Apuesta al amor

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Si aquella voz no le resultara tan familiar, ella no habría prestado atención. El sonido grave y casi ronco, la distrajo de su lectura. Levantando la mirada por sobre el libro que llevaba en sus manos, lo vio, parado en la entrada de la puerta, hablando con la bibliotecaria. Al terminar su charla, con su típica sonrisa de costado y postura relajada, se encaminó al sector en el cual ella se encontraba. Sentada en el suelo, entre las hileras altas y largas de libros, se encogió aún más, si eso era posible, y escondió su rostro detrás del libro que tenía en manos. Temblando al escuchar los pasos que cada vez más cerca de ella estaban, miró las hojas sin mirarlas y rezó para que él no se diera cuenta de su presencia, y pasara de largo. Sin embargo no quería eso, no, ella sí quería que él se detuviera y la mirara, y entonces, tal vez, la saludaría. Pero sabía que eso no ocurriría, él ni la registraba, de modo que no tenía que preocuparse por creer que haría algo estúpido con lo que se humillaría. Dejó de escuchar pasos y con el corazón en un puño levantó la mirada. Se quedo sin habla. ¡Madre Santa! Lucas estaba parado frente a ella, mirándola. Tal vez...

- Permiso – le dijo él. ¡Claro! ¿Cómo podía ella llegar a pensar que le diría cualquier otra cosa? Ella siempre es un estorbo ¿Cómo podía creer que el chico más guapo de la escuela le pediría algo que no fuera que se corriera?

Sintiéndose un poco entre atontada, decepcionada y nerviosa, se levantó del suelo con la poca agilidad y destreza que la caracterizaban y, como era de esperarse en ella, trastabilló y, antes de que pudiera completar su show de: "me pongo en ridículo", él la sostuvo por el brazo, y la arrimó a su cuerpo. Solo el libro que ella aferró a su pecho los separaba. Él le llevaba casi una cabeza, y ella, al alzar la vista, se encontró con sus ojos. Y Callie no pudo evitar sonrojarse. No pudo evitar perderse en el verde de su mirada, y suspirar como una tonta enamorada. Él la sostuvo en un agarre suave pero seguro, y de pronto Callie sintió un cosquilleo en aquel lugar. No te rías, quedarás como una tonta. Pero no logró sofocar la pequeña risa que se escapó de sus labios, y ella estuvo segura de que, en parte, también se debía a su nerviosismo. Y cuando él hablo, mirándola con ojos confundidos, y una cálida sonrisa, casi se desmaya ahí mismo.

- ¿Estás bien? Perdoná, no quise distraerte de tu lectura, solo vine..., a buscar un libro de ciencias.

- S-sí, no, es decir... sí, estoy bien, gracias... emmmm, yo..., mejor me voy – dijo Callie entre balbuceos, y sin mirarlo a la cara, soltándose de su agarre, se distancio solo un poco de él. Y antes de que ella pudiera dar un paso más hacia atrás, Lucas la sujetó por la muñeca y la atrajo hacia sí, diciéndole:

- No, no te vayas, mentí, no vine por un libro de ciencias, vine por ti. Quiero pedirte algo.

Su pulso se disparó y su corazón dio un vuelco. Ella lo miró con ojos bien abiertos, esperanzados, y esperó... Ahora nada los separaba, el libro que ella tenía en una mano estaba a un costado de su cuerpo y casi podía sentir el aliento de él en su rostro. Pero su creciente esperanza se derrumbó y enterró en el suelo, al ver que él cerraba los ojos y con su boca convertida en una mueca, negando con la cabeza, la soltó de su agarre y se separó. ¿Qué pasaba? ¿Qué había hecho mal? ó ¿Qué no había hecho? Se sintió avergonzada como pocas veces, con esa punzada de decepción y humillación hundiéndose en su pecho, y quiso morirse ¿Por qué le hacían eso? ¿Por qué los chicos jugaban con sus emociones? Bueno, tal vez esto último era su culpa. Ella era tan tonta, y fantasiosa, que su mente nunca dejaba de pensar en que algún día conocería a su príncipe azul, y su corazón nunca perdía las esperanzas de encontrarlo, y de creer en que realmente existía. Sí, seguramente, ella tenía la culpa, Callie dejaba que jugaran con ella como si fuera una muñeca, nunca hacía nada para impedirlo, y siempre terminaba enojándose consigo misma por no tener el valor suficiente para intentarlo. Se le hizo un nudo en la garganta y se dio media vuelta, dispuesta a irse. Pero no pudo, una mano volvió a agarrarla, y esta vez, por el codo.

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