Sh, sh, sh, shh... Todo está bien, todo está bien, Gabrielle. –Najara le murmuró a la niña que tenía prensada a su cuerpo, pero Xena logró escucharla y tuvo que luchar contra todo para no bajar la cabeza a los ojos de la otra guardiana.

¿Gabrielle? –La voz de Xena quebró dudosa en los oídos de ambas rubias. La guerrera se acercó lentamente y rendida puso su mano en la espalda de Gabrielle que rápidamente se encogió, así que optó con pesar por alejar el tacto. – No era mi intención asustarte. –Hizo una pequeña pausa y continuó – Tenemos algo que hacer, ¿recuerdas? Voy a necesitar de tu ayuda.

Al escuchar, Najara alzó rápidamente la vista a los ojos celestes de Xena. – ¿Qué es lo que tienen que hacer? No te la vas a llevar de aquí. Ni siquiera ha cenado.

Xena miró a Najara y negó de inmediato. – Es un asunto que con todo respeto no te incluye, Najara. Y lo haré con ella o sin ella pero –Desvió la vista hacia Gabrielle y ahí la dejó mientras continuaba con lo que decía. – creí que Gabrielle querría estar presente. –Ahora, el "pequeño problema" tenía un nombre. Un nombre que le sonaba a yegua.

Gabrielle se separó solo un poco del abrazo de Najara, giró la cabeza para poder ver a Xena y se dio cuenta de que los ojos azules se habían vuelto un poco más claros, no lo suficiente como para poder ver dentro, pero parecían sinceros. Y a la rubia le fue imposible olvidar lo que Xena le había dicho en el entrenamiento; aún caían lágrimas de sus ojos de las que Xena era culpable, pero al final de cuentas, ella se había metido sola en ese lío; un lío que le correspondía solamente a Xena. Porque de no haberse quedado a escuchar las razones de la guerrera, Xena habría sepultado el cadáver de la niña sola, se hubiera quedado unas horas en silencio y nadie más que ella sabrían lo que había sucedido. Pero Gabrielle quería saber por qué Xena la dejó morir. Se hizo parte de. Y tenía que tener el valor de admitirlo, era algo que solo guerrera y alumna compartían.

La guerrera dio un vistazo a los ojos de Gabrielle y sonrió decepcionada, no por la niña, sino por ella misma. Corrió la mirada a Najara y se tragó todo el orgullo. –Asegúrate de que cene bien, mañana nos espera un día duro. –La pelinegra no esperó respuesta y se dio la vuelta, sus pasos fueron rápidos y pronto desaparecería en el umbral del pasillo.

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Theder bajó de su caballo de un solo salto, unos de los guardias que lo esperaban se llevaron a su animal a los establos para darle un poco de agua y avena. – ¡Alti! –El peligroso guerrero exclamó con una sonrisa poderosa en el rostro mientras caminaba hacia la fortaleza. La Reina de Alía se acercó al hombre con la sensualidad y el poder que la caracterizaban y la hacían ser la reina que era.

No has demorado nada en llegar. –La ronca voz de Alti halagó al hombre que se encontraba ya a unos centímetros de ella.

Me ha llegado el mensaje justo cuando revisaba el terreno, me encontraba a tres cuartos de camino. –El guerrero informó. – ¿Algo sucedió?

No seas ansioso, Theder. Todo tiene su tiempo.

El hombre hizo una mueca de conformidad.

Bueno, debo suponer que puedo tomar un baño antes de cenar.

Puedes, pero perderías el tiempo. Te ensuciarás más tarde.

La perversidad más salvaje posible en un hombre se adueñó de los ojos del guerrero. Los guardias se habían marchado para entonces, así que tomó con toda libertad y osadía la cintura de su reina, su boca buscó con celo el cuello de Alti y ella aprobó la dominación del hombre con un gemido.

Guerra por la Paz: La Orden de AlíaWhere stories live. Discover now