8.- Querida Jess:

10.7K 1.3K 455
                                    

«Porque estoy loco, ¿no has oído lo que dicen? Ahora déjame en paz». Esa fue la respuesta que te di. Actué tajante y grosero.

Me quedé esperando a que hicieras algún comentario ofensivo —como los que hacían los demás—, o que me dieras un golpe «accidental» en la cabeza antes de irte, pero no lo hiciste. Por el contrario, te sentaste frente a mí con una mirada llena de ternura. No estaba acostumbrado a eso, pensé que sentías lástima, lo que aumentó mi molestia. Creí que podía llegar a odiarte. Sin embargo, lo que pronunciaste a continuación me hizo ver que yo estaba en un error. Recuerdo esas palabras con tanto detalle que, si un psicólogo lo supiera, de seguro me diría que tengo un trastorno obsesivo contigo.

«Lo que he oído es que estás tan loco que hablas con el viento. Pero ¿sabes? A las personas más maravillosas de la historia también las llamaron así», dijiste. «Los genios y los artistas siempre están locos».

Por primera vez en mi vida, tuve una sensación cálida en el pecho. Era brusca, pero agradable. Nunca antes alguien —que no fuesen mis padres— había insinuado que yo pudiera ser maravilloso, sin embargo, tú lo dijiste como si fuese una verdad absoluta. Te escuché confundido mientras retomabas la palabra.

«El viento recorre muchos y muchos caminos. ¿Cuántas cosas no tendrá para contar? Yo creo que es interesante».

Guardé silencio y te contemplé a la tenue luz del sol de ese día nublado. Tu mirada tierna y tu sonrisa divina se volvieron cautivadoras.

De pronto, sentí que algo me golpeaba la cabeza, un pedazo de pan viejo que me habían lanzado unos niños antes de salir corriendo y gritar que iba a contagiarte la locura si no te alejabas de mí. Me agaché.

«Deberías irte con ellos, no querrás que te contagie», comenté; la voz me temblaba.

«La verdad es que prefiero ser contagiada de locura que de bobería». Eso respondiste mientras te acercabas a mí para sacudirme las migajas del cabello. «Entiendo que lo que dicen debe hacerte sentir mal, pero te pido que no les guardes rencor. Las personas ignorantes siempre tienen miedo de lo que es diferente, sin importar lo maravilloso que sea».

Y sonreíste de forma amistosa.

Puedo decir, sin temor a equivocarme, que ese día empecé a enamorarme de ti. Desde entonces y hasta ahora, yo quise tenerte cerca. No sabes lo mucho que ansío poder abrazarte, acariciarte y... ¿por qué no? Unos besos con todo y lengua no estarían de más, baby. ( ͡° ͜ʖ ͡°)

Sé que eso último está fuera de lugar, pero el punto es... que a raíz de nuestra despedida, no dejo de sentirme culpable. Aunque te has esforzado en demostrarme que puedo confiar en ti, todavía siento que hay cosas que no puedo decirte. No puedo hablarte de los poderes que tengo o de que voy a morir a manos de una bestia infernal por defender a Susy.

Jess, tú me gustas mucho y quiero una historia contigo, una de esas cursis que se ven en las películas y que tienen fama de hacer llorar a las mujeres, una en la que juremos amarnos eternamente para crecer juntos como pareja, para casarnos y para tener hijos.

Pero eso no es posible porque mañana será mi último día.

Si puedo confesarte algo, me siento solitario y vulnerable, igual que esos ayeres. Hoy, más que nunca, estoy en una regresión. Mis padres no me creen y no puedo contarle nada de esto a la persona que más me comprende, a Susy, porque es demasiado pequeña y no quiero herirla. Jess, no sabes cuánto necesito que me abraces como cuando éramos niños...

He intentado seguir como si nada estuviera sucediendo para que ninguno de ustedes se dé cuenta de la verdad, incluso, peleo contra el instinto que me pide a gritos salir corriendo de aquí, dejar que la bestia haga lo que quiera y esconderme en tus brazos, pero cuanto más lo pienso, más seguro estoy de que no lo haré. Estoy en un punto en el que amo a Susy más de lo que me amo a mí mismo, para bien o para mal. Y si amarla significa dar mi vida por la de ella, lo haré aunque me aterre. Busco hallar el olor a manzana en todo esto, pero solo me siento asfixiado por la canela.

