Otra oleada de ira recorrió mi cuerpo, logrando que me lanzara sobre el hombre y lo tirara al suelo. Lo pateé varias veces y luego me ensañé contra su rostro, golpeándolo una y otra vez. Su boca y nariz ya estaban derramando sangre, pero eso no me detuvo en absoluto.

—¡DEJALA EN PAZ! —gritaba mientras lo golpeaba seguidamente en el rostro. De pronto, unos brazos rodearon mi torso.

Inmediatamente me detuve y volteé, encontrándome con unos preciosos ojos azules llenos de súplica y agradecimiento. Hipnotizado por su exótica belleza, la observé con adoración, como si de un ángel se tratara.

—No lo hagas —susurró—. No vale la pena que sigas haciéndolo.

—Estaba por violarte —dije con obviedad. ¿Qué carajo tenía esta chica en la cabeza?

—Dios se encargará de ello —dijo tranquilamente mientras cubría sus pechos con sus brazos. Al parecer había rasgado su blusa.

Rápidamente me quité mi chaqueta y la puse sobre ella, cubriendo su hermoso cuerpo. Ella observó la prenda sobre su cuerpo y suspiró, probablemente sintiendo el calor y aroma que emanaban de ella.

—¿Mejor?

—Mejor —sonrió débilmente—. Me has salvado la vida.

Y en ese momento supe que había quedado atrapado en los encantos de esa chica.


Me hallaba en una cafetería a las afueras de la ciudad esperando por ella, por el amor de mi vida. No pasaron más de diez minutos cuando la vi entrar al local con su majestuosidad envolviéndola. Llevaba un vestido negro arriba de la rodilla con un suéter lana color crema que cubría sus hermosos brazos y unos botines bajos. Su cabello iba perfectamente despeinado y sus ojos destellaban...

Nada.

Nada de nada.

—Vera —la llamé con los nervios flor de piel.

Me observó unos segundos para seguidamente sentarse en frente de mí.

—Terminemos con esto —suspiró evidentemente cansada.

—¿Cómo estás? —pregunté preocupado.

Quería saber tanto de ella, desde su accidente hasta como llegó aquí. Joder, quería que me respondiera a tantas preguntas formuladas en mi cabeza que no sabía si iba a ser capaz de poder preguntarlas todas. Su semblante era completamente serio y eso no me relajó en lo más mínimo.

—Podría estar mejor —respondió sacándome de mis pensamientos.

—Vera, yo, joder, ¿por qué lo hiciste? —pregunté con un nudo en la garganta.

Ella me observó con la incredulidad reflejada en su gesto.

—¿Por qué lo hice? —preguntó molesta— ¿Es que acaso no viste como me trató tu madre esa noche, Christian?

—Nena, ¿podrías traerme un vaso de Coca-Cola? —pregunté besando sus dulces labios.

—Claro amor —sonrió para luego dirigirse a la cocina.

No pasaron dos minutos cuando el sonido de un vidrio rompiéndose seguido de unos gritos me hizo levantarme. Me quedé en silencio unos segundos y escuché los insultos de mi madre.

—¡Mira lo que hiciste, pobretona estúpida! —la voz de mi madre resonó por toda la casa.

—Discúlpeme, señora y-yo voy a recogerlo —respondió Vera asustada. El sonido de un golpe se hizo presente.

No me percaté del momento en el que estaba mi padre sonriendo—, cruzado de brazos en la sala junto a Javier y a Gabriela quienes escuchaban todo con expresión de terror. Me quedé como una estatua, no podía moverme a causa de mi miedo a que empeorara todo.

—¡Agh! —chilló mi novia.

¡Joder! ¿qué sucedía con mis piernas que no se movían?

—¡Perra oportunista! Solo sirves para joderle la vida a mi hijo. ¿¡Hasta cuándo dejarás de enrollarlo con tu asqueroso cuerpo!? ¡Zorra!

Luego de unos segundos, Vera salió con su labio sangrando y sus ojos hinchados. Me miró durante unos minutos con su rostro reflejando dolor, rabia y...

Odio.

—Yo... —suspiré, estaba realmente avergonzado.

—No me ayudaste —murmuró—. Dejaste que me humillara y que me golpeara. No podía quedarme ahí, era un suicidio, era una humillación hacia mí y a mis padres, Christian —arrastró estas últimas palabras con la rabia reflejada en sus ojos.

—Te juro que no sabía sobre lo de tus padres —la miré fijamente.

—Lo hayas sabido o no, no voy a detener la demanda Christian —respondió tajante—. Lo haré por mis padres y por mí. Quiero que su apellido, el que tus padres mancharon, quede limpio de nuevo y nadie me va a detener para conseguirlo.

Habiendo dicho eso, se levantó para dejar un par de dólares sobre la mesa y caminar hacia la salida, ignorándome por completo. Me levanté de la silla y observé como se estaba marchando.

No Vera, hoy no.

Rápidamente la seguí al estacionamiento jalándola del brazo—¿Ahora...? —la corté con un beso.

La estaba besando nuevamente. Nuestros labios se buscaban con desesperación y más que gustarme, me sorprendió la forma en que lo permitió. Mi lengua entró en su boca, iniciando una guerra junto a la suya. Mis manos se aprovecharon de mi fuerza y presionaron su pequeña cintura, era simplemente el paraíso. Vera era un jodido paraíso.

—Christian —intentó separarse, pero no se lo permití.

—Cállate —gruñí pegándola más a mí.

Luego de unos momentos besándola con pasión y desesperación nos separamos por falta de aire. Ella mantuvo sus ojos cerrados mientras trataba de controlar su respiración, yo sonreí y acaricié su cabello, disfrutando de nuestra cercanía.

—Retira la demanda y vámonos lejos de aquí —susurré contra sus labios.

Gran error.

—¡Eres un descarado! —gritó para luego separarse y darme otra cachetada—. ¡Infeliz!

Antes de que pudiera detenerla, Vera subió a su auto y arrancó, alejándose nuevamente de mí.

Rompiendo PromesasWhere stories live. Discover now