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La danza del arándano

-Hay un hombrecillo en la puerta de tu casa -susurró Pierina al asomarse discretamente por la ventana que conectaba al exterior de la residencia.

Por supuesto que había un pequeño de medio metro en mi puerta, si llevaba ahí más de media hora. Estaba seguro que la manzana que estaba en la canastilla ya estaba oxidada. Do estaba parado en mi puerta, y no dejaba de tocarla, yo quería que se fuera. Él me caía mal y sus muestras de agradecimiento me importaban muy poco. Pero allí seguía, como si fuésemos íntimos amigos, como si nuestras tardes fueran de café y nuestras noches de póker.

Odio esto, lo odio.

-Jongin tienes que salir -Piernina no ayudaba, estaba parada en la puerta casi lista para abrir. El pelo rubio y la actitud machorra me hacían recordar que era algo así como mi mejor amiga y ella repetía hasta el cansancio que las mejores amigas siempre tenían la razón-. Debes dejarlo pasar, hace frío.

-Pues que se vaya -protesté y Pierina me miró con cara de pocos amigos.

Yo debí suponerlo, ella nunca hacía lo que se le pedía sino más bien todo lo contrario, así que en contra de lo que le dije, mis quejas y protestas, abrió la puerta y me dejó expuesto ante los labios rojo intenso de Do, y sus ojos grandes, y su piel blanca como el invierno y... Su todo.

Do llevaba un abrigo negro que realzaba el color de su piel, sus gafas redondas, un gorro con orejas que me parecía ridículo pero que oí decir a Pierina que a él le quedaba fabuloso porque «Luce adorable cuando se lo pone». La canastilla reposaba en sus manos y su cuerpo temblaba sólo un poco. Y solo un poco, me sentí culpable.

-Kyungsoo, ¿cómo estás? ¡Que agradable sorpresa! -cantó Pierina en su muy animado francés, Do le miro sorprendido pero luego sonrió y casi escuché el chillido de mi amiga porque antes había dicho que «Cuando sonríe es como si mi cuerpo entrara en colapso»-. Disculpa el tiempo que estuviste esperando, Jongin y yo estábamos viendo una película en la habitación, no escuchamos.

Do sonrió y negó haciendo que yo bufara para mis adentros, al parecer a él nada le molestaba. Ni quedarse media hora en el frío de Francia parado ante la puerta del vecino que no le trata nunca bien.

-Tranquilos, no he esperado mucho. No se preocupen.

Pierina me miró y yo desvíe mi vista hacia otro lado. La situación era insoportable.

-Bueno, de todas maneras la peli ya terminó y yo debo regresar a mi casa. Ya se está haciendo tarde.

Pierina se despidió de Kyungsoo con un beso en ambas mejillas y luego me dio un golpecito en el hombro y así mismo salió. Es decir, ella me abandonó a merced de la bestia de los dedos blancos y entrenados.
Antes de que Do se parase en mi puerta, había estado echándole dedo a su infernal piano. Eran la siete de la noche, y esa era su rutina, como ritual que sólo servía para ponerme los pelos de puntas; cuando terminó pensé que me iba a librar de él por el resto de la noche, pero simplemente se propuso a hacer mi sufrimiento tresde y vino a tocar mi puerta con una canasta.

Lo peor es que lo había estado haciendo durante toda la semana. Toda. Desde que le ayudé con los hijos de su perra Agathe. Era horrible, la primera vez me tomó desprevenido al interceptarme cuando llegaba a mi casa luego de haber tenido mis clases de danzas en la academia. Me saludó, y me ofreció una caja de galletas que él mismo había hecho y con una sonrisota que no entendía cómo le cabía en el rostro me dijo «Gracias por tu hospitalidad, Jongin-ssi» y luego se fue, y entrar a mi casa después había sido todo un rollo porque se me olvidó incluso la llave que abría el portón de seguridad.

Si La Sol Fa Mi Re... Do → KaiSooWhere stories live. Discover now