Dios... estoy atrapado en una pesadilla de la que no puedo despertar. Cada hora me siento más débil y lleno de unas insoportables ganas de llorar. La garganta me arde...

Jess, no tienes idea de cuánto te necesito, de la falta que me hace que me abraces y que me digas que estoy haciendo lo correcto. Necesito saber que no hay otra salida y que me perdonas por abandonarte.

Ahora estoy tan débil que no puedo dejar de llorar. Me estoy convirtiendo en un vaso de cristal que se encuentra a punto de caerse de la repisa más alta...

¡Carajo, te necesito! Quiero que me recargues en tu pecho y que me digas que todo va a estar bien, así como solías hacerlo cuando me vencían la ira y la frustración. De pequeños, tú fuiste mi mejor amiga, mi soporte. Quiero volver a sentirme protegido porque estoy sucumbiendo a los desastres que ella —esa criatura siniestra de la que no puedo hablarte— provoca en mí. Intento luchar, enfrentarla, pero es la primera vez que me siento como una mosca contra una rana.

Jess, justo ahora está mirándome, sabe que me está desgarrando con lentitud y eso le produce placer. No sé cómo enfrentarla y mucho menos cómo vencerla. Me hace temblar y llorar. Tengo tanto miedo... por favor, ayúdame. Hazme ser fuerte de nuevo.

──── ∗ ⋅◈⋅ ∗ ────

Víctor dejó la libreta sobre sus rodillas y se llevó las manos al rostro para tallarse los ojos mientras intentaba detener su llanto. Miró hacia el techo de la habitación; no podía seguir tragándose el dolor, así que se descargó en silencio, tendido sobre la cama. En un punto, escondió el rostro en la almohada.

Cuando por fin el llanto se controló, volvió a concentrarse en el cuaderno:

──── ∗ ⋅◈⋅ ∗ ────

Sé que soy egoísta. Quiero que me hagas sentir mejor, cuando yo no puedo hacer lo mismo por ti y, por eso, quiero disculparme. Perdón por no ser capaz de darte la historia de amor que alguna vez me contaste que deseabas vivir; pero, sobre todo, perdóname por amar más a Susy que a ti. Por favor, al menos déjame estar contigo aunque no me puedas ver, cuidándote en el viento y amándote en la eternidad. Juro convertirme en tu loco y en tu fiel guardián.

Ahora no me queda más que desearte lo mejor. Sinceramente, espero que puedas encontrar a un hombre que te haga feliz, que te dé lo que yo nunca podré. Agradezco todo lo que hiciste por mí: eres el mensaje más bello que la vida me dio.

Te amo,

Víctor.

──── ∗ ⋅◈⋅ ∗ ────

La carta estaba completa, solo restaba un paso para encontrar paz. Víctor se levantó de la cama con una sonrisa tranquila y las marcas de su llanto en las mejillas, se giró a la ventana, la abrió y se recargó sobre ella. Con suavidad, alzó la carta frente a su rostro, depositó un beso dedicado a Jess y, con el encendedor, le puso fin a todos esos sentimientos que lo volvían tan vulnerable.

Escuchó a Ana emitir un quejido desde algún rincón de la habitación, incluso tuvo la certeza de que intentó atacarlo, ya que el crucifijo que tenía colgado sobre el escritorio salió volando hacia el otro extremo. A pesar de ello, Víctor se mantuvo tranquilo y sonrió tras soltar la carta. La vio quemarse en el piso de la calle, poco antes de que el viento se llevara las cenizas.

Estaba tranquilo y renovado; Ana no tendría más control sobre él esa noche, así que podría disfrutar de un buen sueño.

Víctor no demoró en quedarse dormido, de modo que no se dio cuenta cuando Ana se posó junto a él para bañarlo con el alquitrán que emergía de su boca y se desvanecía al tocarlo. Tampoco percibió que la criatura extendió una garra negra y viscosa hacia él e hizo un sonido húmedo cuando se pasó la lengua por su hocico cubierto de sangre.

Eran las tres y cuarto de la mañana. 

Papi, estoy de regreso [S.O. #1] (COMPLETA)On viuen les histories. Descobreix ara