esta vez fue en la mejilla.



Continuara...

No Te Alejes De Mi (Kuroro X Kurapika)  -Editando-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora