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—Ben.

Ambos estábamos sentados en el sillón abrazados.

—¿Si? —me atrae más a él.

—Mantengámoslo en secreto —giro hacia él.

—¿Qué cosa? —toma mi mano para acariciarla y dejar un beso en ella.

—Nuestra relación.

—Claro que no —frunce el ceño.

—En la universidad... No quiero que nadie se entere.

—No, quiero que todos se enteren que eres mía.

—Ni que alguien se me fuera acercar, tu eres el único loco capaz de mirarme de esa manera.

—Pero soy el loco más afortunado.

Planta un beso en mis labios.

—Hagámoslo ¿Si?....por favor.

—Con nuestros amigos y mi familia jamás lo ocultare, no me gusta ocultarlo durante la universidad pero hare si realmente lo deseas.

—Gracias.

—¿Podre conocer a Alejandro?

—No.... No creo que él quiera.

—¿Y tú?

Apoyo mi cabeza en su pecho y ahí nos quedamos, no respondí pero sé que lo tomo como un no.

...

—Mira —le muestro un portafolio.

Estábamos en mi cama.

—¿Qué es? —mira curioso.

—Jugadas.

Lo abre y no dejaba de mirarlo asombrado.

—Esto es perfecto ¿De dónde lo sacaste?

—Son de mi padre, él era el antiguo entrenador en nuestra universidad varios años.

—¿Thomas Becker?

—Aja.

—No puedo creerlo, tu padre era un genio, me hubiese gustado entrenar con él, con razón te gusta tanto el futbol.

—Sip —digo.

Deja el portafolio devuelta al velador y se me acerca para besarme.

Nos acomodamos en una mejor posición, quedando yo acostada boca arriba y el sobre mí dejando espacio entre nosotros, si no fuera por mi pancita me gustaría que estuviera más cómodo.

—Me gustan tus labios —dice rosando mis labios.

—Y a mí la tuya, especialmente cuando está unida a la mía —continua el beso.

Una de sus manos está al lado de mi cabeza para sostenerse y la otra pasa de mi pies a al comienzo de mi pantalón, pero se detiene.

—No te detengas—digo sin aire.

—No quiero faltarte el respeto.

—No lo haces ya que estoy consiente.

—Aun así.

—Para serte sincera encuentro que no es el momento para pasar a otro nivel.

Se iba a levantar pero lo detengo.

—Pero me gustan tus besos y las caricias.

Sonríe como el guasón

—A mí también.

Volvimos a lo nuestro, esta vez su mano llego acariciar mi vientre por debajo de mi blusa hasta la orilla del sostén pero nunca paso de ahí del todo el rato que estuvimos besándonos.

...

—¿Con cuántas chicas has salido?

Después de nuestra sesión de besos fuimos a ver una película a la sala.

—Siéntate aquí —da unas palmadas sus piernas.

—Estás loco, cada vez peso más.

—Anda, siiiii —habla como niño.

No muy convencida pero aun así lo hago.

—Si te peso mucho no me ofenderé.

—Emma estas en el cuarto mes no pesas tanto y aun así cuando estés en el noveno mes no me importaría.

—Eso dices ahora.

Acaricio su rostro hasta llegar a su cabello que tanto me encanta.

—Cuando haces eso me siento como un niño.

—Eres como un niño y me encanta. Ahora responde a mi pregunta.

—Solo una a los quince.

—¿Que paso?

—Su padre quedo sin trabajo, así que tuvieron que mudarse, decidimos terminar, aunque seguimos en contacto.

—Ya veo.

—¿Y tú?

—Mis tíos jamás lo permitieron.

—¿Por qué?

—Ellos son así, mis padres o yo... Jamás les gustamos.

—¿Por qué? —pregunta como si también le doliera.

—Tanto mi papa como su hermano amaban en futbol, pero solo mi papa logro tener éxito en ello, mi tío siempre estuvo celoso de él y de ahí su odio

—Es un poco infantil ¿No?

—Bastante, mis padres siempre intentaron mejorar su relación con ellos pero nunca funciono.

—¿Cuánto tiempo viviste con ellos?

—Hasta que cumplí los dieciocho.

—Ya veo, ¿Cuándo iremos a ver a mis padres?

—No creo que sea buena idea, ni siquiera sabemos hacia dónde va lo nuestro, es muy pronto.

—Tal vez, pero ellos desean conocerte, están emocionados aunque no lo creas, además son muy obstinados si no vas con tus propios pies ellos llegaran a ti.

—Ja ja ja muy chistoso.

—No era un chiste.

NUESTRA PEQUEÑAWhere stories live. Discover now