4. Billar.

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 Acabo de enterarme de que soy una pésima jugadora de billar, tal vez la peor de todas. Cada vez que pienso que lograré pegarle a la bola, el taco se desvía inevitablemente.

- Lee, sabes que hay que golpear la bola para que entre en la tronera ¿no?

El imbécil de Adam lleva burlándose de mí desde que agarre el taco. Lamentablemente no trajo a su cita consigo, así que está más insoportable que antes.

- ¿Podrías callarte de una vez por todas, Brooks?

Me concentro, estoy en la posición correcta, estoy segura de que esta vez la golpearé. Hecho mi codo hacia atrás, respiro hondo y... Justo cuando deslizo el taco entre mis dedos en dirección a la bola blanca recibo un fuerte caderazo que me hace perder el equilibrio y enviarlo justamente a la mesa.

Solo escucho las fuertes carcajadas del imbécil de Adam. Me vuelvo hacia él, hecha una furia.

- ¿Qué rayos te pasa? ¿No puedes dejarme en paz tan solo un segundo?

Soy brevemente consciente de que alzo la voz un poco más de lo necesario y que los chicos, que están en la cocina, podrían escucharme.

- Relájate, cariño. Todos hemos tropezado alguna vez.

Su sonrisa burlona y su mirada prepotente, son la gota que derrama el vaso. Me acerco rápidamente a él y le doy una fuerte bofetada, que resuena por toda la habitación.

Él me mira atónito, pero no tarda mucho en reaccionar, en menos de un segundo su rostro solo refleja una furia ciega que, involuntariamente, me hace dar un paso atrás... y de repente me encuentro sobre sus hombros.

Grito y pataleo, pero no logró zafarme del fuerte agarre de sus brazos, veo como Ash y Connor aparecen por la puerta pero ya es muy tarde, me encuentro en el patio trasero de la casa. Me lleva al rincón más apartado del sitio y finalmente me suelta, aun así, quedo atrapada entre la pequeña esquina y sus brazos.

Me mira amenazadoramente, está muy cabreado, pero no me interesa, él se lo busco.

- Jamás en tu puta vida vuelvas a hacer eso, Amber.

Dice las palabras lentamente y suenan tan siniestras en sus carnosos labios, soy consiente del estremecimiento que me recorre el cuerpo... lo ignoro.

- ¿O que me harás, Brooks? ¿Pegarme?

Levanto una ceja, desafiándolo.

- ¡Oh, nena! Será mucho peor, créeme.

Mi garganta profiere una fuerte carcajada.

- ¡Muérete, Adam! Tú te lo buscaste... Te propuse un trato y no aceptaste, no hay nada más que yo pueda hacer.

Me encojo, levemente, de hombros.

- Bueno, ya yo cumplí al avisarte... No digas que no te lo advertí.

Se da la vuelta y vuelve a la casa, dejándome con la palabra en la boca.

No puedo creer que se ha atrevido a amenazarme, yo tengo razón, él se lo busco y bien merecido que lo tiene, no ha dejado de molestarme ni un segundo desde que llegamos a la casa y yo no tengo mucha paciencia con las personas como él, así que solo reaccioné.

Intento recomponerme y forzar una sonrisa lo mejor que puedo, no quiero acabar con la diversión a los otros solo porque el imbécil de Adam agotó mi buen humor.

Luego de unos minutos, cuando considero que ya estoy bastante calmada, vuelvo al interior de la casa. Los chicos están jugando en la mesa de billar y no veo a la Princesita por ningún lado, mejor para mí.

No Supe Decir NoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora