Capítulo 4

408 22 4
                                    


Xena seguía escondida detrás de uno de los pilares de piedra cuando Najara y Gabrielle se acercaban a la puerta de la sala común para cenar y reunirse con Tanus. La pelinegra tuvo suerte, el dúo pasó justo alado de donde ella estaba.

La guerrera estiró el brazo izquierdo hacia Gabrielle, se echó un poco hacia adelante para tener impulso y con dos finos dedos Xena cogió el extremo del pantalón de la chiquilla, Gabrielle dio un respingo cuando sintió esos dedos y antes de poder hacer algo, la pelinegra la jaló lo suficientemente fuerte como para hacer que el menudo cuerpo se diera contra su imponente y musculosa figura. Si bien Gabrielle había vivido emociones fuertes en su vida, estaba segura de que nunca algo la había sorprendido tanto como aquello. Xena se enderezó al sentir el impacto del cuerpo más pequeño sobre el suyo y sin soltar el borde de los pantaloncillos de Gabrielle, cruzó su brazo libre sobre el hombro de la niña pasando por su pecho y sujetando con firmeza su costado. La cabeza de la rubia daba contra su busto y Gabrielle no conseguía hacer otra cosa que temblar. Se le había ido la voz y el aliento en cuanto se sintió en los dominios de su guardiana; en verdad temía por lo que ella pudiese hacerle. Sus desnutridas pero trabajadoras manos se enredaron en el brazo de Xena, la piel gruesa de la guerrera se sentía caliente, cosa de la que Gabrielle no pudo hacer mucho caso, estaba asustada y bastante confundida como para pensar solo en su seguridad.

¡Xena! –Najara exclamó con fuerza al darse cuenta de era la guerrera la que había arrebatado a Gabrielle de su lado.

Oh, Najara, no sabía que estaban platicando. –Xena sonrió aparentando inocencia. – Siento haber interrumpido su ameno momento pero...

Suéltala. –Najara impidió a Xena terminar con su cinismo. Pero la pelinegra solo emitió una risa sugiriendo que la orden de la rubia mayor era pura tontería. – No voy a repetirlo una vez más, Xena, suelta a Gabrielle ahora.

Gabrielle. –La sonrisa falsa de Xena se volvió ladina, afirmó con más fuerza el cuerpo de la niña y murmuró antes de contestarle a Najara: ¿Qué ese no es un nombre de yegua?¿Qué harás? ¿Me vas a herir con tu palabrerío de paz o me darás la razón y sacarás tu espada para pelear?

Najara se quedó inmóvil. Sus reglas interiores le impedían atacar a Xena físicamente, una muerte o una herida irreversible se pueden evitar hablando, ambas lo sabían, y siempre que pudieran evitarían chocar metales, en cierto modo eran muy parecidas, las dos tenían honor, las dos jugaban sucio en ocasiones, pero sus fines eran muy parecidos, sin embargo Xena no creía en la felicidad y el mundo blanco que Najara predicaba, simplemente, Xena no podía fiarse de alguien que juraba no tener oscuridad en su ser. Pero Gabrielle sí, se notaba en la forma en que los jóvenes e inocentes ojos verdes miraban a Najara. Xena pudo ver lo embelesada que estaba la chiquilla mientras ambas rubias se acercaban a ella.

Xena, está asustada. –La voz de Najara bajó de tono después de unos momentos de claridad. Supo entonces que su ilusión con Gabrielle era más fuerte de lo que creería. Sin duda, Najara estaba dispuesta a defender la pureza de Gabrielle ante todo y ante todos.

Esta vez, fue Xena la que se quedó paralizada. "Está asustada." La única niña que no la miraba con miedo estaba rompiéndose en sus brazos. La idea de que Gabrielle pudiese tenerle miedo le dolía. De forma inexplicable de dolía, incluso más que el hecho de haberla visto tan feliz con Najara. La imagen de las cruces volvió a su cabeza. "Te amo, Xena." Volvió a escuchar dentro de sí, ella no quería que Gabrielle le temiera; no quería darle miedo al mundo, aunque fuese más sencillo así, ella quería creer que no era un monstruo. Porque, no lo era. ¿O sí? Los dedos de Xena se zafaron del costado de Gabrielle poco a poco, la pequeña dio un chillido de alivio y aventó el brazo de su guardiana que se negaba a dejarla ir. El menudo cuerpo se abalanzó a la cálida protección de la campeona de Alía y así Najara envolvió a Gabrielle en un abrazo profundo y tranquilizador. La cabeza de la chiquilla se sumió en su cuello y pronto las lágrimas jóvenes brotaron mojándole la piel, las manos de Najara recorrieron la espalda de la alumna de Xena con cariño y una de ellas repasó su cabello rubio medio largo, el acto esparció de nuevo ese suave aroma a miel que tanto iba con Gabrielle. Najara lo aspiró con gusto y recargo su cabeza en la de la niña.

Guerra por la Paz: La Orden de AlíaWhere stories live. Discover now